—Xiao Ba, ¿a qué te refieres? No tiene sentido lo que estás diciendo —replicó Yin, frunciendo el ceño con visible incomodidad.
Su hermano la miró con una mezcla de urgencia y miedo.
—¿Cómo puedes no verlo? ¡Yin, por favor, date cuenta! ¡Todo lo que te enseñaron en el clan es verdad! ¡La profecía, los augurios, todo es real!
—¿Cómo puedes saber eso? Han pasado años desde que se mencionó la última vez y nada ha ocurrido. Y luego... lo que le pasó a nuestro compañero... ¿Ahora dices que fue un demonio? Xiao Ba, esas son leyendas, cuentos para asustar a los niños.
—¿En serio crees que es solo eso? Entonces explícame lo que te pasa cada vez que hay luna llena. Tus ataques, ese estado de trance en el que entras... ¿Y cómo explicas el hecho de que no puedes sentir emociones? ¿Que tu cuerpo rechaza el contacto físico de cualquier hombre? Yin, eso no es normal —dijo alzando la voz, desesperado.
Ella se estremeció.
—¡Basta! —exclamó ella llevándose una mano a la sien, sintiendo un dolor agudo e inexplicable que le atravesaba la cabeza como una aguja ardiente.
Pero Xiao Ba continuó.
—Eres más fuerte que cualquiera de nosotros, incluso más que muchos hombres del clan. No necesitas comer durante días y no te debilitas. Eres brillante, tu mente va más rápido que la nuestra. Yin, ¿de verdad crees que eso es común?
—¿Y si no lo es qué? —gritó ella, con lágrimas acumulándose en sus ojos oscuros—. ¡Viviré como un fenómeno toda mi vida, entonces!
Xiao Ba suavizó su tono.
—¿Y no quieres saber por qué? ¿No quieres descubrir quién eres realmente?
Yin sintió cómo las palabras de su hermano removían algo dentro de ella, algo que llevaba tiempo dormido. Como si una puerta antigua en lo más profundo de su mente comenzara a abrirse lentamente. El rostro de un hombre vestido de blanco se dibujó en sus recuerdos. Aquella figura serena, y una joven de su misma edad que la llamaba "princesa"... "alteza". Todo ese sueño tan vívido emergió como un torrente.
Sus piernas flaquearon. El dolor en la cabeza se intensificó, al igual que su respiración. Su cuerpo entero comenzó a fallar.
—Xiao Ba... ayúdame... —murmuró apenas, antes de que sus ojos se cerraran bruscamente y su cuerpo se desplomara, golpeando el suelo húmedo con la cabeza.
—¡Yin! ¡Yin, despierta! —gritó su hermano, arrodillándose junto a ella.
La levantó con cuidado, alarmado al sentir su pulso débil y su temperatura demasiado baja. El pánico comenzó a invadirlo. Yin siempre había sido fuerte. Jamás se enfermaba, ni siquiera una fiebre ligera. ¿Qué demonios estaba ocurriendo?
Sin pensar más, la cargó en brazos y corrió hacia la mansión. Al llegar a su habitación, la acostó sobre el futón con cuidado. Su propia respiración era irregular, su pierna temblaba y su corazón latía a toda velocidad. No podía esperar más. Debía buscar ayuda.
Salió de la habitación y se dirigió a buscar a Yenih, la dama de compañía de Yin. Cuando la encontró, no necesitó explicar mucho. Bastó una mirada.
—Ven conmigo, rápido —ordenó.
Ambos regresaron a la habitación. Yenih se arrodilló junto a Yin, tomándole la mano.
—Esto no está bien. Está perdiendo energía vital. Hay que llamar al amo Hyung —dijo, alarmada.
—No podemos —respondió Xiao Ba rápidamente—. Están reunidos con la emperatriz. No quiero involucrar a la corte en esto... aún.
—Entonces llamemos al médico personal de la familia.
—Tampoco. Tengo una idea, pero necesito tu ayuda.
—Habla —dijo Yenih con firmeza.
—Llevémosla con el maestro Xu. Él sabrá qué hacer.
Ella lo miró con escepticismo.
—¿Te refieres al viejo loco del bosque que dice leer las estrellas y el futuro?
—¡No es ningún loco! —defendió Xiao Ba. Justo en ese instante, Yin se agitó levemente, dejando escapar un leve gemido.
—¡Ayúdame a moverla! —dijo él mientras la cargaba nuevamente.
Yenih salió corriendo a preparar el carruaje. Minutos después, ambos partieron con urgencia hacia el bosque, dejando atrás la mansión Mein sin dar explicaciones.
Durante el trayecto, Yenih intentó por todos los medios hacer reaccionar a Yin, pero su respiración seguía siendo débil y su cuerpo, inerte.
Finalmente, tras una carrera frenética, llegaron a la cabaña del maestro Xu. El anciano se encontraba fuera con Zhao Chen y Wong Chuye cuando vieron el carruaje detenerse de golpe. Corrieron hacia él al ver a Xiao Ba descender cargando el cuerpo inconsciente de Yin.
—¿Qué ha pasado? —preguntó Wong Chuye, alarmado.
—No lo sé. Por eso la traje aquí —dijo Xiao Ba, acercándose al maestro—. Necesito su ayuda... por favor.
Xu resopló, sabiendo que se vería enredado otra vez en problemas, pero no dijo que no.
Entraron todos en la cabaña. Yin fue recostada sobre una cama. El maestro Xu se preparó en silencio, poniéndose una túnica especial y atando su largo cabello blanco con una cinta protectora.
—¿Qué va a hacerle? —preguntó Yenih, inquieta.
—Tranquila —respondió Zhao Chen—. Solo verá a través de ella. No le hará daño.
Las ventanas y puertas fueron cerradas con cuidado, aislando la estancia. El maestro Xu comenzó a moverse, pronunciando en voz baja una letanía antigua, como si recordara un ritual olvidado. Levantó las manos, y comenzó a recorrer el cuerpo de Yin sin tocarlo, como si pudiera ver más allá de la carne, adentrándose en su sangre, en sus huesos, en su alma.
El ambiente se volvió espeso. Todos contuvieron la respiración mientras observaban.
Cuando finalizó, el maestro Xu bajó las manos y suspiró con agotamiento. Llevaba años sin realizar un examen espiritual completo.
—¿Maestro Xu? —preguntó Zhao Chen—. ¿Encontró algo?
—Sí. Pero debo hablar a solas con Xiao Ba.
Todos salieron en silencio. El anciano se quitó la cinta de protección y dejó caer su cabello suelto.
—¿Qué sucede? —preguntó Xiao Ba, con un nudo en la garganta.