Mas alla de la luna: La leyenda de Mein Yin.

Capítulo 86

Xiao desvió la mirada, visiblemente sonrojado. Aun así, su mente no podía dejar de girar sobre una idea que se le clavaba en lo más profundo.

—¿Me estás diciendo que... nunca has visto mis pensamientos?

Yin asintió con dulzura.

—Así es, mi querido Xiao. Jamás he intentado entrar a tu mente, ni mucho menos tener control sobre ella.

—¿Y qué te lo impidió?

—Tú mismo —respondió con serenidad.

Xiao frunció el ceño, confundido, queriendo seguir indagando, pero justo en ese momento se abrió la puerta y entraron Chen, Chuye y Xiao Ba, cargando con bolsas y paquetes de todo tipo.

—¡Lamentamos la tardanza! —se excusó Chuye, sacudiéndose el polvo de la ropa—. El mercado estaba a reventar. Y ni hablar de los comerciantes... una locura.

Yin se levantó con una sonrisa cálida para recibirlos. Tomó algunos de los objetos más pesados de sus manos y los colocó con cuidado sobre la mesa. Xiao, aún algo abstraído, se unió para ayudar también.

—Trajimos todo lo necesario para poder pasar desapercibidos —explicó Zhao Chen, colocando una tela azul oscuro con bordes dorados sobre la mesa—. Aunque no prometo nada... esto no será sencillo.

—Yin tiene un plan —intervino Chuye con convicción—. Si esperamos un poco, verán que todo saldrá bien.

—¿Y qué te hace pensar que la idea de Yin tendrá éxito? —preguntó Xiao Ba, con los brazos cruzados.

Chuye lo pensó por un momento antes de responder:

—¿Acaso Yin ha fallado alguna vez?

Xiao Ba suspiró. —Tienes razón... ella no da muchas ideas, pero las pocas que propone... terminan acertando. Aun cuando parecen arriesgadas.

—Sea como sea —añadió Zhao Chen, con tono serio—, espero que esta no sea la excepción. Nuestra misión depende de ello.

Tras la breve reunión, el grupo volvió a salir en busca de modistas, o más bien, de varios, con la intención de confeccionar trajes a medida usando las telas que habían conseguido en el mercado. El objetivo era claro: mimetizarse.

Mientras tanto, Xiao se quedó con Yin para ayudarle con lo restante.

El plan de Yin era audaz y requería precisión. Como se acercaba la festividad de Dongzhi, una de las más importantes del calendario lunar, era el momento perfecto. Muchos estudiantes de las cuatro grandes sectas —Lang, Wen, Yuming y Xia— asistirían a la celebración, tal como era tradición.

La idea era simple, pero peligrosa: infiltrarse entre los estudiantes del Clan Lang, conocidos por su disciplina y su impecable reputación. No solo por su poder, sino por su estricto código de conducta. Yin, sin embargo, estaba segura de que podrían pasar desapercibidos si todo se ejecutaba con la precisión adecuada.

Además, ella tenía un as bajo la manga: tiempo atrás, algunos excompañeros del desaparecido Clan Aitong habían sido acogidos por el Clan Lang. Eso abría una posible puerta a la cooperación... si sabían cómo tocarla.

Xiao, al escuchar el plan completo, no pudo disimular su asombro. Yin había contemplado cada detalle: los dialectos, los gestos, incluso los protocolos de saludo. Era evidente que llevaba tiempo planeándolo, aunque no lo hubiera compartido hasta ahora.

Y aun así... había algo que no había dicho todavía. Un detalle que reservaba para después.

—¿Entonces me estás diciendo que tenemos que vestirnos como si fuéramos parte de ese clan? —Xiao Ba la miró con incredulidad—. ¡¿Estás bromeando, cierto?!

—Por supuesto que no —respondió Yin, sin inmutarse.

—Entonces, de verdad... ¿tenemos que...? ¡Agh, mejor ni lo digas!

—Solo tienes que fingir un poco. Ni siquiera te estoy pidiendo que te conviertas en uno de ellos.

—¡Pero tenía que ser ese clan! Hay muchas otras sectas que vendrán a la ciudad.

—Ninguna encaja con nuestros perfiles —respondió Yin con firmeza.

—¿Nuestros perfiles? ¿O quieres decir el tuyo? —gruñó Xiao Ba, aún sin convencerse.

Zhao Chen intervino con calma.

—No suena tan descabellado. Ese clan tiene reputación, sí, pero sabemos cómo actúan. Hemos tratado con ellos antes. Podemos imitarlos sin levantar sospechas.

—Exacto —añadió Chuye—. Sabemos sus costumbres, sus rituales, sus formas de hablar entre ellos. Es una ventaja.

—Sí, pero están olvidando algo —replicó Xiao Ba, señalando con el dedo—. Justamente porque son tan respetados, si descubren que los estamos imitando... podríamos ser castigados. ¿Lo entienden?

Las palabras cayeron como una piedra en medio del silencio. Todos giraron hacia Yin, esperando que ofreciera una alternativa.

Pero ella, lejos de retroceder, mantuvo la mirada firme.

—Entonces... iré a hablar con ellos.

Xiao soltó una carcajada, pensando que lo decía en broma.

—No puedes estar hablando en serio...

Pero Yin negó con la cabeza.

—Lo estoy.

Su expresión no dejaba lugar a dudas.

Xiao Ba se quedó boquiabierto mientras Yin se giraba para salir de la sala, decidida a continuar con los preparativos antes de la partida. Chuye, Chen y Xiao se miraron entre sí y la siguieron con rapidez, sabiendo que su ayuda aún era necesaria.

Xiao Ba, sin embargo, permaneció de pie, inmóvil, con la expresión congelada.

—Están todos locos —murmuró—. El Clan Lang... ese clan no cede con facilidad. Sus reglas son como piedra tallada, inquebrantables.

Conocidos por su rigor, por su talento en la práctica espiritual y su insaciable sed de conocimiento, los Lang eran admirados y temidos por igual. De hecho, parecían diseñados para ser odiados: fríos, exactos, casi perfectos. Solo imaginar tener que imitarlos... le provocaba escalofríos.

Y entonces, desde el umbral de la puerta, Yin giró su rostro hacia él con expresión determinada.

—Xiao Ba, tú vendrás conmigo a hablar con el jefe del clan.

—¿¡Q-qué!? ¡No! ¡No, no, no, no...!

Pero ya era demasiado tarde.

La decisión estaba tomada.




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