Una noche bajo el fuego... escuché sus voces por última vez...
El recuerdo apareció sin que pudiera evitarlo. Las llamas lamían los pilares del salón secreto mientras los gritos se confundían con el crujido del techo desplomándose. Aquellos agentes, valientes y leales, no murieron por una traición... murieron porque confiaron. Confiaron en mí...
—Así es, pero la profecía no estaba completa, así que tuve que esperar. Aun así, dejé instrucciones claras de cómo debía organizarse la reunión. Ese día... todos los agentes de todas las divisiones fueron convocados sin falta. Su presencia era crucial, porque con ella se definiría el destino del Consejo y... —Yin suspiró, sin valor para terminar la frase.
—¿Y...? —intervino Xiao Ba, deseosa de saber qué más ocultaba.
—Y... el final de las Portadoras —respondió Yuher, sin filtros ni tacto—. Por eso vinimos a su mundo. Para cumplir la última profecía... y romper la maldición.
—¿De qué maldición hablas?
—¿Qué pasó aquella noche en la reunión? —preguntó Zhao Chen....
—Esa noche... yo...
El viento soplaba con furia, como si los propios cielos intentaran detener lo inevitable.
Yin se encontraba de pie, sola, envuelta en un manto oscuro que no lograba protegerla del fuego que comenzaba a iluminar el horizonte. Desde su posición en la colina podía ver con claridad cómo la Torre del Consejo, la más alta y sagrada de todo el Imperio Chan, ardía.
Las llamas no tardaron en escalar por sus muros, y las columnas blancas que alguna vez sostuvieron la historia de los agentes sagrados ahora crujían como ramas secas. El humo subía al cielo como una plegaria retorcida.
Yin no se movió.
Solo apretó los labios al escuchar los gritos.
—¡Ayuda...! ¡Por favor...! ¡Nos están atrapando!
Reconocía esas voces. Una por una. El sonido de las puertas sellándose. El rugido del fuego al consumir los pasadizos secretos. Las súplicas.
Y sin embargo, no dio un paso.
Las manos le temblaban. En su interior, la energía celestial se retorcía, como una criatura queriendo salir.
—No es el momento... no es el momento aún —se dijo a sí misma con un tono débil, como si buscara justificarse ante los dioses.
Sabía que si bajaba, moriría junto a ellos. Sabía también que si no lo hacía... viviría con esa escena grabada para siempre.
El cielo rugió con un trueno.
Una lágrima caliente se deslizó por su mejilla.
—Perdónenme...
Y dio media vuelta.
El eco de los últimos gritos la acompañó por siglos...
Yin continuó, con voz más baja:
—Esa noche, todos estaban reunidos. El Consejo se presentó junto al Dios Celestial. Juntos llegaron a la conclusión de que ya era el momento de ejecutar el plan. El emperador de esa época gozaba de plenos conocimientos sobre nosotros y hasta cierto punto, los agentes, eran mediadores entre los seres espirituales y los mortales, pero el consejo había empezado a molestarle la amistad que había entre ambos mundos... le petrificaba la idea de simples mortales pudieran aspirar a cosas mas grandes... asi que ideó un plan, pero hubo un pequeño detalle...
—No todas las anfitrionas estaban de acuerdo —gruñó Yuher, lanzando otra mordida agresiva a la manzana.
—Era necesario, Yuher...
—¿Necesario para quién? ¿Para ti? —gritó Yuher—. ¡Yun te suplicó que te detuvieras! ¡Y aun así seguiste con el plan!
—De todas formas, lo iban a hacer. El Consejo lo había decidido siglos atrás, ¿lo olvidas? ¡Para eso nos crearon! ¡Para eso nos convirtieron en lo que somos!
—Aun así, pudiste haberte negado, Yin. Pero no lo hiciste... Y ahora mírate, tratando de enmendar algo que ya está roto. Esforzándote por cumplir al pie de la letra una profecía que solo ha traído muerte. ¡Ya hasta condenaste a tus amigos!
—¿Cuando hablas de "tus amigos" te refieres a nosotros, verdad? —intervino Zhao Chen, rompiendo el silencio que se había instalado entre todos.
Yuher y Yin se miraron con tensión. El aire se volvió más denso entre ambas. Eran hermanas, sí, pero también dos polos opuestos enfrentados por una misma herida.
—Bien —intervino Jin Hao con firmeza—. Dejemos los conflictos familiares para después. Estamos en una situación delicada, y cada detalle importa si queremos proteger el futuro de esta nación.
Todos asintieron, tensos.
—Entonces queda claro que lo ocurrido en la torre no fue un accidente —continuó Jin Hao—. Ese rumor debe descartarse.
—Pero hay algo que no entiendo —dijo Wong Chuye—. ¿Por qué eliminar a todos los agentes? ¿Qué tenían que ver con la profecía?
—Los antiguos agentes imperiales eran discípulos con una energía muy particular —explicó Yin—. No cualquiera podía llegar a serlo. Eran como Maestros Sabios... pero además cultivaban dones únicos. Solo el Consejo podía seleccionar quiénes los recibirían. Era la época en que humanos y seres celestiales trabajaban juntos.
—Entonces... ¿los antiguos agentes tenían poderes? —insistió Chuye—. ¿Y tu padre los dirigía?
Jin Hao negó.
—Mi padre quería revivir ese poder, volver a entrenar a agentes capaces , tener el control total, como el antiguo emperador. Pero las cosas no salieron como él esperaba. Durante años soñó con liderar una organización poderosa... él, junto al señor Wu lideraron la busqueda del antidodo Flor de Yel'Naï, pero al final fueron ellos quienes marcaron el comienzo de la profecía.
—¿Entonces la reunion en la torre fue solo una vil excusa? —dijo Xiao Ba, impactado.
—Exactamente. —añadió Jin Hao—. Solo necesitaban una excusa para hacerlos desaparecer. El primer paso de la profecía era sacar del camino a quienes podían interferir.
—¿Y dónde están ahora esos agentes? —preguntó Zhao Chen.
—En un lugar mejor —respondió Yuher, sin más explicación.