CAPÍTULO I: Otra vez desde cero.
Martín y sus sentimientos encontrados.
—Fallé de nuevo. —repetía una y otra vez Stone en voz baja.
Estaba sentado en silencio, observando cómo caía el naranja
atardecer. Era un cielo hermoso y los sentimientos que suelen despertar estos momentos son inexplicables. Para él, la palabra más cercana para describir el paisaje era tranquilidad, pero por más que lo intentaba no lograba sentir esa calma. Solo miraba a su alrededor y veía a las familias siendo felices, a las personas disfrutando de la vida como si solo tuvieran una oportunidad para vivir. En el fondo, él también sabía que solo tenía una oportunidad para vivir.
Martín al sentir la brisa del mar golpeando su rostro y escuchando el romper de las olas en las grandes rocas de la costa, se preguntaba por qué no podía disfrutar del momento por qué no podía disfrutar del
mar. La playa en la que se encontraba era como un pequeño paraíso con un mar de color celeste y hermosas palmeras. Al mirar hacia su alrededor ni siquiera se veía el final de la playa debido a su inmensidad.
—Y si deja de estar ahí sentado y entras mejor al agua. —dice Silvia.
Escucharla hace que el joven Stone pueda salir de sus pensamientos, ella no era ninguna persona para él... Ella era una de las personas más importantes que conocía. Siempre estuvo para él incluso en esa oscura etapa donde se sintió atrapado en un pozo profundo de tristeza y soledad, ella siempre estuvo ahí para él.
—Está caliente el agua. —agregó Silvia consternada al ver en su expresión sus dudas sobre entrar o no al mar.
Para Silvia, Martín fue esa persona que le enseñó a ver siempre el lado positivo de las cosas, sin importar los problemas que pudieran
surgir. Cada vez que lo veía y lo abrazaba, Silvia sentía una nostalgia que solo experimentaba cuando era pequeña y estaba con sus
padres. Aunque en su interior temía perder a Martín algún día, Silvia era valiente y enfrentaba los problemas por sí misma. Sabía cómo lidiar con sus propias inseguridades. El vínculo entre Silvia y Martín era especial, lleno de amor y apoyo mutuo. Juntos, encontraron la fuerza para superar cualquier obstáculo que se les presentara. Silvia admiraba la forma en que Martín siempre veía el lado bueno de las situaciones y le agradecía por enseñarle a hacer lo mismo. Para ella, Martín era su roca, su refugio en medio de la tormenta.
—Ya vente ¿no te aburres de estar ahí sin hacer nada? —dijo esta vez Deiver con su característica sonrisa que alegraría a cualquiera.
Deiver, él era alguien espontáneo que le gustaba llenar de bromas y alegría a los demás, era como su hermano a pesar de no compartir sangre, el paso del tiempo los hizo ser tan unidos como lo eran ahora.
—¡Bien! Ya voy, estaba disfrutando un poco del paisaje —dijo Martin mientras se levantaba de la toalla donde había estado sentado.
Para ellos era fácil decirle a Martín que disfrutara del momento, pero para él no resultaba tan sencillo. Hace apenas dos minutos, presentió la muerte de Silvia. ¿Pueden imaginar la impotencia de intentar una y otra vez cambiar el destino y terminar siempre en el mismo lugar? Martín experimentó esa impotencia, la sensación de no poder hacer nada una y otra vez. Algunas personas ven morir a sus seres queridos una vez y algo dentro de ellas se apaga para siempre. Pero él, ha visto morir a esa persona más de doce veces, sin poder evitarlo. Imagina cargar con ese peso en tus hombros.
Allí estaban los tres, disfrutando de un momento tranquilo entre amigos. En ese instante, Stone solo tenía ojos para ella. Después de
cada salto hacia atrás en el tiempo, le resultaba muy difícil verla viva. Sin
embargo, para Martín, allí estaba ella, riendo. Su sonrisa era hermosa y cálida, con su cabello largo y liso de color castaño, con destellos rojizos bajo la luz del sol. Sus ojos color café eran cautivadores. Cada vez que una ola llegaba, Silvia terminaba casi revolcada en la orilla. Ella era pequeña, apenas medía un metro sesenta y dos, con una piel muy clara debido a la herencia de sus padres. Martín solía llamarla cariñosamente Silsi.
Después de una hora y media, el cielo empezó a oscurecerse y decidió encender una fogata antes de que fuera demasiado tarde y no pudiera ver nada.
—Voy por leña. —aviso Deiver secándose con su toalla morada.
—Martín y yo vamos buscando un lugar en la arena para la fogata. — dice Silvia.
Mientras que Deiver buscaba leña, ahí estaban los dos sentados en la arena cavando el hueco para la fogata.
Su mente estaba dispersa, le era difícil procesar que ella realmente estaba viva.
Silvia en el fondo sabía que a Martín le ocurría algo extraño, lo conoció y sabia reconocer cuando no se sentía bien y por esa razón siempre traía de dar lo mejor para que él se pudiera sentir mejor. Ella en el fondo sabía lo que sentía, ella podría leer a través de él como un libro abierto.
—No tengo nada, estoy un poco cansado.
—Muy graciosos. —ríe Silvia sarcásticamente —No te metas con mi panza, y sí, si estoy embaraza de comida, ¿Cómo quieres que le pongamos?
—Se llamará Bartolomé —dice sonriéndole.
—Pero... ¿Qué clase de nombre es ese? —se quejó casi llorando de la risa.
Para Martin verla reír era una de las mejores cosas del mundo.
—Oye Silvia, pregunta un poco extraña ¿qué harías si tuvieras la habilidad de viajar al pasado y evitar la muerte de alguien a quien amas? ¿Lo harías? —preguntó Martín mientras jugaba con la arena, impidiendo mirarla.
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Editado: 27.02.2025