Mas alla de la luna: La leyenda de Mein Yin.

Capitulo 12

Un nuevo día finalmente había amanecido, disipando la espantosa y dolorosa noche anterior. Las puertas de la capital se abrieron como de costumbre, permitiendo la entrada de cientos de personas: algunos llegaban con fines comerciales, otros simplemente para disfrutar del turismo que ofrecía la ciudad imperial.

La rutina comenzaba a despertar en cada rincón. Los hombres se preparaban para sus tareas diarias, mientras que las mujeres se encargaban de los niños, del hogar... y en la Mansión Mein no era diferente.

Desde temprano, las esclavas ya recorrían los pasillos cumpliendo con sus obligaciones. Hiu Shy, siempre puntual, se presentó ante mi padre para entregarle los informes de la mañana. Por su parte, mi madre se había levantado temprano para recoger flores del jardín junto a mi hermana menor, una costumbre que disfrutaban juntas siempre que el clima lo permitía.

La hora del desayuno familiar se aproximaba.

Mis hermanos ya estaban despiertos y listos para presentarse ante nuestros padres. La primera en llegar al comedor fue la pequeña Jin Xi —aunque todos le decimos Xyn—, quien, antes de sentarse, se retiró unos minutos para preparar té. Poco después, apareció Chanzu, el mayor de mis hermanos, seguido por Xiao Ba, el segundo en la línea.

Todos ocuparon sus respectivos lugares en la mesa, todos... menos yo.

Notando mi ausencia, Xyn se ofreció voluntariamente a ir a mi habitación para buscarme. Mi padre asintió en silencio, dándole permiso, y ella se despidió de la mesa con una ligera reverencia. Pero antes de dirigirse hacia mis aposentos, pasó por la cocina y dio instrucciones específicas para que prepararan mi desayuno favorito.

—Y asegúrate de que esté caliente —ordenó con autoridad infantil a una de las esclavas—. Tú me acompañarás con la bandeja.

Cuando todo estuvo listo —no era una preparación complicada—, partieron hacia mi habitación. Xyn avanzaba sigilosamente, como si planeara una travesura, mientras la esclava caminaba detrás de ella cargando con cuidado la bandeja. Al llegar, entraron con la cautela de un ladrón. Se movieron en puntillas hasta la mesa de noche al lado de mi cama, donde Xyn ordenó que se colocara la bandeja con cuidado.

—Ahora sal sin hacer ruido —susurró con una sonrisa maliciosa.

Una vez solas, pude notar en su rostro esa chispa traviesa que siempre la precedía cuando estaba por hacer una de sus "grandes ideas".

Se quitó las zapatillas, respiró hondo, y sin previo aviso se lanzó sobre mí, dejando caer todo su pequeño cuerpo sobre mi abdomen.

—¡Agh! —exhalé de golpe, despertando con un espasmo de dolor—. ¡¿Jin Xi, qué diablos haces?!

Ella soltó una carcajada encantada con el resultado de su plan.

—¡Yin, tienes que ver la cara que pusiste justo ahora! —exclamó, divertida, mientras rodaba fuera de la cama y seguía riéndose como si nada.

—¡Casi me matas! ¿Has estado comiendo más de lo normal estos días? —le dije frotándome el estómago y sentándome con dificultad.

—¡¿Me estás llamando gorda?! —espetó, ofendida.

—¿Yo? ¡Claro que no! —respondí con sarcasmo, alzando una ceja.

Fue entonces cuando el delicioso aroma del desayuno alcanzó mis sentidos, provocando un rugido en mi estómago. La noche anterior me había dejado agotada, hambrienta... y algo extraña.

—¿Eso es para mí? —pregunté, señalando la bandeja.

Xyn asintió con orgullo y sirvió una pequeña porción en un cuenco. Apenas me lo entregó, lo devoré con una urgencia poco habitual, como si no hubiera probado bocado en días.

—Tranquila, Yin. Come despacio —dijo, observándome con una mezcla de sorpresa y preocupación—. Pareces una prisionera recién liberada.

Me sirvió una taza de té, la cual acepté con gratitud y usé para ayudarme a tragar la comida que me metía a la boca sin parar.

—Lo siento... —murmuré finalmente, un poco avergonzada.

—¿Dónde estuviste anoche? Pasé varias veces por tu habitación y no estabas —preguntó con tono casual.

Me detuve en seco. Aunque aún tenía arroz en la boca, dejé de masticar. Su pregunta me tomó por sorpresa y no tenía preparada una excusa lo suficientemente buena.

Pero Xyn, con su natural ligereza, cambió de expresión rápidamente, como si no quisiera incomodarme.

—No importa —añadió encogiéndose de hombros—. De todos modos, no es que me interese tu vida nocturna.

Asentí, aliviada por su falta de insistencia. Me tomé mi tiempo para tragar la comida y comencé a comer con más calma, esta vez con más cuidado.

—¿Irás al entrenamiento hoy? —preguntó, retomando su tono jovial.

—Claro —respondí con la boca medio llena—. Las pruebas finales están cerca, y debo destacar entre los mejores.

Xyn frunció el ceño y sirvió otra taza de té.

—¿Y por qué tanto afán por ser la mejor? Deberías concentrarte en encontrar un buen esposo.

—¿Y eso es importante? —dije sin dejar de masticar.

—¡Por supuesto que lo es! —protestó con pasión—. Imagínalo: podrías ser la dama de un general joven y apuesto... —se refería al recién ascendido del Estado Este, un hombre muy codiciado—. O del segundo príncipe del Imperio Norte... O incluso de un futuro emperador —murmuró con ojos brillantes, aludiendo al heredero del trono del Sur—. O por qué no, podrías casarte con un noble. ¡O piensa más en grande! ¡Ser la madre de una nación entera como esposa del Rey de Qui!

No pude evitar soltar una risa sarcástica ante su entusiasmo.

—El rey de Qui es un viejo. Puede quedarse con una de sus concubinas —respondí, restándole importancia.

Xyn hizo una mueca, pero no se dio por vencida.

—Bueno... si no te gusta el rey, entonces el príncipe del Norte. Es joven, educado, y está buscando esposa. Dicen que es tan apuesto que hasta las flores más hermosas se inclinan ante él. Y que... —bajó la voz, inclinándose hacia mí—...es un galán en la cama.

Me acerqué también, fingiendo interés.

—¿Y tú cómo puedes estar tan segura? No me digas que... ¿ya se conocen?




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