Mas allá de la mirada

Capítulo 2

Os confesaré algo: mientras me vestía una sensación de alegría inmensa inundó todo mi ser. Yo soy una persona que consigue ilusionarse con muy poco y después de pensar fríamente lo que me acababa de ocurrir, sentía que mi corazón no paraba de dar saltitos de alegría, por fin haría algo en mi vida que llenaría todos mis vacíos.

Todo lo que ocurrió a partir de ahora me hizo creer que me encontraba en un sueño del que de verdad os juro y perjuro, que no quiero despertar.

Quizás diréis oye Tess pero ¿qué pasó con William? Pues bien, ese día fui allí y pedí tres mil disculpas a Will (así lo llamo ahora) a lo que este respondió con un abrazo. Desde ese momento mi vida tal y cómo os vengo contando, cambió para siempre.

Ese verano Will y yo estrechamos lazos, pero oye, no penséis mal. Empezamos a conocernos, a contarnos cosas el uno al otro. Cosa que vi normal ya que este extraño sujeto me resolvió la vida de la nada y a parte porque sería compañero de clase.

Me arrepentí de haber desconfiado de él en un primer momento porque poco a poco me fui percatando de que era una gran persona. No os quiero adelantar acontecimientos pero como os he dicho, creo que soy una persona demasiado explosiva, soñadora, no sé. El caso es que la figura de Will empezó ese mismo verano a despertar sentimientos en mí.

Yo pasé las vacaciones lejos de mi ciudad, en un pueblo costero. Pasé los días nerviosa, soñando con un reencuentro con Will. En ese momento la verdad que no me planteaba llegar a tener algo con él, sólo tenía esa sensación de curiosidad, de querer saber más y de ver cómo sería nuestra relación en la misma clase.

Will hacía que riese a carcajadas con una sola tontería. A veces mi madre me miraba con cara extrañada como diciendo ¿de qué se estará riendo la loca esta mientras mira el móvil?

El verano pasó como cualquier otro, salvo que esta vez, cuando septiembre llegase, empezaría una nueva etapa de mi vida. Conocería gente nueva y también me vería obligada a perder lazos con otras personas.

El 18 de septiembre llegó mas pronto de lo que esperaba. Ese día volvería a ver a Will. Estaba realmente nerviosa: pensaba y a la vez me calmaba con el pensamiento de que más que la cagué al conocerlo no sería posible cagarla.

Avancé por los pasillos de la universidad y allí estaba tal y cómo acordamos, sentado en el banco frente al aula donde nos darían la bienvenida. No os miento si os digo que el corazón me dio un vuelco al verlo. Vestía con una camiseta burdeos y unos vaqueros. No pude evitar fijarme en su profunda mirada, la cual, por momentos, hacía que me perdiese en ella.

— Hola Tess — me respondió sonriendo de soslayo.

— Hola Will. — le respondí a la vez que retenía mis nervios — ¿Qué tal? ¿A dónde tenemos que ir?

— Genial, ya veo que tú también. — río— Pues ahí, justo la puerta que tienes delante. La gente ha entrado hace un buen rato, pero yo, decidí esperarte.

— Oh...Entremos entonces.

Estaba tan nerviosa que ni siquiera me había dado cuenta de que Will me había dicho ese "ya veo que tú también". Nos sentamos en la fila de atrás. Cuando entramos todos se nos quedaron mirando puesto que, al entrar, sin querer, cerré la puerta demasiado fuerte cosa que interrumpió la charla del profesor. Me disculpé y fui corriendo al lado de Will, quién se encontraba medio riéndose por la escenita que acababa de hacer.

Quise dejar que Will anduviera delante de mí para observarlo más detenidamente: era de complexión fuerte, sus andares indicaban un poco de chulería, aunque lo que consiguió mantenerme sin aliento fueron esas miradas que de vez en cuando me soltaba.

Cuando la charla terminó. Me fui a casa y al llegar me tiré a la cama: mil historias pasaron por mi cabeza en ese momento a la vez que cerraba los ojos y la felicidad inundaba mi rostro. Me ilusioné y volví a ilusionar. Me encantaba como se iba a plantear el curso, aunque no os mentiré: me encantaba Will. Me encantaba su mirada y me encantaba tenerlo como compañero.

Quise pensar que el no se habría dado cuenta de cómo me había sentido porque eso me produciría bastante vergüenza.

El sonido de un mensaje de Whatsapp interrumpió mis pensamientos, ¿a qué no adivináis quién se había atrevido a hablarme? En efecto. Anne.

Ella también había tenido ese día su primer día de clase y aprovechamos para ponernos al día y contarnos que tal nos fue.




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