Mas alla de la luna: La leyenda de Mein Yin.

Capítulo 79

—¿Ayuda de quién, de ustedes? —espetó Chuye, cruzado de brazos.

—Ay, vamos, Chuye, no lo digas así... Nos haces quedar como los culpables —protestó Xiao, sin dejar de fruncir el ceño.

—¿Y cómo quieren que lo diga? Me hicieron quedar en ridículo frente a mi hermano.

—Ni siquiera entiendo por qué te afecta tanto. Tú mismo dijiste que ya no tenías nada que ver con él... Que traicionó a la patria —respondió otro, tratando de apaciguar la tensión.

Chuye suspiró con fuerza y se frotó el radix de la nariz, intentando calmarse.

—Respira, Chuye... respira —murmuró para sí.

—Hermano... —dijo Xiao, algo incómodo—. Lamento decir esto, pero tu hermano tiene algo de razón...

—¿En qué exactamente?

—En que no tenemos dónde pasar la noche —respondió con fastidio—. Ya hemos recorrido toda esta comunidad y no encontramos ningún sitio seguro. Todo por culpa de ustedes dos y sus delirios, tú y Yin. Son unos maníacos —concluyó, haciendo un puchero.

—¡¿Pueden dejar de quejarse?! Algo se nos ocurrirá, pero no nos vamos a quedar en casa de mi hermano. Eso ténganlo por seguro.

En ese momento, la puerta se abrió de golpe y una niña de unos cinco años entró corriendo, como un rayo de luz que iluminaba el ambiente. Su energía desbordante contagió a todos al instante.

—¡Tío está aquí! ¡Tío está aquí! ¡Al fin puedo ver a mi tío! —gritó emocionada mientras se lanzaba hacia el interior.

Sus pasos pequeños pero decididos la llevaron directo frente al joven Xiao. Lo observó fijamente, como si fuera un juguete nuevo. Algo en su interior brillaba, y esa luz se reflejaba en su mirada inocente.

La niña llevó un dedo a los labios, pensativa. Lo miraba con tanta atención que casi lo intimidaba. Sus ojos, grandes y cristalinos, podían derretir el corazón más frío.

¿Qué tenía esta niña que lograba cautivar el alma con solo mirarla?

Una especie de conexión pareció surgir entre ambos. Si no fuera tan pequeña, cualquiera diría que fue amor a primera vista.

—¿Eres el tío? —preguntó con voz dulce, dejando a Xiao completamente paralizado. Era como si el tiempo se hubiera detenido solo para ellos dos.

—¿Eh?

Xiao apenas logró articular esa sílaba, mientras los demás estallaban en risas discretas.

—Parece que Xiao Ba encontró a su alma gemela —bromeó uno, ganándose más carcajadas del grupo.

Yin se acercó a la niña y le acarició el cabello con ternura.

—No, pequeña. Él no es tu tío —respondió con una sonrisa de oreja a oreja.

—¿No? ¿Entonces quién es? —preguntó ella, todavía más curiosa.

—¿Por qué no lo ves tú misma? —propuso Yin, girándola suavemente con ambas manos para que mirara hacia la puerta.

Allí, de pie, vestido de negro, estaba un joven apuesto. Su porte recordaba al de su padre. Chuye la observaba en silencio, con una expresión serena.

Yin señaló con el dedo.

—Ese es tu tío.

Chuye se agachó para quedar más cerca de su altura, aunque la niña era tan pequeña que aún así le quedaba baja. Extendió los brazos y sonrió, algo que hacía mucho no se veía en su rostro.

—Hola, pequeña...

Todos se sorprendieron. Hacía tiempo que no veían a Chuye sonreír así. Ni en su graduación, ni cuando conoció a aquella chica atractiva, ni siquiera cuando recibía reconocimientos por su entrenamiento.

La niña corrió a su encuentro y lo abrazó con entusiasmo. Chuye la sostuvo con dulzura.

—¡Tío, qué emoción! —gritaba entre risas, moviéndose en sus brazos.

—¿Tú... sabes quién soy? —preguntó Chuye, con la voz cargada de ternura.

La niña asintió con decisión.

—¡Papá siempre me cuenta historias sobre ustedes! ¡Tú eres el villano, y papá mi héroe!

—¿¡Yo el villano!? —Chuye soltó una carcajada divertida.

—Ujúm... —murmuró la niña mientras se acercaba a su oído. Él inclinó la cabeza para escuchar.

—No te preocupes, tío... A mí me gustan los villanos.

Chuye quedó en shock un instante... y luego soltó una risa tan fuerte que todos en la sala lo miraron, deseando saber qué le había dicho la pequeña. Pero él no dijo una palabra más, solo reía.

—Eres muy lista, pequeña —le dijo entre risas, tocando con suavidad la punta de su nariz.

—¡Pequeña Xiaomei! —exclamó una mujer al entrar corriendo—. Disculpen si causó molestias. Aún es una bebé y no sabe comportarse del todo...

La madre la tomó en brazos, apurada.

—¡Pero mamá! ¡Yo quiero estar con el tío! —protestó Xiaomei con un puchero adorable, encogiendo los brazos.

—Lo siento, hija, pero me temo que tu tío está ocupado. Ya tendrás tiempo de estar con él, ¿verdad? —dijo, mirando a Chuye con complicidad.

—Eh... bueno, la pequeña no es ningún problema para mí —respondió él, algo incómodo pero sincero.

—¡Siiiii! ¡El tío me quiere! —gritó la niña, orgullosa, y todos en la sala estallaron en carcajadas.

—Parece que ahora sí hay alguien en este mundo que puede controlar al temido tío Chuye —bromeó uno.

—Y no es precisamente un guerrero...

—Es verdad —murmuró Yin, con una sonrisa suave en los labios—. Tío es de verdad.




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