Mientras tanto, en el monte Wanji, los guardias imperiales custodiaban de cerca a la quinta princesa del imperio Chan. Acompañándola iban sus fieles siervas, siempre atentas a cada uno de sus deseos.
El monte Wanji era considerado por muchos como un verdadero paraíso terrenal. La leyenda decía que había sido creado por la misma Diosa Lunar, y que en sus verdes laderas ella conoció a su primer amor: el primer Dios Celestial. Por esa razón, los aldeanos lo veneraban y cuidaban como un tesoro sagrado.
—¡Xiao Ba! ¡Mira, una mariposa! —exclamó Jin'er con entusiasmo infantil.
La más joven de los hijos del emperador era también la más hermosa y consentida. Todos en el palacio la adoraban como si fuese una joya viviente. Con su hanfu rosa claro ondeando al viento, Jin'er señaló a las mariposas que revoloteaban sobre los arbustos.
—¿No te parecen preciosas? —preguntó, volviéndose hacia Xiao Ba, quien estaba distraído observando unas flores silvestres.
Xiao Ba se acercó a la princesa y siguió su mirada. Dos mariposas, con alas coloridas y elegantes como vestiduras reales, danzaban en el aire. A ojos de Jin'er, parecían pequeñas hadas. Para él, eran simplemente hermosas... aunque también le recordaban a alguien.
Esa persona vivía no solo en su mente, sino también en lo más profundo de su corazón.
—¿Xiao Ba? —la voz de Jin'er interrumpió su ensimismamiento.
—¿Sí, princesa?
—¿Te gustaría dar un paseo? Desde que llegamos solo hemos visto el lago y las flores. Me gustaría explorar un poco más.
Xiao Ba suspiró por dentro. Asintió con suavidad y fue al carruaje a tomar una espada, que colgó de su cintura. Sin escoltas —pues Jin'er había dado órdenes expresas de dejarlos solos— comenzaron a internarse en el corazón de la montaña.
—Xiao Ba —dijo nuevamente Jin'er, con una risita traviesa—, ¿por qué siempre me llamas "princesa"? No somos unos extraños.
Se cubrió los labios con la manga de su hanfu para esconder su risa, pero sus ojos brillaban con picardía.
—He... disculpe, princesa. Es costumbre —respondió él, nervioso.
—Lo sé. Me has llamado así desde la primera vez que nos vimos. ¿Lo recuerdas?
Mientras hablaban, el sendero los llevaba más y más profundo en la espesura del monte.
—¿Usted se acuerda, princesa?
—Por supuesto. Recuerdo cada detalle del primer día en que nos conocimos —respondió ella, jugueteando con la punta de su cabello lacio.
Para Xiao Ba, Jin'er era como una hermana menor. Habían crecido juntos desde que tenían memoria. Sin embargo, la princesa pronto cumpliría la mayoría de edad, y era evidente que buscaba un buen esposo. Pero Xiao Ba no estaba dispuesto a ser ese hombre.
Un rato después, llegaron a una pradera cubierta de flores de todos los colores. Allí trabajaban algunos cultivadores, así que Jin'er, fascinada, corrió hacia ellos.
—¡Ohh, Xiao Ba, mira! ¡Estas flores son hermosísimas!
—¡Cuidado, Jin'er! Trata de no tocar todo lo que ves —la reprendió él suavemente, deteniéndose para recuperar el aliento—. Parece que estuviera cuidando a una niña pequeña —murmuró para sí.
Mientras descansaba, comenzó a observar con más atención a los cultivadores. El paisaje era increíblemente hermoso, lleno de especies florales que nunca antes había visto.
—Qué raro... —pensó—. El clima aquí es igual al de la capital, entonces ¿por qué estas flores no crecen allá?
—¿Se encuentra bien, señor? —preguntó una voz masculina detrás de él.
Xiao Ba se volvió para encontrar a un joven cultivador de unos veinte años. Era alto, de complexión fuerte por los años de trabajo físico. Su rostro era atractivo, y su largo cabello oscuro estaba atado con cuidado. Aunque sus manos estaban manchadas de tierra, no mostraban ni un solo rasguño o callo, detalle que llamó la atención de Xiao Ba.
—Sí, solo... me preguntaba cómo podría cultivar estas flores en mi jardín. Verá, mi madre ama la jardinería, y me encantaría llevarle algunas.
Habló con postura elegante, la voz firme pero serena, como el hijo de un general debía comportarse ante los extraños.
El joven cultivador lo observó con interés y sonrió levemente.
—Hmm... estas flores son muy delicadas. En realidad, rara vez crecen fuera del monte Wanji. Pero si lo desea... podríamos conversar sobre ello en otro lugar, uno más cómodo y seguro.