Mas alla de la luna: La leyenda de Mein Yin.

Capitulo 41

Después de pasar una tarde tranquila con Xiao, el tiempo se me agotó sin darme cuenta. Me dispuse a marcharme, y él se ofreció a acompañarme. Sin embargo, justo al llegar a la puerta, nos encontramos con el erudito Thao esperándonos. Cuando ese hombre aparecía, era una clara señal de que algo importante, y generalmente no bueno, estaba por suceder.

Nos acercamos. Le ofrecí una reverencia, y él correspondió con otra hacia el príncipe.

—Buenas tardes, alteza —saludó con solemnidad.

—Buenas tardes, Thao. ¿Esperas a alguien? Yin y yo estábamos por salir —respondió Xiao, con amabilidad.

—Precisamente, alteza. Su padre, el emperador, ha solicitado ver a la señorita Yin.

Xiao frunció levemente el ceño, pero no discutió. Se ofreció a acompañarme, aunque antes de dar un paso, Thao lo detuvo con una leve inclinación.

—Su majestad ha pedido verla... a solas.

Ante eso, Xiao solo asintió en silencio. Thao me indicó el camino, y juntos cruzamos los pasillos silenciosos del palacio hasta llegar a los aposentos imperiales. Una vez allí, hice una reverencia profunda. El emperador me observó desde su asiento y ordenó a Thao retirarse. Quedamos solos.

Me invitó a sentarme cerca de él. Obedecí con calma mientras lo veía beber vino servido por una de las esclavas. Rechacé la bebida con cortesía; aún no me sentía del todo recuperada.

—Yin, ¿cómo te has sentido últimamente? —preguntó con una voz cordial.

—Mucho mejor, su majestad. Agradezco su preocupación —respondí, tratando de sonar más amable, incluso esbozando una leve sonrisa.

—Me alegra oírlo. ¿Y tu madre? Me han dicho que su salud ha sido inestable últimamente.

—Sí, alteza. Ha tenido varios episodios, pero gracias al tratamiento del médico de la familia, ha logrado mantenerse fuerte.

Tras unos minutos de conversación cortés, el emperador cambió de postura y se sentó con más formalidad en su trono. Yo permanecí en mi lugar, sin darle la espalda.

—Yin, imagino que ya te han hablado sobre tu compromiso con el príncipe heredero de Liang.

Contuve la respiración disimuladamente y apreté mi túnica entre los dedos.

—Sí, alteza. Mi madre y mi tía me lo han comentado.

—Fui yo quien les pidió que te lo comunicaran —añadió—. Consideré que, viniendo de mujeres de tu confianza, sería más fácil para ti recibir la noticia. Pero hay algo más: el príncipe llegará en siete días. Vendrá a conocerte en persona y comenzaremos los preparativos para la boda. ¿Te parece bien?

Reí por dentro. ¿Que si me parecía? No. Nada de esto me parecía bien. ¿Por qué debía aceptar un matrimonio que no había elegido? ¿Por qué tenía que seguir un destino trazado por otros? Quizá porque en esta sociedad, mi opinión nunca fue parte del plan.

Me arrodillé con respeto, tocando el suelo con ambas manos.

—Majestad, si me pregunta por mi deseo, con el debido respeto debo decir que no estoy de acuerdo. Pero sé que no tengo derecho a negarme, así que... aceptaré su voluntad.

El emperador me miró con cierta compasión.

—Yin, es natural que te sientas confundida. Pero el príncipe es un buen hombre, con una excelente reputación. Estoy seguro de que juntos lograrán una gran alianza. Se apoyarán mutuamente, y él sabrá valorar tu temple.

Guardé silencio. Reprimir lo que siento ya se ha convertido en una de mis virtudes más refinadas. Al cabo de unos segundos, mientras aún me mantenía arrodillada, incliné la cabeza y respondí con cautela:

—Entiendo, alteza. Haré todo lo posible por cumplir con su expectativa.

Con eso, la conversación llegó a su fin. Me retiré del palacio tan pronto como me fue posible. No podía soportar otro minuto allí dentro. Cada palabra que escuchaba parecía una sentencia escrita por manos ajenas.

En mis manos, llevaba de nuevo el libro que Xiao me había entregado antes de la reunión. El viejo volumen de tapa azul, cubierto de polvo, parecía ejercer un extraño poder sobre mí. No era un libro común. Las letras que lo cubrían no eran de ningún idioma que reconociera. Se veían antiguos, arcanos... como si pertenecieran a otro tiempo, a otro mundo.

"El viejo Xu no está tan loco como pensaba", murmuré, recordando lo que me dijo aquel maestro de magia oscura la última vez que lo vi:

Yin, necesitas encontrar el libro. Créeme, lo necesitarás si de verdad quieres entender lo que te ocurre durante las lunas llenas.

—¿Cree que estoy desesperada por saber qué me pasa?

—Lo estás, aunque no lo admitas. Por eso siempre estás en guardia, por eso te cuesta confiar. Porque quieres respuestas: ¿Qué te hicieron en aquel clan donde fuiste criada? ¿Qué papel juegas en la profecía? ¿Cuál es tu verdadero destino?

Recordé cómo había evitado mirarlo a los ojos en aquel momento.

—Digamos que tiene razón. Sí quiero respuestas... pero también temo lo que pueda descubrir. ¿Y si solo empeoro todo?

—Eso no te corresponde a ti decidirlo.

Recuerdo que dio unos pasos y me detuvo tomándome suavemente de los brazos.

—Yin, escucha. Hay algo dentro de ti. Y no hablo de un alma mortal, no. Hablo de algo que ni las artes mágicas más antiguas han podido entender. Tú eres la única capaz de descubrirlo. Solo cuando comprendas lo que llevas dentro... entonces sabrás quién eres. Y cuando sepas quién eres, sabrás qué hacer.

—¿Me lo dices como maestro o como amigo?

—Te lo digo como quien ha visto el peligro de no saber lo que se es.

Aunque me cueste admitirlo... tenía razón.

Desde que fui adoptada por la familia Mein, he vivido con miedo. Miedo a esa antigua profecía. Miedo a que el clan donde fui criada me encuentre. Miedo de que mi familia o mis amigos salgan heridos por mi culpa. Tal vez no pueda deshacerme de todos esos temores, pero sí puedo buscar las respuestas. Al menos... quiero saber por qué.

Y ahora que el libro está en mis manos... no me detendré.

Voy a descubrir la verdad.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.