Capitulo 15

Chanzu asintió y sacó del borde de su manga un pequeño frasco de color perla. Yin lo tomó con delicadeza, observándolo con detenimiento.

—¿Cómo lo conseguiste? —preguntó con cautela.

—El Primer Príncipe me debía un favor —respondió su hermano con simpleza—. Se lo pedí y finalmente ayer logró conseguirlo.

—¿Entonces no estuviste de cacería? —inquirió Yin, alzando una ceja.

—La cacería fue solo una excusa. No podía permitir que me siguieran si decía otra cosa —explicó mientras se acomodaba la manga.

Sin dudarlo, Yin destapó el frasco, extrajo una pequeña semilla y la ingirió en silencio.

—Gracias, Chanzu —dijo con sinceridad.

—No es gratis. Me lo debes —replicó él con una leve sonrisa.

Tras un breve silencio, Chanzu se puso de pie y miró por la ventana.

—Xiao Ba te está esperando afuera. Deberías darte prisa o llegarán tarde.

Yin se despidió de su hermano con un asentimiento y abandonó la residencia. Antes de partir, se dirigió al despacho de su padre. Al no encontrarlo allí, se encaminó al jardín donde vio a su madre, Jin Joo, seleccionando flores aromáticas. Se sentó junto a ella y la saludó con un beso en la mejilla.

—Buenos días, madre.

Jin Joo se alegró al verla y tomó la tetera, dispuesta a servirle té, pero Yin la detuvo suavemente.

—Temo que no me quedaré mucho tiempo, madre.

—Aun así, no deberías rechazar una taza de té ofrecida por tu madre —replicó Jin Joo con una sonrisa dulce.

Yin bajó la cabeza, avergonzada, y aceptó la taza. Ambas brindaron suavemente y bebieron.

—¿Sabes dónde está padre? Me acerqué a su despacho, pero no lo encontré. Tampoco vi a Hiu Shy.

—Tu padre salió temprano esta mañana —respondió su madre sin dejar de manipular las flores—. El emperador lo llamó al palacio. Hoy son los exámenes finales de conducta.

Después del té, Yin se despidió y se dirigió a la entrada, donde encontró a Xiao Ba acariciando a los caballos.

—¡Oye! Un minuto más y los caballos se duermen por tu culpa. ¿Qué tanto hacías? —bromeó.

—Tuve una mañana algo ocupada —respondió Yin, revisando su caballo—. ¿Te dio problemas?

—No. Al contrario, el mío fue el que dio más guerra —dijo él, sonriendo.

Ambos montaron y cabalgaron rumbo a la capital Chan.

Ya en el palacio, descendieron de los caballos y los entregaron a los encargados. Mientras caminaban hacia el jardín, se encontraron con la princesa Jin'er, la cuarta princesa del Estado Chan, en compañía de sus dos damas de compañía. Al verla, Yin y Xiao Ba se detuvieron y realizaron una reverencia.

—¡Hola Yin! ¡Hola Xiao Ba! —saludó con entusiasmo la joven princesa, radiante y energética—. ¿Cómo están?

—Muy bien, princesa —respondió Yin con cortesía.

Xiao Ba asintió, pero no respondió. Jin'er se giró hacia él con una sonrisa radiante.

—Le pedí a mi padre esta mañana permiso para que saliéramos juntos al monte Wanji, y aceptó. ¿Estás de acuerdo?

Yin bajó la cabeza para ocultar una sonrisa divertida. Las damas de compañía también luchaban por disimular la risa.

—Eh... princesa, yo... —titubeó Xiao Ba.

—Vamos, Xiao Ba. No seas tan formal. Somos cercanos, ¿no? —interrumpió ella, tomándole del brazo.

—Verá, Jin'er... pensaba entrenar hoy con los chicos... —respondió con cuidado, sin querer herirla.

—No hay problema. Mi padre dijo que no te contará el día, ya que hoy estarás a mi servicio.

—¿Todo el día?... —soltó una risa nerviosa.

Jin'er asintió emocionada.

—Perfecto. Entonces, ¡vámonos!

—¿Ahora?

La princesa asintió otra vez y, sin darle opción, lo tomó de la mano y lo arrastró hacia su carruaje. Xiao Ba, mientras era llevado a empujones, miró a Yin con desesperación muda, suplicándole ayuda. Yin solo sonrió divertida y se despidió con la mano.

Cuando desaparecieron de su vista, las damas de compañía también se retiraron. Yin continuó su camino hacia el jardín imperial, donde se reunirían todos los alumnos. Allí, la concubina Shuy, madre de Won Chuye, vendría a buscarlos para llevarlos ante el emperador, conforme a sus órdenes.