—¿Qué idea, Xiao Ba? —preguntó Zhao Chen, con curiosidad.
—Cambiemos nuestra imagen, nuestros nombres y títulos. Me refiero a que adoptemos identidades completamente nuevas —respondió Xiao Ba con seguridad.
—La idea no está nada mal... pero, ¿quiénes seremos exactamente? —pregunté yo, cruzando los brazos.
—Eso lo definirán más adelante —intervino Hao con voz firme. Caminó hacia su escritorio, abrió un compartimiento secreto y sacó varias bolsas repletas de monedas. Las colocó sobre la mesa—. Aquí tienen suficiente dinero para comenzar. Afuera los esperan sus carruajes, cada uno custodiado por guardias y acompañado por un erudito que les proporcionará más fondos y orientación.
—También quiero que me envíen informes constantes sobre sus avances a través de mi paloma mensajera. Además... he dispuesto que Xiao viaje con ustedes —anunció Hao, con un tono que dejó entrever preocupación—. Por favor, cuídenlo y asegúrense de que no le ocurra nada.
—Hao... ¿por qué ahora decides enviar a tu hermano con nosotros? —preguntó Zhao Chen, sorprendido.
—Zhao Chen, no es el momento de preocuparse por eso. Lo más importante ahora es traer de vuelta al señor Wu sano y salvo. Necesitamos ajustar cuentas —respondió el emperador sin titubear.
Los chicos asintieron, aceptando las palabras de Hao aunque persistían algunas dudas.
—¿Y cuánto tiempo tenemos para traerlo de regreso? —preguntó Wong Chuye.
—Ese detalle lo discuten ustedes —contestó Hao—. Solo asegúrense de traerlo. Si surgen complicaciones, me lo informan y yo me encargaré de ayudar como pueda.
Todos hicimos una reverencia en señal de respeto antes de salir del gran salón.
Al llegar al patio central, encontramos a Xiao esperándonos junto a los carruajes. Para nuestra sorpresa, también estaban allí la madre de Wong Chuye, los padres de Zhao Chen y los hermanos de Xiao Ba y míos. Todos habían venido a despedirse.
—Vamos, Chanzu, no nos vamos a la guerra —bromeó Xiao Ba mientras abrazaba a su hermano con fuerza.
—Lo sé... pero nunca se sabe —respondió Chanzu, devolviéndole el abrazo con la misma intensidad. Luego se acercó a mí, más reservado por estar en público. Me dio un abrazo breve y susurró lo justo para que solo yo lo oyera—: Cuídalo, Yin, por favor...
Asentí sin decir palabra. Lo entendía.
Los guardias comenzaron a cargar el equipaje en los carruajes: comida, agua, ropa y todo lo necesario para el viaje. Finalmente, partimos.
Abandonamos la ciudad por una antigua ruta que serpenteaba entre los árboles del bosque. La mañana era clara y fresca. Cada uno viajaba en su carruaje, contemplando el paisaje. Esta era nuestra primera misión oficial. El objetivo: encontrar con vida al señor Wu. Pero mi propósito iba más allá.
Yo debía eliminar toda evidencia relacionada con las Portadoras que pudiera estar en manos del señor Wu. También debía encontrar respuestas sobre la muerte de mi madre. Sabía que eso podría significar actuar a espaldas del equipo... pero era necesario. Si dejábamos todo en manos de hombres cegados por el poder, reinaría el caos, y todo lo que buscaba proteger sería destruido.
Y eso... no podía permitirlo. A ningún costo.
—Dos días después—
La noche había caído, y todos descansábamos alrededor de una fogata. El aroma de la cena aún flotaba en el aire. Los guardias dormían en un extremo, mientras nosotros aprovechábamos ese raro momento de calma.
—¿Y bien? ¿Alguien tiene una idea? —preguntó Zhao Chen, rompiendo el silencio mientras removía las brasas con una rama seca—. Necesitamos definir nuestras identidades falsas antes de llegar. Ya solo nos quedan dos días y medio para llegar a la ciudad Wei.
—Zhao Chen, ¿puedes cerrar la boca al menos por esta noche? —refunfuñó Wong Chuye, recostado en el suelo—. Llevamos más de un día sin un descanso real.
—A este paso llegaremos más tarde de lo previsto —añadí, coincidiendo con él.
—¿Cómo pueden estar tan apagados? ¡Levanten la vista! Miren el cielo, las estrellas, el bosque... ¡es hermoso! —exclamó Xiao Ba, poniéndose de pie sobre una roca.
—Xiao Ba... solo vemos piedras, un río seco y muchos árboles apretados. ¿Qué belleza le ves a eso? —replicó Wong Chuye sin molestarse en abrir los ojos.
—¡Ves, Chuye! Por eso eres el más viejo del grupo. Honras tu edad con esa actitud de anciano... y déjame decirte: eso no es atractivo para las chicas.
—¿De verdad? Porque hasta donde yo sé, Wong Chuye tiene más pretendientes que tú —se burló Xiao, lanzándole una mirada provocadora.
—¡Oye! ¡Tengo muchas pretendientes! Incluso hay chicas que darían la vida por mí —defendió Xiao Ba, indignado—. ¡Soy un galán! Ellas me aman, señores, ¡me aman!
Las carcajadas no se hicieron esperar.
—Si te refieres a la cuarta princesa, entonces sí... ella literalmente babea por ti —se burló Zhao Chen.
Xiao, entendiendo la referencia, no dejó pasar la oportunidad:
—¡Entonces podrías ser un gran cuñado! Un príncipe afortunado. Tendrías a tu esposa "MUY-CERCA-DE-TI" todo el tiempo —dijo con tono burlón, remarcando las palabras.
El grupo estalló en risa. Incluso Chuye no pudo evitar sonreír.
Xiao Ba, en cambio, enmudeció. Sabía que la cuarta princesa, Jin'er, era demasiado apegada a él. Siempre había huido de ese tipo de vínculo, y pensar en un matrimonio entre ambos era, para él, completamente impensable.
—No entiendo por qué piensas que sería un buen cuñado. Si fueras un hermano mayor normal, querrías alejarme de tu hermana, no empujarme hacia ella —gruñó Xiao Ba, volviendo a sentarse.
—¡Ja, como haces tú con JinXi! —saltó Zhao Chen con burla.
—JAJAJA, ¡lo ves! Jin'er te adora, Ba... ¡Te adora! —remató Wong Chuye, haciendo que las risas se intensificaran aún más.
Y así, entre bromas, risas y cansancio, la noche se fue consumiendo. A la mañana siguiente continuaríamos el camino... y el peso de nuestra verdadera misión volvería a caer sobre nosotros.