Si esto es una película imagino que el guionista se saca los mocos mientras escribe y que no tiene una idea concreta, sino que está lanzando cosas al azar a ver cuál cuela mejor. Querido guionista: poner —de alguna forma que solo tú conoces— a Jons Sander en la puerta de mi casa estas horas de la mañana mientras voy con la cabeza hecha un lío a hablar con Adán Marshellie, no ha sido una buena idea. Le he pegado un puñetazo en el rostro y le he tirado, también por la cara, el bolso que yo tenía tirado al hombro; tiene uno de los ojos morados y además un arañazo que le recorre la espalda de punta a punta. Creo que fue con la hebilla del bolso. Le envié un mensaje a Adán diciendo que iba a retrasarme, mínimo, treinta minutos.
—¿Ella es Jullie?—Dijo mientras Francis lo revisaba. Yo me quedé tomando la distancia necesaria, era un asesino, por una vía o por la otra: había matado a una persona.
—No la mires.
—¿Tú no estabas muerta, Samantha? Vi un reportaje muy interesante, dijeron sufriste una sobredosis y que te moriste. Hubo gente que dijo que ya estabas loquita desde antes y que te habías suicidado. Causaste un revuelo por allá —se carcajeó, Clarisse miraba todo a la misma distancia que yo guardaba.
—Me daría mucho gusto si tú también te suicidas. Pero a mi diferencia, a nadie iba a importarle, los presos se mueren todo el tiempo y a nadie le interesa.
Se le murió la sonrisa en los labios. Clarisse tenía esa cara que se suele poner cuando sabes que algo está a punto de explotar e intentas detenerlo reteniendo el aire. Yo no entendía, señor guionista, de qué forma él había llegado hasta aquí. Entendería que no se lo hubieran comido los tiburones, esa carne debe de estar podrida, ha de causar indigestión. Pensar en que Francis le brindó ayuda me daban ganas de bañarlos a ambos en gasolina y prenderlos.
—Sam —"papá" habló—, ¿no tenías que trabajar? —Sí, tabajar en hundirte.
—¿Tanta prisa tienes porque me vaya, Francis? ¿Tienes que contarle algún secreto a esta cosa?
—Samantha, por favor… —A Clarisse se le fracturó la voz con esa oración tan simple.
—No voy a dejar a este cerca de Jullie.
—Yo me quedaré con ella. —Dijo para aplacar los humos. Miré a Francis con ganas de sacar las fotos, de contarle, de exigirle. "¿Qué hacías tú con mi mamá?" pero también me interesaba lo que Adán quería decirme con tanta insistencia: “Lo siento” ¿Quizás? O “Di tus últimas palabras” Cualquiera de las opciones era válida. Todo me servía para cubrir diferentes necesidades. Nicolai, Adán, cualquiera de los dos me servía para arrancarle la cabeza a Sander.
Poco imaginé que tanta prisa y formalidad comenzaría en la empresa, continuaba con su casa y acababa en su cuarto. Me senté sobre el colchón de su cama, él arrastró una silla y la puso frente a mí. Menos de un metro nos separó. Adán me observaba en silencio esperando el segundo —el valor exacto— para hablarme. Yo esperaba que sacase un arma y la pusiera en mi cabeza “Di tus últimas palabras” No estaría mal, incluso había pasado el pestillo de la puerta.
—Lo siento —y bajó la mirada por la vergüenza, solo fue un segundo. Luego volvió a levantarla— por lo que pasó en la piscina aquel día. Por la mujer de Francis… por todo —era un animalito arrepentido volviendo con la cola entre las patas.
—¿Por Ana también te disculpas?
—No le he hecho nada a ella. No podría haberlo hecho.
—¿Por qué?
—Era una relación complicada; ella era complicada. Sam, no quiero jugar al gato y al ratón contigo. Estoy cansado de esto. No quiero perseguirte y que tu corras a esconderte o viceversa, no quiero. Como tampoco quiero seguir las leyes de esta familia.
—¿A qué quieres llegar?
—A una tregua.
—¿Tú quieres una tregua? ¿Por qué?
—Porque siento que algo está despertando dentro de ti.
—No te pongas misterioso, Adán.
—Pero es cierto. Comienzas a darte cuenta de los matices de la historia. ¿Francis aún no te ha contado sobre el amorío ese que tuvo con tu mamá? —Fue él quien mandó las fotos, lógico, Samantha, lógico, María. Lógico. De la forma más sincera negué todo conocimiento sobre esa cuestión. —Y eso que solo fue un romanceo corto, cosa de universitarios que quedó ahí mucho antes de que tú nacieras. En realidad no tiene importancia, pero su fijación por ti viene desde un poco antes, ¿te das cuenta? —Habla tan cerca que su voz a veces se quiebra y se transforma en susurro— Apuesto todo a que no te atreves a preguntarle.
—¿Fuiste tú quien mandó a la directora de Franklin-Stone a entregarme la carpeta?
—Sí.
—¿Y por qué no me dijiste directamente lo que sabías?
—¿Ibas a dejar que te hablara tan de cerca, Samantha? —buscaba convencerme de algo y en el proceso utilizaba todos los métodos que tenía a su alcance. Se acomodó en su asiento de tal forma que reposaba la cabeza sobre sus dedos, se apoyaba desde el codo en sus rodillas y hacía que su cara quedara, en altura, por debajo de la mía. Daba la impresión de que sus ojos eran más grandes, como el de una pantera. A la vez parecía un niño contándome la travesura que andaba haciendo. Y no, no lo iba a dejar acercarse, solo en una situación como esta aceptaría que se me acercara tanto.
—Cuando me llamaste no tenías la certeza de que ya había abierto la carpeta.
—Lo harías tarde o temprano, además necesitaba que vieras las fotos y pensaras por ti misma. Dime, cuando hojeaste lo que te envié, ¿pensaste en hablar con Francis al respecto?
¿Podía ser sincera?
—No.
—Entonces la confianza entre ustedes no es la que prédicas y ahora con... Jons, supongo que ya no habrá mucha.
No me molesté pensando en por qué Adán sabía eso, últimamente, todos saben qué hago con mi vida.
—¿Qué es lo que quieres, Adán?
—Francis y yo somos familia, —lo sabía pero no había manera de asimilar algo como eso— él ha sido inversionista de ma MaryLine, ha tenido ganancias de la empresa y las sigue teniendo. Algunas veces ha manejado los negocios y me ayuda a tomar buenas decisiones.