—Encuentro con el maestro Shen—
—Buenos días, maestro Shen. —La voz de Yin sonó firme, segura. A su lado, Xiao Ba repitió el saludo con una reverencia algo más vacilante.
Habían llegado a la posada donde se alojaban los miembros del Clan Lang, una comitiva compuesta por varios maestros y al menos veinte alumnos. El lugar estaba impregnado de orden y silencio, como si el mismo aire tuviera disciplina.
—Buenos días, Yin. —respondió el maestro Shen con un gesto sereno, mientras les indicaba que tomaran asiento.
Xiao Ba no pudo evitar mirar a su hermana con desconfianza. <<¿Desde cuándo se conocen?>> pensó, frunciendo el ceño.
El maestro les sirvió una delicada infusión de jazmín. Su apariencia, aunque mayor que la de Yin, no denotaba debilidad: su rostro era sereno, sin arrugas marcadas, y su mirada estaba llena de experiencia, pero también de calidez.
—¿A qué debo esta grata visita? —preguntó, dirigiendo la mirada exclusivamente a Yin.
Ella dejó su taza a medio camino y respondió con seriedad:
—Maestro Shen, estamos aquí para solicitar su ayuda. Hemos sido enviados en una misión delicada. Buscamos a un antiguo subordinado del Emperador de Chan, alguien que cometió errores graves y que ha colocado al imperio en una situación peligrosa con los reinos de Chu y Liang. Su intervención ha avivado las tensiones diplomáticas... y si no lo detenemos a tiempo, podríamos estar ante el inicio de una guerra.
El maestro Shen frunció levemente las cejas. Yin continuó:
—Nuestro último informe lo ubica aquí, en esta ciudad. Al parecer, planea un trato ilegal con el primer ministro. Nuestra única opción es atraparlo sin que se dé cuenta... lo que significa adoptar nuevas identidades. Para eso...
—...quieren hacerse pasar por miembros del Clan Lang. —interrumpió el maestro, completando la frase con claridad.
Yin asintió, con respeto.
—Así es. Vinimos a usted porque confiamos en su sabiduría... y su discreción.
Shen se inclinó hacia atrás, pensativo. Observó a los hermanos durante unos segundos antes de hablar:
—Saben que el Clan Lang es más que una organización. Nuestra reputación, nuestra moral y nuestro compromiso con el conocimiento y la rectitud son lo que nos define. No puedo permitir que nada, ni siquiera una misión imperial, ponga eso en riesgo.
Xiao Ba resopló y se dejó caer ligeramente hacia atrás en su silla.
—Ya vamos otra vez...
Pero antes de que el maestro Shen pudiera reaccionar, Yin intervino con rapidez, su tono firme pero diplomático:
—Entendemos completamente sus preocupaciones, maestro Shen. Le damos nuestra palabra de que no comprometemos ni el honor ni la estructura de su clan. Somos conscientes de sus principios, de su ética, de sus normas... y nos adaptaremos sin causar conflictos.
—Espera —dijo Xiao Ba, irguiéndose de nuevo—. No podemos prometer que no habrá conflicto, Yin. Estamos hablando de capturar a un traidor. Un hombre que está atentando contra el equilibrio político del imperio. Si es necesario... tendremos que actuar.
Yin bajó la cabeza, avergonzada por la imprudencia de su hermano. Se volvió hacia el maestro, esta vez más cauta:
—Le pido disculpas por su comentario. Está bajo mucha presión. Esta es nuestra primera misión oficial desde la graduación.
—No tienes que disculparte, Yin. —El maestro Shen esbozó una leve sonrisa—. Lo entiendo. Son jóvenes. Es normal que reaccionen con intensidad.
Xiao Ba, incómodo por el intercambio, miró alternativamente a su hermana y al maestro Shen. Algo no cuadraba. Había una familiaridad entre ellos que no pasaba desapercibida.
—Disculpe, pero... ¿ustedes se conocen?
El silencio que siguió fue breve, pero suficiente para confirmarle que sí. Definitivamente se conocían.
—Xiao Ba —dijo Yin, sin mirarlo—. ¿Podrías dejarnos solos un momento?
Xiao Ba frunció el ceño, pero obedeció. Se puso de pie y se despidió del maestro con una leve reverencia antes de salir de la sala.
Una vez solos, Yin tomó aire y suavizó su expresión.
—Maestro Shen, lamento la actitud de mi hermano. No fue su intención faltar el respeto.
—Tranquila, Yin. Puedo ver que la presión los está empujando. Pero están aprendiendo... y lo están haciendo bien.
Yin soltó una risa leve, contenida.
—Hablas como si nos lleváramos veinte años.
—No tantos —respondió Shen, bajando la mirada para ocultar una sonrisa—, pero sí los suficientes para saber cuánto has crecido. Me alegra volver a verte, después de tanto tiempo.
Unos minutos después
—¿Sigues sin contactar a tus hermanas?
—No he podido. —La voz de Yin bajó de tono—. Aún no es el momento.
—Pero... las tres ya pasaron la primera fase, ¿no era ese el indicio para reencontrarse?
—Eso creíamos, pero últimamente... muchas cosas me hacen dudar si la profecía sigue su curso real.
—¿A qué te refieres?
—Se suponía que no habría muertes. Que el camino afectaría solo a las Portadoras. Pero en los últimos meses... he perdido personas que jamás pensé ver morir. Y todo apunta a una distorsión.
El maestro Shen se quedó en silencio.
—¿Crees que el Consejo está interviniendo?
Yin asintió.
—Ese es mi mayor temor. Que estén manipulando el ciclo a su conveniencia. Y si es así... la profecía no solo será alterada, será destruida.
El maestro pidió que les sirvieran un vino de la casa, elaborado con frutos de montaña fermentados en hojas de loto. Al ofrecerle una copa a Yin, volvió a lo esencial.
—Y ese subordinado... ¿tiene algo que ver con la profecía?
—No directamente. Pero lo que lleva en su poder podría estropear el equilibrio que nos mantiene en este ciclo. No puede llegar a manos del primer ministro. Si eso ocurre... ni siquiera la muerte de simples hombres será el mayor problema.
El maestro Shen la observó con gravedad.