Clarisse:
Milán (2:30 pm)
Aunque existía la opción de sentar a Samantha en una silla, como la adulta que es y explicarle con calma, pausas y puntos su posición con respecto al fruto de sus intromisiones en asuntos de pesos mayores al de ella, también existen las erráticas opciones de Francis. A las que no me niego. Puesto que, con o sin mí, muchas de ellas las llevará a cabo. Y envenenar a la muchacha con Belladona es un nivel de extremismo que incluso él reconsideró algunas veces, pero, basándose en la crianza que le dieron, envenenarse a sí mismo junto a ella simboliza, cuando más, un rito de iniciación y la entrada a una faceta de su vida en la que nunca volverá a separarse de ella. Sam sobrevivió a ese ataque y sobrevivir es un mensaje que Francis interpretará hoy y siempre como un “Es fuerte, y puede ser más de lo que es ahora.”
Con el tiempo la moldeará hasta sacar de su interior a una versión de sí misma que es actualmente inexistente, ¿para qué? Para atar de manos a Adán, quien se desajusta la corbata mientras escribe “Marshellie” a continuación de su nombre, cierra con su firma contratos con empresas fantasmas y desvía conscientemente el dinero de su familia a una cuenta personal. Pero no lo usa. El dinero desaparece a los dos días de la transacción, y el ciclo se repite todos los meses y sin atrasos el mismo día en el que, también todos los meses, se celebra una cena de carácter empresarial en la casa de Nicolai Giovanni, actual y único rival comercial del negocio Marshellie. Soy consciente de que Francis lleva años cuestionando a esta curiosa grieta y que su interés explotó cuando se desencadenó la noticia de la muerte de Ana Bourelle, quien llevaba dos años trabajando exclusivamente para Adán en la empresa. Aunque no sabíamos cuál era su función en ella, que la fecha y hora de su muerte coincidieran con la fecha y hora del traspaso del dinero a la cuenta de Giovanni, junto a la posterior y única celebración de carácter festivo que el empresario había hecho en su casa hasta el momento, desbocó a una tormenta de suposiciones dentro de la cabeza de Francis.
Entonces encontró a Sam siendo alimentada por un océano de suposiciones y de hilos, no tan enredados, que por culpa de la tristeza terminaron por enroscarse en su garganta y ahorcarla lentamente.
Nuestro interés abandonó pronto a Ana; Giovanni observaba a Sam de una manera tan indiscreta que, por miedo a perdernos de alguna información que estuviese anclada a ella, Francis tomó la decisión de ponerla bajo el efecto de sedantes para incapacitarla por unos días; días que se convirtieron en semanas y semanas que se convirtieron en meses. Meses transformados en adicción y dependencia por parte de ella a toda clase de somnífero o medicamento que la despegara de su sufrimiento y de su culpa. Para ese momento ya fue demasiado difícil hacerle creer que la sensación de estar vigilada no se trataba de un efecto post-traumático del accidente, sino de una vigilancia real. De un acoso constante, y justo cuando logramos sacarla del repentino foco de la atención de Giovanni, pasó entonces que ella se lanzó a buscar, interrogar y acusar a Sander de asesinato. Fue la primera vez que Francis se animó a hacerla parte de la otra mitad del cuento y también fue la primera vez que entendimos que Sam se pudre en culpa y miedo. Que quiere ver el peligro y sentir algo más que el final de todo dentro de una caja vacía y oscura.
Cuando ella se alejó, regresaron las noches mal dormidas por culpa de la cabeza de Francis y su inasistencia. Haciendo uso de su título se las arregló para terminar siendo el profesor de Samantha en la universidad aunque no curzara ninguna palabra con ella se veía que estaba satisfecho de tenerla cerca, y yo, me encontraba genuinamente en paz de que él hubiera aceptado quedarse tranquilo y respetar que ella quería estar al lado de Johan y Lorna.
Cuando la cabeza de los Bourelle voló por los aires y los silenciaron bajo tierra, junto al cuerpo de Ana, sabíamos que algo estaba mal. De un lado las investigaciones cerraron afirmando que el accidente había sido un descuido por parte de los propietarios, un mal mantenimiento de las tuberías. Mientras del otro lado un contacto nos confirmaba, en extremo secreto, que los resultados reales registran y abalan una manipulación en el flujo del gas en las instalaciones. El absurdo cambio de información puso alertas en nosotros y nos obligamos a decidir varias cosas, nos derivamos por una idea: hay que desaparecerla del mapa. Cosa que Francis terminó por ejecutar de una manera que él mismo replanteó en su cabeza. Matarla era, después de todo, una tarea sencilla y coherente teniendo en cuenta su historial de paciente psiquiátrica, con ataques psicóticos, estrés post traumático, uso de drogas y demás. Nadie vendría a acordarse de ella. Nadie iba a buscarla o extrañarla en ningún sitio pues Samantha se había recluido a sí misma dentro de su cabeza, desde hace mucho tiempo.
Tras el fatídico desenlace en la tarde del jueves de la semana anterior, no sé qué estarán haciendo ahora o cuál es la situación allá. No he hablado con él, no sé qué tan fácil ha sido controlarla y explicarle que ahora está muerta para todos y debe comportarse como tal. Desde ese jueves, la pequeña Jullie quedó sin otro refugio que no sean mis brazos. Alguien debía cuidarla, ver por su bien. Alguien... quizá un matrimonio firme y solemne, ¿quién mejor que nosotros para asumir la tarea de su vida? Luego de doce años de matrimonio estábamos preparados para formar una familia lejos de Estados Unidos. Ahora, seríamos cuatro: mi esposo, yo, nuestras hijas: Jullie Rose y María Cavalcanti.
Seríamos mi esposo, yo, nuestras hijas y una casa en Milán.
Quizás un perro.
Una sonrisa.
Unos papeles firmados, una unión falsa.
Ahora seríamos cuatro, cuatro en contra de dos imperios.
Espero que Sam acepte su nuevo nombre.