Mas alla de la luna: La leyenda de Mein Yin.

Capitulo 2

China - Imperio Chan - Gobernado por el Emperador Jin Zhao y su esposa Jin Lian.

Desde que tengo memoria de mi vida mortal, el Imperio Chan ha sido el segundo más poderoso después del Imperio Qui. Se trata de una tierra próspera, rica en economía y bendecida para todos aquellos que viven bajo su manto. Su estrategia militar ha sido la envidia de los imperios vecinos, quienes aún hoy no comprenden algunos de nuestros movimientos tácticos. A diario se preguntan cuál es nuestro secreto.

Y, a diferencia de otros emperadores, el nuestro sí guarda uno. Un secreto que, con el tiempo, no solo le costaría la vida a miles, sino también a los miembros de su propia casa. Un secreto que, como yo, estaba destinado a salir a la luz. Costara... lo que costara.

-¡Yin, abajo! -gritó una voz de advertencia.

Gracias al grito, Yin logró esquivar unas gruesas ramas que bloqueaban su camino mientras corría montada a caballo.

-¿No puedes esperar siquiera a que cuente hasta tres? -le reclamó Xiao Ba a Zhao Chen, su compañero de carreras, mientras galopaban casi a la par.

-¡Claro que podría! Pero eres demasiado lento -se burló Zhao Chen, espoleando a su caballo para acelerar aún más.

-¡Cállense y sigan! ¡Les estoy ganando! -exclamó Hao.

-Oh no, eso jamás -dijo Xiao Ba tomando la delantera por unos centímetros. En cuestión de segundos, ya se encontraba varios cuerpos más adelante-. ¡JAJA! Lo ven, nadie me gana en esta vida.

Los cinco jóvenes competían a toda velocidad montados en sus caballos, completamente concentrados en su carrera. Tan absortos estaban, que apenas notaron el puente que se alzaba a unos metros frente a ellos: el límite del territorio del estado Chan.

-¡Alto! -gritó Yin, la primera en frenar su caballo. Zhao Chen, al verla detenerse, alzó la mirada y frenó de golpe al darse cuenta del peligro.

-¡Deténganse ya! -vociferó con todas sus fuerzas.

El grito de Zhao Chen hizo reaccionar a los demás, quienes tiraron de las riendas bruscamente. Todos menos Xiao Ba, que no solo no se detuvo, sino que instó a su caballo a correr aún más rápido. Al mirar a los lados y notar que sus amigos ya no lo seguían, decidió ignorarlo todo. Solo quería ganar.

-¿Qué cree que hace ese idiota? -preguntó Zhao Chen mientras observaban cómo Xiao Ba se acercaba al puente de la muerte.

-No lo sé... supongo que frenará -respondió Jin Hao, encogiéndose de hombros.

-Yo digo que lo cruzará -opinó Wong Chuye.

-Cinco monedas a que lo cruza sin detenerse -propuso Zhao Chen.

-Hecho -aceptó Jin Hao.

Mientras tanto, Xiao Ba seguía alejándose, completamente dominado por la adrenalina. Sin embargo, un impulso instintivo lo obligó a abrir los ojos y darse cuenta del error que estaba a punto de cometer. Recuperando el juicio, tiró con fuerza de las riendas. El caballo, al intentar frenar, tropezó con una de sus patas traseras. Ambos cayeron aparatosamente.

-Ay... eso tuvo que doler -comentaron los chicos, arrugando el rostro al ver la brutal caída.

-¿Creen que sobreviva? -preguntó Jin Hao.

-Tiene que hacerlo, si no el General lo matará -bromeó Zhao Chen, provocando las risas del grupo.

Mientras reían, vieron a Xiao Ba intentar levantarse, apoyándose en su espalda con dificultad.

-¿No creen que deberíamos ayudarlo? -preguntó Wong Chuye.

Observaron cómo su amigo intentaba enderezarse, pero las heridas lo obligaban a encorvarse.

-Eh... supongo que estará bien -murmuró Zhao Chen, sintiendo el dolor ajeno como propio.

Xiao Ba, adolorido y cubierto de raspones, se acercó a su caballo para intentar lo más difícil: levantarlo. Tras un esfuerzo prolongado, finalmente logró regresar hasta donde estaban los demás. La primera en acercarse fue su media hermana, Yin, furiosa.

-¡¿Qué crees que estabas haciendo, ah?!

-¡Oye, por tu culpa perdí la apuesta! -se quejó Jin Hao, príncipe del Imperio Chan.

-JAJA, es hora de pagar, principito -vaciló Zhao Chen.

-¡No me llames así, Zhao Chen! ¡Tengo nombre! -replicó Hao.

-Sabes perfectamente que tenemos prohibido cruzar ese puente, y aun así casi lo haces -reprendió Yin.

-Pero no lo crucé, Yin. Puedes relajarte.

-¿Y si te hubieran visto? -interrumpió.

-¡Pero no lo hicieron! Mira a tu alrededor, no hay nadie. -Señaló en todas direcciones.

-Aun así, no podemos arriesgarnos -añadió Wong Chuye-. Estamos a un paso de convertirnos en agentes, y si rompemos las reglas, el emperador no nos lo perdonará.

-Chuye tiene razón. Conociendo a mi padre, no les perdonará ni el más mínimo error mientras sean aprendices -dijo Jin Hao con seriedad.

-Es absurdo. ¿Por qué no podemos cruzarlo? ¡Cualquiera puede hacerlo! Es una regla ridícula -se quejó Xiao Ba.

-Mejor guarda tus comentarios -intervino Jin Hao, mirando a su alrededor-. El viento también escucha... y habla.

-Y no es estúpida, Xiao Ba. Todos aceptamos el tratado cuando decidimos convertirnos en aprendices -respondió Yin.

-Agh... qué más da -masculló Xiao Ba mientras volvía a montar.

Zhao Chen alzó la vista y notó que el cielo comenzaba a teñirse de tonos cálidos. La tarde estaba por terminar.

-Deberíamos volver. Si no, la noche nos atrapará en el bosque.

Los demás asintieron y comenzaron el camino de regreso a paso lento.

El trayecto de regreso los condujo a su ciudad natal, un lugar rodeado de bellos paisajes, montañas y ríos. La ciudad, además de su belleza, era un importante centro comercial, visitado tanto por extranjeros de paso como por comerciantes.

Durante el recorrido, Xiao Ba no pudo contener una duda que le carcomía por dentro.

-Por cierto... ¿qué creen que pasará cuando superemos las pruebas finales?




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