Mas alla de la luna: La leyenda de Mein Yin.

Capítulo 83

—¿Xiao Ba?

Justo cuando sentí que todas mis esperanzas se desvanecían, su voz me alcanzó desde atrás.

Esa voz.

Esa que solo yo reconocería incluso entre miles, que tenía el poder de recomponerme por dentro sin siquiera tocarme. Esa voz que para el mundo podía parecer intimidante, distante... pero que para mí era un refugio, un ancla. Esa voz que muchos temían, pero que yo daría todo por escuchar una vez más, aunque fuera solo un segundo. Una voz que nadie más entiende, excepto yo.

—¿Yin?

Se mantenía de pie a unos metros, con su habitual mirada serena... pero vacía. Esa forma en que su silencio decía más que cualquier palabra, como si cada gesto suyo escondiera una tormenta que se negaba a soltar. La conozco. Esa expresión significa que algo está roto por dentro... pero que, como siempre, prefiere guardárselo.

—¿Qué haces aquí, Xiao Ba? Te pedí que te mantuvieras lejos de mí.

—No seas ridícula. ¿Cómo puedes pedirme que me aleje? Te lo prometí... ¿lo has olvidado?

Ella no respondió. Solo desvió la mirada, con un suspiro apenas audible.

—Como quieras...

Siguió caminando hasta un pequeño lago cercano, sus pasos sin prisa pero firmes. La seguí sin decir nada. Nos sentamos juntos sobre un viejo tronco junto al agua, y simplemente observamos el fluir tranquilo de la corriente.

—Hoy te fuiste sin decir nada —murmuré, intentando no sonar acusador.

—Lo sé. Lo siento. Después de lo que pasó... simplemente no podía quedarme. No me sentía bien.

—Lo entiendo... Pero si en algún momento necesitas hablar, sabes que estoy aquí. Siempre.

—Lo sé...

Guardamos silencio. Solo el sonido del agua llenaba el espacio entre nosotros, hasta que ella rompió la calma.

—Si pudieras cambiar algo... solo una cosa. Algo del pasado, algo del presente... o algo del futuro. ¿Qué cambiarías?

Me tomé un momento para pensar, pero la respuesta me vino rápido. Ya la había tenido guardada por mucho tiempo.

—No cambiaría el futuro. No sabemos lo que viene, y prefiero vivir un día a la vez. Tampoco el presente... porque cada error, cada acierto de hoy, me enseña algo. Pero el pasado...

Hice una pausa, apretando mis manos sobre las rodillas.

—...Sí. Cambiaría el pasado. Lo reescribiría todo, si eso significara que tú no tendrías que cargar con tanto dolor.

Ella me miró por primera vez desde que nos sentamos. En sus ojos brillaba la luz de la luna, pero no había reflejo de esperanza, solo un abismo callado, interminable.

—Hay cosas que no puedes cambiar, aunque detengas el tiempo.

—¿Por qué lo dices? Siempre hay una salida. Siempre.

—No siempre... al menos, no para mí —susurró. Luego alzó el rostro hacia el cielo estrellado—. ¿Alguna vez te has preguntado qué hay más allá de la luna?

La miré, curioso, pero también confundido. Para mí, la luna era solo una esfera lejana, un adorno en el cielo nocturno. Negué con la cabeza.

—No, nunca me lo he preguntado.

—Yo sí. Muchas veces. Aunque sé la respuesta...

Permaneció en silencio unos segundos. Después, su voz cambió. Se volvió suave, casi como un eco que dolía.

—Más allá de la luna... solo hay vacío. Un desierto. No importa hacia dónde mires, no hay nada. Solo tú y el eco de tu propia voz. Y al principio parece paz... pero después, descubres que es un castigo. Ese vacío te cala los huesos, te roba la sangre, el aliento... te hace sentir vivo solo para recordarte cuán miserable puedes llegar a ser.

Más allá de la luna no hay dioses. No hay respuestas. Solo la eternidad. Una eternidad donde nadie escucha tus oraciones, donde las ofrendas se pierden en el olvido. Donde los hombres buscan inmortalidad sin saber que la inmortalidad... es otra forma de condena.

Sus palabras eran un poema dolido, una verdad que nadie le había pedido decir pero que necesitaba escapar de su alma.

Y mientras hablaba, entendí que lo que la atormentaba no eran solo recuerdos o maldiciones... sino un peso más profundo. Un vacío mental, una soledad grabada en su sangre. Yin no temía a la muerte, temía a no tener escapatoria dentro de sí misma.

Y yo, sentado a su lado, solo podía mirar.

Si tan solo pudiera calmar sus demonios...
Si tan solo pudiera apagar el frío que la consume por las noches...
Si tan solo pudiera ser esa luna que tanto observa, no para alejarla más... sino para abrazarla.

Quisiera ser el abrigo que cubre su cuerpo. Quisiera ser el escudo que la protege de cada ataque inesperado.

Yin... tan solo quiero que me mires. Porque sigo aquí. No me iré. Aunque me empujes, aunque me niegues, aunque no creas en mí, yo siempre estaré.

Estiré mi mano para tocar su cabello, ese lacio negro que tantas veces había enredado entre mis dedos.

Pero se desvaneció.

Una ráfaga fría me atravesó y se la llevó como polvo al viento. Como una sombra que solo mi mente había creado. Y ahí lo entendí...

No estaba realmente allí.

No era más que una ilusión, una necesidad dentro de mí. Una presencia tan intensa que mi propia alma la había inventado para seguir respirando.

Porque lo sé: mi mundo no es como el suyo.
El mío es simple. El suyo... más complejo, más oscuro, más vasto. Su mundo está lleno de galaxias que yo jamás alcanzaré. Está más allá de lo tangible.

Vivimos separados por una línea de tiempo que jamás se cruzará del todo. Ella está al otro lado, inalcanzable, siempre un paso delante. Y yo, por más que corra, siempre estaré detrás de esa línea... deseando alcanzarla.

Ese fue el destino que nos tocó en esta vida.

Y aunque no pueda tenerla ahora, la esperaré.

Seré mejor en la próxima.

La mereceré. La calmaré. La abrazaré... como no puedo hacerlo ahora.




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