Marshellie

17

—Francis, no fue para tanto.

—Le gritaste a la persona que dejé a cargo de la niña.

—Es un poco insufrible.

—Está capacitada.

—Eso no le da el derecho de aislarme en mi propia casa. ¿O tú se lo pediste?

—Ya hemos hablado de esto. Con lo que pasó la última vez, es mejor cuidarla.

—¿De mí?

—María.

—¿Vas a cuidarla de mí?

—De todos modos no podrías hacerte cargo. Tienes responsabilidades.

—Claro.

—Vamos, no te molestes por eso.

—¿Clarisse está mejor?

—Sam…

—¿Está mejor?

—Despertó hace unas horas, te manda un beso. Y dice que también un abrazo.

—Dile que yo también la quiero. Estoy recibiendo otra llamada, debo colgarte y atender.

No me despedí, fue mi protesta silenciosa. Su voz áspera se remplazó por la tonalidad dulce de Erick.

—¿María?

—Dime, cariño.

—¿Puedes venir lo más pronto que puedas a la casa?

—¡Cielos! ¿Estás bien?

—Sí. ¿Recuerdas la gala de la que te hablé? Bueno, antes de ella mi familia realiza una celebración más pequeña y privada en la casa. ¿Quieres venir?

—Erick, si es algo pequeño entonces no debería estar ahí. Supongo que solo habrá gente de confianza, ¿no?

—Sí, solo familia y algunos viejos amigos de mi papá. Pero todos saben que me atiendo con un psicólogo. Podríamos decir que se me dificulta estar entre tanta gente, que tengo más confianza contigo y que trabajas duramente en lograr que me reintegre a la sociedad de una forma amistosa y serena.

Tomó aire; yo sonreí con fuerza. Era alucinante todo lo que podía pensar.

—Eres un listillo. ¿Adán estará de acuerdo?
—Eres mi invitada. —Sonreí otra vez— Pero debes venir ahora. La reunión es a primera hora de la mañana y tienes que estar aquí muy temprano.

—Puedo salir temprano, Erick.

—No vas a llegar a tiempo— el corazón se me subió hasta la garganta. ¿Era una trampa de Adán?

—Bueno…

—¿Vienes?

—Sí, Erick, ya voy.

—Perfecto. Te espero aquí. No demores, prepararé todo para que estés cómoda cuando llegues.

—Gracias.

—No demores.

—No lo haré, tranquilo.

—Nos vemos en un rato.

—Nos vemos.

Me lancé sobre mi cama, harta, asqueada. Llamaré a Francis para darle esta noticia. O quizá no lo haga. No me contesta nunca de todas formas. Jullie se durmió en los brazos de aquella arpía chismosa, total, nunca duerme conmigo de todas formas. Le escribo un mensaje a Erick “¿Qué tan formales son estas reuniones?” “Casi nada, son alrededor de la piscina. Ponte lo que quieras” Estuve en calma, no tenía que lucir estirada frente a un montón de estirados de la misma sangre. Una reunión familiar… ¿eso quería decir que Darwin Marshellie estaría entre nosotros? Le escribí a Francis, de una sola le expliqué todo. “Ve” contestó. “Haz lo que sea que veas a donde sea que vayas; escúchalos a todos. A ellos les gusta hablar”

Le pregunté por algo más, una indicación en específico. Este era un paso importante, dentro de unas horas estaría junto a gran parte de la familia Marshellie y en toda la confianza de averiguar algo sustancial de cada uno de ellos. Pero Francis no contestó. Busqué ropa, la puse en un bolso y me fui. Erick me esperaba en la entrada de la casa con una sonrisa picarona. Pasaría toda la noche ahí. Me dio una habitación propia, junto a la suya y me dijo que me llamaría a las ocho para el desayuno, que sería con toda la familia. Cerré la puerta cuando me despedí de él y dormí mirando hacia la ventana por si alguien intentaba entrar y degollarme. Francis seguía sin contestar y Adán sin aparecer, ni siquiera con una llamada amenazante. Estaba sola en una cueva que pronto se llenaría de lobos y pretendo escudarme detrás de Erick. Me daba ansiedad. Eran las doce de la noche cuando la pantalla de mi teléfono se iluminó:

Mensaje de Francis: Has llegado lejos, estás haciendo las cosas bien. Estoy muy orgulloso de ti.

Yo: Mañana estaré reunida con un montón de ellos. Te llamaré cuando pueda para darte detalles y pedirte un favor.
Destinatario: Nicolai Giovanni.

Después de eso caí profundamente dormida.

(…)

—¿Quiénes son?—le pregunté a Erick mientras nos dirigíamos al desayuno.

—Algunos tíos, primos. Ese tipo de gente. Familia. No tomes muy en serio lo que dicen ni te ofendas por nada, suelen ser pesados. Algunos vendrán más tarde, para el almuerzo.

—Entiendo.

—Hablo en serio: no les hagas mucho caso. Seguramente te topas con Sophie y ella es un poco especial.

—¿Por qué dices eso?—casi debo correr para ir a la par suya. Tiene las piernas largas y camina muy rápido.

—Suele llorar cuando nos reunimos—Contesta con cara de pena, como si la mujer le causara lástima—es mi tía abuela; pero es dulce. Aunque puede ser agobiante.

Curioso. Ya sé por quién empezar.

Llegamos a un área cercana a la piscina que había sido preparada con una mesa grande donde se servía el desayuno. Un gran desayuno. Vi a los miembros de la familia por primera vez, tuve una sensación extraña al estar con ellos. Un cosquilleo en el estómago, ansiedad y algunas mariposas. Emoción. Por las descripciones que me dio Erick la anoche cuando llegué, los hombres mellizos que estaban sentados junto a una señora ya mayor eran Edward y Martini Marshellie, primos cercanos, ambos arribando a sus treinta y cinco años y la mujer, madre de ellos, esposa del fallecido Marshellie que era primo de la familia y del que no recuerdo el nombre. Luego algunas primas: Ángela, Jessica, Martina, si lograba recordar con claridad; tíos segundos. Más primos, más tíos y una señora de ojos tristes. Ojos verdes, muy familiares. Me clavó la vista en cuento llegué de la mano de Erick. Sophie, me dije. En el centro de la mesa estaba Darwin, canoso, cansado, ligeramente sorprendido, lleno de ojeras y a su lado el bellísimo rostro de Adán. Nos acercamos a la mesa. Dimos los buenos días a todos, me miraban, no como algo que desencajaba, sino como algo que no esperaban ver a esa hora de la mañana. Era sorpresa lo que había en sus caras, no desaprobación. Me presenté, dije mi nombre, quien era, qué hacía María entre ellos, todos me recibieron con una sonrisa, todos menos Adán. Fue un buen comienzo para con la familia, excepto por lo nervioso que estaba Erick y por lo fuerte que apretó mi mano antes de sentarse junto a su padre, del lado contrario de su hermano. Por mi parte tuve suerte, Sophie me ofreció un lugar junto a ella. Transcurrieron dos horas rápidas entre juegos y comentarios llenos de picardía entre familiares. Luego hicimos un círculo junto a la piscina, pero nadie entró al agua.




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