Más Allá.

(Cap. 6) - La casa sin su luz

La bóveda se cierra y pasan más de tres horas en que todos seguimos ahí. El cielo parece caerse y empeora con el paso de los minutos.

Ya está lo suficientemente oscuro y no me puedo negar a irme. Hace demasiado frío, pero sería capaz de pasar la noche entera con tal de que ella no esté sola. Será su primera noche a solas en años. Y sé que, ciertamente, ella ya no está ahí… pero mi mente me confunde, haciéndome pensar que sí lo está.

Al llegar al departamento, todo se vuelve aún más difícil. Solíamos llegar siempre juntas, tomadas de la mano, e ir directo a la cama; una sobre la otra. Pero no… ya no volverá a ser así.

Ahora entro abrazada a mi padre y, al entrar, me convierto en el centro de atención. Jamás me gustó serlo. A diferencia de Steff, nunca me gustó llamar la atención o que todos quisieran estar cerca de mí. Muchos pensarían que mi vida entera era ser su sombra… y, de alguna forma, era cierto. Yo solo quería ser la sonrisa que la esperaba tras los escenarios.

Ella salía y lo daba todo en sus conciertos, y yo solo daba lo mejor de mí para ella y para ayudarla a hacer sus sueños realidad. Y no me arrepiento de eso: lo haría mil veces más si fuese necesario.

—Tara… la tina está lista, cariño. Llámame si necesitas algo —Freddie.

No respondo, pero obedezco. Tomo una larga ducha mientras medito acerca de mi vida. No es fácil, pero es necesario. Ahora todo está de cabeza. No hay una razón por la cual quisiera despertar mañana, pero sé que debo hacerlo.

Las lágrimas corren con prisa por mi rostro. Se desvanecen sobre mi barbilla e inmediatamente sale otra.

Salgo de la tina y me envuelvo en una de sus toallas. Respiro hondo y siento su aroma aún en todo el lugar. De alguna forma, eso tranquiliza mi corazón. Los latidos se hacen más suaves y puedo, por primera vez en el día, pensar en algo más: “¿La playera negra o la blanca?”. No tengo ni la menor idea. Pero voy directo al armario.

Al abrirlo me topo con un gran espacio. Sus cosas ya no están; solo las mías siguen en los ganchos y eso desata infinidad de emociones. Me lleno de odio. Las manos me tiemblan y una energía incontrolable se apodera de mí.

Tomo la primera playera que veo y me la pongo. Abro el cajón y tomo un par de bragas que me pongo de camino a la puerta.

Al salir a la sala veo cómo se han encargado de desaparecer cada retrato, cada premio en los armarios y cada cosa que ella en algún momento amó.

—¡¿Qué demonios?! —camino lentamente mientras examino cada rincón—. ¿Qué han hecho? —grito con furia.

Todos en la sala me observan. Las cajas están unas sobre las otras a un lado de la puerta del servicio.

¿Qué carajos están haciendo con sus cosas? ¡¿Quién les ha autorizado a mover algo?!

—Tara, tranquilízate, cariño… —mi madre se acerca queriendo controlarme, pero doy un par de pasos hacia atrás, haciendo que se detenga.

—¡FUERA! ¡LÁRGUENSE YA DE MI CASA! ¡NO LOS QUIERO VER! ¡A NINGUNO DE USTEDES! —grito furiosa mientras señalo la puerta—. ¡LÁRGUENSE AHORA!

Veo lágrimas correr nuevamente sobre sus rostros. Cynthia intenta acercarse a mí, pero no se lo permito. No los quiero cerca de mí o de sus cosas. Nada les da el derecho de quererme quitar sus recuerdos también. Son míos y quiero conservar hasta el último de ellos.



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En el texto hay: perdida, lgbt+, luto

Editado: 22.12.2025

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