El elevador estuvo quieto dos minutos en el piso sesenta, y comenzó a ascender —¿qué habrá ocurrido para que se detuviera tanto tiempo en ese piso? Al menos ya está subiendo —dijo Adrianna.
—sí, hasta algún momento creí que descenderían al piso treinta, ya que Kalei es algo despistado en esas cosas; no entiendo como es tan listo, si no sabe analizar cosas muy simples.
—cierto, pero también gracias a él es que vamos a presentar algo sumamente grande. ¡piso treinta! Tardaría mucho en volver —y levantando las manos, Adrianna dijo —¿por qué no hay más de un elevador en este piso?
—si hay otro elevador, el de la materia prima aunque ya está apagado. No hay otros elevadores porque estamos en el ultimo, oscuro, complicado y mágico piso de todos, en este rascacielos, además que nosotros decidimos como una parte del grupo de fundadores de este bonito y más grande edificio en esta pequeña ciudad adueñarnos de los tres últimos pisos.
—No me acuerdo por qué lo escogimos. —dijo Adrianna mientras soltaba una pequeña carcajada. El elevador llegó y estaban callados al momento de entrar, era la primera vez que les pasaba, solo hablaron para decidir quien daría la orden al elevador. Descendían en silencio y justo en el piso cuarenta ambos se miraron, estuvieron así solo un momento, hasta que hablaron, fue incomodo ya que también hablaron al mismo tiempo 《ah… quería… Habla tú, que incomodo es esto》 repitieron y luego rieron nuevamente, esta risa era las que dan cuando uno está ruborizado, Matthew dejo de reír, la miró, se quedó en silencio, era una mirada que solo cuando se está enamorado ocurría. Adrianna seguía riendo con la cabeza agachada sin darse cuenta como le miraba ese chico, él cual ya se estaba enamorando cada vez, un poco más.
—¡esta! Esta es la risa que me encanta —dijo Matthew, Adrianna se sorprende, levanta la vista, deja de reír y pregunta “¿Qué dijiste?”
—que la risa, me encanta la risa, es lo que alimenta el alma.
—¿sí?, bueno, eso si es verdad—, sonrío y dejo de hablar por un momento —y… que tenías que decirme hace un momento, Matthew, sabes que puedes confiar en mí.
Matthew se quedo pensando, y decidió que era el momento indicado para decirle lo que siente, pero no sabía como —¡es mentira! Lo que… —se abre el elevador, al piso treinta, salieron dirigiéndose al elevador 1-D el cual les tocaba.
Entraron y Adrianna preguntó: “¿Qué es mentira?”
—Nada, bueno sí. Es mentira lo que te dije hace un momento.
—¿Qué, Lo de la risa?
—sí
—¿no es alimento para el alma?
—no, bueno eso si es verdad. Pero te mentí sobre lo que dije, lo que dije es: que me encanta tu sonrisa, tu risa de apenada que tienes, y siento que cada vez, más a menudo la estoy presenciando.
—ah, no sé que decirte, pero gracias, dijo Adrianna esbozando una sonrisa.
—Quería pregunte que si… ¿puedo invitarte a salir?
—¿me estás invitando a salir o solo me preguntas si puedes hacerlo?
—no, sí, no sé. Hace mucho tiempo que no salgo con nadie, tanto que, ya no sé como hacerlo; además no sabía si invitarte o preguntarte si lo puedo hacer ya que, después de todos los acontecimientos que pasaste con Roy. No sabía como lo tomarías.
—lo de Roy acabó hace mucho tiempo, que él no haya entendido, no significa que yo siga sintiendo algo por él, lo que pasó y pasa es que él se pone insoportable y para insoportables, más insoportable me vuelvo yo, de ahí surge las peleas que presenciaste, y tranquilo. Sabes, no me invites a salir—. Al escuchar eso, Mathew más que sorprendido pone una cara de tristeza —porque seré yo la que te invite a salir. Mañana después de la conferencia, vamos por unos helados ¿qué te parece?
—no sé que decir, pero obvio que sí, mañana seguro—. Se abrió el elevador, Adrianna salió con una gran sonrisa y levantando la mano izquierda gritó: “Adiós Matthy”.