Mas alla de la luna: La leyenda de Mein Yin.

Capitulo 47

Al entrar en la mente de su tío, Yin encontró un detalle que no podía pasar por alto. Dentro de sus recuerdos, lo vio en su gran biblioteca... y en sus manos sostenía nada menos que el libro en el que había estado sellada el alma de la Portadora del Invierno.

<<¿Por qué el tío Jin tendría ese libro en sus manos?>> pensó alarmada.

Intrigada, continuó hurgando hasta que apareció la imagen de un hombre. Ese hombre había recibido el libro directamente de él. Yin intentó adentrarse en la mente del desconocido, y lo que vio la desconcertó aún más: la imagen clara de su madre.

<<¿Qué conexión tenía este hombre con mamá?>>

En su desconcierto, Yin usó más poder del que pretendía, afectando sin querer a su tío Jin. El emperador se tambaleó y cayó al suelo inconsciente. La emperatriz, alarmada, corrió a asistirlo. Yin, al darse cuenta de su error, fue a ayudar también.

—¡Majestad! Lo siento —dijo rápidamente, recuperando el control—. Fue un desliz. Necesita descansar.

Después de asegurarse de que su tío estaba bien, Yin pidió disculpas a todos los presentes. Le concedieron retirarse y, antes de salir, hizo una reverencia y abandonó la sala en silencio.

El maestro Xu la siguió hasta el jardín central. Al llegar, la brisa le trajo aromas familiares. En ese mismo jardín, su madre solía recolectar flores para los inciensos. La recordaba ahí, sentada con gracia, eligiendo con delicadeza las flores más aromáticas. Su sonrisa, su elegancia... todo revivió en su mente. Pero esta vez, Yin no solo recordaba: ahora sentía. Las emociones ya no eran conceptos lejanos, ahora podía experimentar el dolor, el amor, la pérdida... aunque sus sentimientos aún estaban reprimidos en algún rincón de su corazón de hielo.

—Yin... viste algo, ¿verdad? —preguntó el maestro Xu, sacándola de sus pensamientos.

—Así es —respondió, sin rodeos.

Ambos caminaron en silencio hasta un pequeño balcón en el jardín y se sentaron.

—¿Qué fue lo que viste? —insistió el viejo maestro.

—Vi a un hombre. Lo recuerdo... lo vi también anoche. Pero lo más inquietante es que, en los recuerdos de mi tío, encontré el libro donde estuve dormida durante siglos. ¿Por qué el emperador tenía en sus manos ese libro? ¿Y por qué se lo entregó a ese hombre?

El viejo Xu frunció el ceño, desconcertado. ¿Cómo era posible que Yin tuviera tantas dudas? Ella era la Portadora... ¿no debía tenerlo todo claro? <<¿Acaso algo falló anoche durante el ritual?>> pensó con preocupación.

Yin captó ese pensamiento y lo miró de reojo.

—Te preguntas si algo salió mal conmigo... ¿verdad, maestro?

Xu se levantó de golpe e hizo una reverencia profunda.

—Alteza... si he sido irrespetuoso con mis pensamientos, por favor, permítame pagar con mi vida.

Yin soltó una risa entre dientes.

—No exageres, viejo. Estás en la mansión Mein, no en el Palacio Celestial. Y además... aún no soy "su alteza". Mi transformación no está completa. Mientras eso no ocurra, sigo siendo una humana más. Solo la hija adoptiva de los Mein.

—Eso no es verdad —interrumpió Xiao Ba, que justo pasaba por allí y había escuchado la conversación.

—¡Ash! ¡Mocoso entrometido! ¿No sabes anunciarte antes de aparecer?

Ignorando el comentario del maestro, Xiao Ba se acercó a Yin. Pero antes de hablar, ella ya sabía lo que iba a decir.

—¿Ahora lees mentes? Fantástico... —dijo con sarcasmo, mirándola fijamente.

Ambos se quedaron en silencio. El ambiente se tensó. El maestro Xu, incómodo, intentó retirarse, pero Yin le lanzó una barrera invisible para evitar su huida.

—No irás a ningún lado —dijo sin mirarlo.

—¿Por qué siempre tengo que ser yo el que soporta los problemas de ustedes dos? —se quejó el viejo, resignado, volviendo a sentarse.

Xiao Ba seguía observando a su hermana con seriedad. Había algo distinto en ella.

—Dime... ¿de verdad eres nuestra Yin?

—¿"Nuestra Yin"? —respondió ella—. Te equivocas, hermano. Yo nunca he sido de nadie.

Xiao Ba sostuvo su mirada... y sonrió.

—Sabía que la Yin que conozco no podía irse así... sin mí.

Yin respondió con una sonrisa sincera, algo que hacía mucho tiempo no mostraba. El viejo Xu los miró a ambos, aliviado.

—¿Entonces... están bien?

—Nunca estuvimos mal —dijo Yin, aún con esa media sonrisa en el rostro.

—Bien. Entonces, ¿me dirás de una vez cómo cambiaste tanto?

—Eh... por tu seguridad, es mejor que no lo sepas, muchacho —intervino el maestro Xu, antes de que Yin pudiera hablar.

—¡Maestro! Yo también formo parte del grupo. ¡Merezco saber la verdad!

—Xiao Ba, Xu tiene razón —dijo Yin suavemente—. Pero te contaré lo necesario. Solo lo justo.

Xiao Ba asintió, dispuesto a escuchar.

—Anoche, mientras sostenía a Xyn entre mis brazos, algo dentro de mí cambió. Lo supe porque comencé a escuchar voces... todo se volvió confuso. No sabía si me hablaban los demás... o si era yo misma. Luego, al ver el cuerpo de mamá, tuve una visión. Observé su corazón: estaba partido en dos, las entradas totalmente quemadas. Una descarga eléctrica. Pero ¿cómo? ¿Quién podría provocar una descarga tan potente? No supe qué hacer. Todo era demasiado extraño. No era el momento de hablar de mí... así que me fui. Fui con la única persona en la que no había pensado antes: el maestro Xu. Tomamos té. Me llevó al bosque. Y ahí comenzó el ritual para despertar el libro. El alma de la verdadera Yin había estado dormida por siglos. Al principio, fue muy difícil mantener el equilibrio entre mi vida actual y mi "yo" del pasado.

—Espera... ¿me estás diciendo que había un fantasma en el libro? ¿Y no se supone que tú eras Yin? —interrumpió Xiao Ba.

—¡Mocoso! ¿Quieres escuchar o seguir interrumpiendo? —gruñó el viejo Xu.

Yin sonrió con paciencia.

—Xiao Ba... sí, soy Yin. Pero sin recuerdos, sin poderes, sin mi memoria original, solo era la Yin marcada por el clan Aitong. Esa fue la Yin que conociste. Pero la Yin verdadera —la Portadora— descansaba en el libro de las Portadoras.




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