Capitulo 10
Entre una vida y la otra
estoy vivo de milagro.
Francis:
Ninguna de mis palabras habían sido premeditadas, contrario a ello: mientras la estabilidad emocional de esta mujer era responsabilidad temporal de Jons Sander, me dedique a tener un descanso intelectual de dos horas. Jullie me absorbió, me distraje y no reparé en que la emoción de tener a Sam tan involucrada en el asunto de los Marshellie me haría decir y adelantarle informaciones que ella no necesitaba todavía. Pero mi descuido recogía frutos con rapidez, y el resultado era este:
—Quiero poner en duda cada minuto que he pasado junto a ti desde que te conozco.Y miro que hablaba en serio, que en su rostro se mostraba a una Samantha entrando en un estado característico de ella que he nombrado periodos de ¿Qué?. Momentos de shock en los que ella no sabe qué pensar y que cuando intenta averiguar lo que sucede, termina siendo dramáticamente insoportable, absurdamente necia y exageradamente precipitada.
—A ver, sé que es difícil de digerir, pero primero escucha—Siento que se me seca la boca.
—¡Me estás diciendo que mientras yo perdía la cabeza en tus malditas consultas, donde me hicieron pasar por loca durante meses. Mientras tú me hacías tomar pastillas Francis, tú estabas cuidándole la espalda a ese hijo de...!
—Pero no me grites. Escucha primero.
—Oh, ¿escuchar qué, ahora? ¿Cuáles serán tus fundamentos para hacerme entender que soy yo quien está mal? ¡Dime!
—Sam, te estás precipitando de nuevo. Esto tiene una explicación que debo darte rápido y no nos conviene despertar a Jullie.
—¿Despertar a Jullie? ¿Crees que un par de gritos despertarán a una niña sorda, que se quedó sola, sin su madre y por culpa de ese tipo al que estás cuidando?
¿Qué fuerza natural haría que cerrara la boca y me dejara hablar? No había manera de explicarle:
—Sander puede sernos de gran ayuda—y analizar esa oración sería un acto sumamente inteligente. Pero su absurda necesidad de engrandecerlo todo prefirió responder:
—¡Sander puede irse al infierno y tú lo puedes seguir como el perro que eres!— ¿Vale la pena lanzar esta bomba fallida en las manos a Adan Marshellie? Con un poco de suerte ella lograría captar su atención, pero, ¿sería capaz de mantenerla? Ana Bourelle tenía un encanto que Sam nunca logrará encapsular ni naciendo dos veces, pero a falta de otras opciones me siento obligado a repensar. Esta es mi última carta en el juego y solo me resta tomar decisiones por y sobre ella.
—Estoy haciendo grandes cosas por ti, Samantha—entre líneas invento una disculpa que solo se entiende en mi conciencia.
Yo estaba confiando en ti. Esta era la cuarta vez que en medio de la conversación se relamía los labios y hacía esfuerzo por tragar saliva. También en más de una ocasión hizo el gesto de intentar enfocarme con claridad. Asumí que la vista comenzaba a ponérsele borrosa y agradecí que su resistencia a los efectos de la droga fuera menor que la mía.
—¿Quiéres agua?
—¿Qué?—también su voz se debilitaba de manera gradual.
—Agua. —repetí—No te alarmes. El estrés no es amigo del hombre.
—Francis no puedo respirar.
—En realidad lo que sientes se llama taquicardia. Un aumento considerable de la frecuencia a la que tu corazón está latiendo.—tragué en seco y cuando comencé a percibir la pesadez que extendía por mis ojos, entendí que era el momento de buscar entre mis pertenencias la inyección de fisiostigmina que preparé en mi casa antes de venir a cuidar a Jullie.
—No me siento bien.
—Y yo no me sentiré peorSam buscó un lugar donde recostarse y me aseguré de que el estado que mostraba no estuviera fuera de lo normal. Será mejor que te quedes ahí, esto tomará tiempo.
Me apliqué por vía intravenosa la dosis exacta del medicamento, sería suficiente para contrarrestar y hacer desaparecer los malestares en los próximos cinco minutos. Y aunque en ese tiempo mi estado podía empeorar y tirarme de bruces contra el suelo, me tranquilicé al ver que en ella el proceso se estaba acelerando. Fui hasta el refrigerador y le serví agua en un vaso, busqué una segunda inyección de fisiostigmina y la verti dentro del agua para ofrecerle una dosis menos rápida de la medicina.
—¿Eso qué es?
—Es… un antídoto.no haber perdido la calma en ese momento fue un logro para Sam, justo ahora podía sentir taquicardias, la condición de su vista empeoraba y a todo esto se le sumó, quizás, un malestar generalizado. Se tocaba el cuerpo con las manos buscando la fuente de esas sensaciones. Me senté frente a ella, la miré fijamente y con esa acción, le hice entender que algo dentro de sí misma iba realmente mal.
—¿Qué fue lo que me hiciste?
—Se llama Atropo Belladonna. Es algo similar a una droga; y en realidad yo no te hice nada, tú la ingeriste por tu cuenta.
—La comida...
—Que observadora.
—... tú quieres..., ¿tú vas a matarme?
—Te daré una mejor vida, ya me lo agradecerás después.
LLegó al momento en el que aún estando consciente, le era difícil mantener su cabeza erguida. A simple vista se notaba como sus músculos se iban debilitando, como no podía moverse con agilidad; como cada vez que intentaba levantarse del mueble su cuerpo caía a este una y otra vez. Me observó y sus ojos se llenaron de lágrimas, se inundaron de súplicas. Lo más probable era que su frecuencia cardiaca estuviera disminuyendo lentamente y mientras para mi eso significó la entrada a un profundo sueño que me encargaría de prolongar por las siguientes doce horas, a los ojos de ella La Muerte la visitó y le estaba desgarrando la piel con su jabalina.
Soy partidario de que todo proceso se necesita para crecer; es difícil y si Samantha Giovanni debía pasar unas horas en el vértice que divide a los vivos de los muertos para regresar siendo lo que hasta ahora no ha logrado, entonces me encargaré de sacar de ella las fuerzas necesarias para continuar; por una cuestión sencilla: necesito que ella quiera buscar las cosas que podrían llegar a ser suyas. Quiero a Sam de uno de los lados de la línea: o totalmente muerta para evitar el surgimiento de nuevos problemas o reclamando su salvación y luchando por estar viva.