Marshellie

8

Después de haberme distraído un momento
no miraba más hacia el infinito.
Me habían robado amor y juventud.
(...)
Debo permanecer en esta posición incómoda
sobre el pedestal
de quien usa mi nombre
por un tiempo indefinido.

(Gaetano Longo)

Sam:

Mientras Francis y Harry se despiden yo espero junto a Jullie en el interior de auto; en mi cabeza planeaba no hablar en todo el camino a casa ni cubrir el ambiente de emociones innecesarias para no picar la curiosidad de Francis ni exaltar a la mía. Después de tanto esfuerzo en hacer que mi vida sonara ligeramente a una mezcla anodina—y sutilmente catastrófica— de sucesos ilusamente inacabables, ¿qué tan desastroso y no recomendable sería para mi salud mental que yo estuviera en lo cierto? Y si sucedía que mi rompecabezas no estaba tan equivocado y se remontaba más allá de una simple paranoia o de mi palpable estrés post traumático? Si hacía regresar todo aquello hacia mi, ¿cuanto tiempo tardaría en volver a hundirme... o en detener mi caída?

Cuando él se acomoda en el asiento del conductor me entrega un pedazo de papel, quizás contenga alguna receta que Harry me envía, algúna recomendación, algo como "Deja de matar gente a tu paso". Francis enciende el motor, y nos ponemos en marcha. Intento estar tranquila, porque hay una voz que me incita y se divierte diciéndome "¡Vamos, pregunta!" la otra parte no quiere escucharla, pero desde el momento en el que él entró el ambiente se volvió denso y casi irrespirable, y en las siguientes calles ocurrió lo que quería evitar desde un principio.

—Ahora podrías tomarte más en serio lo que yo digo.

Francamente esperaba un discurso, pero el grano explotó sin aplicar fuerza y sus palabras me atravesaron reteniendo en mis pulmones todo el aire sin una fase introductoria.

—¿Esperas a que le de vueltas a lo del gas? —No debía gastar esfuerzo en responderme.

—Si no te sientes en condiciones de asimilar lo que se te está yendo encima, entonces no, no espero nada.

—¿Qué es lo que se me yendo encima?

—Medio mundo, y si no vas a escucharme entonces cierra la boca. No hay nada que puedas decir y que esté en un rango cercano a lo correcto.

—¡Puedes ser más arrogante si quieres!

—No me grites.

Hicimos silencio luego de eso, me quedé mirando fijamente a través de la ventanilla porque conversar con él era inconcebible y entre el sueño, el hambre, el peso de Jullie y las palabras de Harry, la cabeza me daba varias vueltas.

¿Pero y si él tiene respuestas, y si sabe cosas que yo no?

¿Y si puedo ir y ver a Sander nuevamente?

¿Que tal que hay un sentido para todo?

¿Y sí alguien mató a Ana?

¿Qué el que ella no esté conmigo deja de ser, al menos por un día, mi culpa?

—Debes dejar de meterte pastillas. —Soltó en modo orden. Con tono de "es lo que yo digo y es lo que se hace"

Ahí está, es esa intromisión lo que me molesta.

—Hace mucho que terminé mi tratamiento.

—Sabes que no hablo de esas pastillas.

—Entonces no sé de lo que hablas. — ¿O sí?

—Me refiero a los viajes esos que te das, y las cosas que te fumas de vez en cuando. Un día se te va a pasar la mano y vas a morirte de una intoxicación. Ahí todos tus esfuerzos por quedarte al lado de esa niña serán inútiles. Ya lo son de todas formas... —Hagamos una ligera pausa en esto. Esto, fue realmente doloroso.

—¿Qué fue lo que dijiste?

—Que estuve ocho meses escuchándote parlotear cuando nadie soportaba oírte hablar una y otra vez de lo mismo, y también de que estuve ocho meses medicandote cuando ya hablabas de más. Que no pretendas que no lo sé.

—¡Tú de mi no sabes nada, Francis, nada!

—Sí lo hago. Sé que eres impulsivamente tonta, que estás paranoica, que sufres de insomnio. Migrañas, estrés post traumático, que hace días que no comes y estás prácticamente anémica. También sé que a tu madre la atropellaron...

—Cállate.

—... que creciste con tus tíos maternos hasta que los Bourelle te llevaron a vivir con ellos y que eres muy inteligente pero también eres irremediablemente estúpida y autosuficiente. Que te drogas con lo primero que aparece y que pretendes ser la madre que no eres y que tú nunca podrás ser. ¿Puedo continuar?

—Cállate.

—Tienes alergias.

—¡Francis, ya basta!

El auto se acerca a la orilla de la carretera y frena de manera bruzca, parece un padre regañándome y dándole varias lecciones a su hija dolescente. En este estado, él intimida hasta al más necio de los hombres.

—Yo sé de ti hasta lo que ni tú misma te imaginas. Aquí nada fue un accidente, Samantha, intento decirte desde hace meses que tienes razón cuando alegas que fuiste testigo de un asesinato. Pero tienes miedo. Te aterra que todo sea cierto. Tú...

—¿Yo qué?

—Tú no podrías imaginar la magnitud del problema. —Ahora es él quien grita— Tú no podrías entender que eso lo que te has aferrado solo va a hunirte. Jullie es un ancla. Pero eres incapaz de darte cuenta.

—¿Qué ancla?

Su próximo grito me provocó un sobresalto y Jullie se removió, aún dormida, sobre mi piernas.

—¡Mataron a tu mejor amiga y a sus padres! ¿Cómo no te das cuenta de la línea, de que no falta nada para que vengan a por ella, ¿el choque fue un accidente? ¿El gas fue un accidente? Saca conclusiones, no será difícil.

No fue difícil realmente, comencé a sacar del baúl todo lo que había suprimido a la fuerza. Ya me había, casi, entregado a la marcha.

—¿Sander también tiene que ver con esto?

—Sander está preso, él no le voló la cabeza a los Bourelle.

—¿Sabes quién fue?

—No, pero puedo hacer que hablen a su debido tiempo.— Pero yo tengo dudas que no esperarán por mucho más de veinticuatro horas antes de hacerme explotar por los nervios y la expectativa de algo que puede ser real.— Debemos dejar a Jullie en un lugar seguro, seguirle suministrando los sueros y cuidarla.




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