Martí la hormiga, no era una hormiga particular, Marti reía mucho, era muy juguetón, apenas era su tercer día de vida, y aun siendo tan joven tenía ideas más grandes que el mar.
A Marti le gustaba inventar, diseñaba sus propios juguetes, su habitación era la más hermosa del hormiguero, era la envidia de muchas hormigas, incluso cuando iba a el aula de clase las hormigas superiores y las hormigas profesoras admiraban como hacía sus tareas, siempre de la forma más creativa y espectacular.
Cuando creció un poco más se volvió muy trabajador, como era una hormiga obrera le tocaba todo el día recolectar hojas o granitos de azúcar para la reina, lo hacía siempre con mucho amor y nunca se quejó de su labor.
Hasta que un día en su cumpleaños, casi en la mitad de su vida, la hormiga reina le cuestionó a un grupo de sus hijos, ya que cientos de hormigas cumplían años el mismo día que Marti y estaban en una gran reunión.
La reina les dijo a todos: -escojan a un hermano, ese hermano que escojan, será su compañero de vida de ahora en adelante, será su apoyo en todo momento y de la única forma en la que se separarán, será la muerte.
Marti era muy sociable y no soportaba la idea de pasar lo que le quedaba de vida junto a una sola hormiga, así que se quedó quieto viendo como entre sus hermanos hormigas escogían con quién se iban a quedar. Él no lo entendía, parecían muy felices, pero él no se sentía en capacidad de solo elegir a alguien y cerrarse al resto de hormigas.
Marti recibió una pequeña patadita de una bella hormiga, de una hermosa piel castaña y unas antenas brillantes.
La castaña le habló: -¿ya encontraste a tu pareja? y
Martí respondió: -No, y esa idea me aterra.
La hormiga castaña pensaba igual que Marti, pero ella en vez de tenerle miedo a la compañía le tenía miedo a la soledad. Las dos hormigas hablaron un rato más mientras veían como sus hermanos si elegían y entre la multitud se escabulleron del lugar sin que se enterara la reina ni nadie, decidieron abandonar el hormiguero para siempre y así evitarse regaños o castigos por desobediencia.
Los dos se preguntaban sobre que harían de ahora en adelante, pero Marti ya tenía todo muy claro, con su gran creatividad, iba a crear una hormiga que lo acompañara para todo, su plan era que pudiera modificar su mente, así él podría hacerlo cambiar de personalidad y Martí no sentiría que está siempre con la misma persona, y de alguna forma así cumpliría el mandato de la reina.
La hormiga castaña lo apoyó de inmediato, ella no tenía amigos, y no quería quedarse sola, pero nunca le dijo esto a Marti. Y le propuso acompañarlo y ayudarlo en su creación. Marti lo pensó dos veces, pero no se negó a aceptar su compañía.
El chico intentó hacer su creación por tres días, el primero intento con hojas de cerezo, pero la hormiga verde jamás caminó, el tercer día lo intentó con un gran grano de lentejas, que la castaña le ayudó a mover porque él solo no podía con ella, y el último día antes de rendirse intentó crear la hormiga con azúcar morena que se encontró, todas las hormigas que había creado eran hermosas, pero ninguna le habló ni reaccionó. Martí no sabía en que consistía la vida y cómo crearla.
Marti y la hormiga castaña no sabían qué hacer, seguramente si volvían al hormiguero los iban a castigar por haber huido y por no emparejarse con alguno de sus hermanos, así que decidieron quedarse por fuera del hormiguero. Pasaron frías noches debajo de árboles pequeños, y les tocó esconderse de grandes gotas de agua y soles tenaces, como a cualquier hijo pródigo.
Marti y la hormiga castaña decidieron volver donde la reina, pues un día, cuando se vieron en el reflejo de un río, se dieron cuenta de lo delgados que estaban, y de lo feos que se veían. La piel brillante de la castaña estaba opaca, y sus antenas ya estaban dobladas y magulladas.
Cuando entraron de nuevo al hormiguero, iban directo al cuarto de la reina, querían saber si los aceptaban de nuevo, las dos entraron con la cabeza agachada y mirando el suelo de la vergüenza, sin embargo sus hermanas hormigas estaban felices de ver a Marti de nuevo, y la hormiga castaña a pesar de no tener amigos se encontró con viejos conocidos que la criaron y se pusieron muy felices de su llegada.
No todo era muy bonito, muchos de los que no los conocían hacían malos comentarios de sus físicos y su inminente abandono, pues en el hormiguero todos estaban gorditos y de pieles brillantes.
Cuando llegaron al cuarto de la reina, los dos se pusieron a llorar, y se arrodillaron ante su majestad, la reina.
-Te hemos fallado. - Dijeron, y siguieron su llanto.
Las dos hormigas explicaron todo lo que habían hecho, Marti expresó más dolor porque él fue el que inicialmente no quiso escoger una pareja y condujo a la castaña a huir del lugar, así que pidió ser condenado y que le quitaran toda la culpa de la castaña, para que ella pudiera seguir una vida obrera y normal.
La reina, casi en risa les dijo a los dos:
-Muchachos, pero sí exactamente han hecho lo que les había pedido, se emparejaron y vivieron su vida en unión, así no haya sido para servirme. Tomó un aliento y siguió: -Coman y beban lo que sea necesario y ya no trabajan, pues el apogeo de ambos pronto se verá.
Exactamente eso hicieron, Marti y la castaña no se preocuparon más por trabajar y gozaron del alimento con más hormigas adultas, Marti hablaba con los demás pero se dio cuenta que realmente solo con la castaña era que disfrutaba hablar, que esa hormiga era la que más le había ayudado en toda la vida y que no necesitaba de nadie más.
Moraleja: El amor no se crea ni se destruye, simplemente nace en los corazones.