Mas alla de la luna: La leyenda de Mein Yin.

Capitulo 22

—¡Maestro Xu! —La tranquila y apacible cabaña fue sacudida por los gritos desesperados, aunque todavía juveniles, de un adolescente. La voz pertenecía a Zhao Chen, quien, con creciente impaciencia, recorría el lugar sin obtener respuesta alguna del anciano—. ¿Dónde te escondes, viejo?

Detrás de él, Wong Chuye avanzaba con dificultad, cargando en brazos a un joven inconsciente. Al notar que no había señales del maestro, Chen volvió a alzar la voz.

—¡Chuye, debe estar en el patio trasero! —exclamó con certeza.

Chuye asintió sin perder tiempo y ambos se dirigieron rápidamente hacia el lugar indicado.

Al llegar, la escena no pudo ser más pintoresca: bajo un cerezo en flor, un anciano dormía plácidamente en una vieja pero robusta silla de madera. El árbol, con más de cien años de antigüedad, extendía su sombra protectora, envolviendo al maestro Xu en un entorno de completa paz.

Los muchachos se acercaron con cautela, procurando no interrumpir el profundo sueño del viejo, cuyos ronquidos rítmicos denotaban un descanso bien ganado.

—¿Cómo puede estar tan cansado si no hace nada en todo el día? —susurró Chen con sarcasmo.

—Shh... Chen, muestra respeto. Es una persona mayor —le reprendió Chuye con tono serio.

Zhao Chen torció los labios, fastidiado.

—¡Ya basta, solo despiértalo! ¡Esto es urgente!

De pronto, sin abrir los ojos, una voz rasposa rompió el silencio:

—¡Qué niño tan malcriado!

Ambos chicos saltaron del susto, cayendo de espaldas al suelo.

—¡Maestro! —gritó Chen, todavía en el suelo—. ¡Casi me mata de un infarto! ¡Si muero será su culpa!

El anciano soltó una sonora carcajada, con una expresión burlona dibujada en su rostro.

—"Ña ña, si muero será su culpa" —repitió imitando a Chen mientras agitaba una mano despectivamente—. No harás falta cuando mueras, muchacho. No te sobreestimes.

Zhao Chen bufó, molesto, mientras se reincorporaba.

En cambio, al ver a Chuye, la actitud del viejo Xu cambió de inmediato. Sus ojos brillaron con reconocimiento y afecto.

—Vaya, vaya... Si no es el segundo hijo de aquel gran guerrero. —Se acercó a Chuye y lo ayudó a ponerse de pie—. ¿Y por qué no habías venido antes, eh? ¿Crees que este viejo puede ser abandonado tan fácilmente?

Chuye sonrió. Pese a los años, el maestro Xu seguía siendo el mismo de siempre. Ese espíritu irreverente le provocó una extraña pero reconfortante nostalgia.

—También me alegra verlo, maestro —respondió con sinceridad.

—¡Bah! Puras mentiras. Así dicen todos y mírame... aquí, solo como un tronco seco —replicó el anciano mientras se sobaba la espalda con gesto de dolor.

—Auch... eso sonó feo —comentó Chen, ya incorporado del suelo.

—¿Está bien, maestro Xu? —preguntó Chuye, notando su expresión adolorida.

—¡Déjame en paz! —gruñó el anciano—. Estoy viejo, no inválido.

Tras unos segundos de silencio, el maestro pareció recordar algo.

—Ah, cierto... ¿A qué debo el GRAN honor de su visita? —preguntó, observándolos con atención mientras ellos se sacudían el polvo de la caída.

Zhao Chen miró a Chuye.

—¿Le vas a decir tú?

—¿Siempre tengo que hacerlo yo? —se quejó Chuye con resignación.

—Eres el mayor. Siempre te tocan las malas noticias —respondió Chen encogiéndose de hombros.

El maestro Xu observaba con una ceja en alto, disfrutando del intercambio.

—Vamos, vamos, no es bueno esconderle cosas al viejo Xu —dijo con amabilidad—. Ya suéltelo.

Chuye miró a su alrededor con cierta inquietud.

—Maestro, es mejor que no hablemos de esto aquí.

—¿Eh? ¿Tan grave es lo que me quieren contar?

—Tenemos algo que mostrarle... y sería más prudente hacerlo adentro —agregó Chuye con seriedad.

El anciano captó el mensaje. Miró a su alrededor con disimulo y asintió.

—Entiendo... —dijo, guiñando un ojo con complicidad.

Chen frunció el ceño.

—¿Qué le pasa? ¿No ve que esto es serio?

El anciano se giró hacia él, con una sonrisa en los labios.

—Muchacho, a veces es necesario reírse un poco... porque si no, terminaremos todos amargados como tú y Xiao Ba.

—¡Oiga! ¿Qué quiere decir con eso? ¡Xiao Ba y yo estamos perfectamente bien, para su información! —protestó Chen con indignación.

Pero el anciano ya no lo escuchaba. Había dado media vuelta y caminaba hacia el interior de la cabaña, ignorando por completo los gritos de Zhao Chen.

—¡¿Lo viste?! ¡Me ignoró! —se quejó Chen como un niño ofendido.

Chuye resopló y desvió la mirada.

—El viejo tiene razón... tú y Xiao Ba son iguales —dijo antes de seguir al maestro dentro de la casa.

—¡Oigan! ¡No me dejen aquí! —gritó Chen, frustrado, mientras los observaba desaparecer dentro de la cabaña.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.