Mis ojos se sienten pesados, pero una gran luz los invade. Abro los ojos y no tardo en notar que estoy nuevamente soñando. Me pongo de pie y veo caer una tela blanca sobre mí. Mis manos se resbalan sobre ella y noto que es mi vestido.
—Tar-Tar… —su voz me llama dejando un gran eco en el lugar, que parece no tener comienzo ni final—. Tar-Tar, ven aquí, cariño…
—¿Steff?
—Sí, linda. Soy yo. Aquí estoy… ven conmigo… corre. Corre, Tar-Tar.
Mi corazón late rápidamente y la emoción se apodera de mis entrañas. Siento que las mariposas han vuelto. Siento que puedo hacer cualquier cosa. Comienzo a correr a toda marcha. Mi cabello se revuelve en mi cara, pero no le doy importancia. Corro sin saber dónde está; solo sigo su voz hasta que caigo.
Al caer vuelvo a escuchar una voz, pero esta vez no es la suya.
—Vamos, Tara. Regresa. ¡Regresa! —tardo en reconocerla, pero al final lo hago. Es la voz del Dr. Lewis.
Me levanto y me quedo un momento inmóvil. Intento volver a escuchar algo y es ahí donde aparece ella. Ahí está la luz y, por fin, le veo un final a todo esto.
—Ven, cariño —susurra al extender su mano—. Vamos, Tar-Tar… se nos hace tarde.
—¿Tarde para qué? —susurro.
—Tara, tú puedes. Vamos, SaveLo, no puedes irte ahora. Tú eres fuerte… —Lewis.
—Vamos, Tara. Corre. Hazlo… ven aquí, nena… —susurra, con voz quebradiza, Stefani.
—¿Por qué lloras, Steff? ¿Estás bien?
—Lo estoy, babe… —dice al sostener mis manos—. Cariño, ha llegado el momento. Debes elegir. Puedes seguir corriendo y venir aquí, conmigo, o… —comienza a llorar— o despertar y regresar con ellos…
—No… yo…
—¡Tenemos pulso! —interrumpe Lewis.
—Escoge ahora, Tar-Tar —susurra serena Steff.
Tomo tanto aire como mis pulmones me lo permiten y dejo la decisión a mi subconsciente. Sin darme cuenta he empezado a correr nuevamente. Lo hago tan rápido que me asombra.
—El pulso disminuye. La perdemos, Dr.
—Corre, Tar. Ven aquí, babe… —Steff abre sus brazos y rápidamente llego hasta ellos.
Me dejo caer en sus brazos y me aferro a ella. Su olor me invade nuevamente y escucho su corazón latir. Levanto la mirada y ella me mira sonriente. Sonrío al ver que de verdad es ella. Podría llorar en este momento, pero no recuerdo cómo hacerlo.
La beso… la beso con ansiedad, como si lo necesitara para vivir, y definitivamente es así. Me separo un poco y ella entrelaza sus dedos con los míos. Es esa la sensación más maravillosa que jamás haya tenido.
—Te amo, Steff… más que a mi vida, cariño…
—Yo te amo a ti, mi Unicornio. Y así va a ser hasta el fin de los tiempos.
*
—La hemos perdido, Dr. Hora del descenso: 4:22 p. m.
—Exactamente a la misma hora que ella… —susurra Lewis.