—Esto no es normal… —murmuró Lucas, con la mirada clavada en el lago—. ¿Tú crees que Elías sea… un alma en pena?
Tragué saliva. La idea no sonaba tan absurda en ese momento.
—Puede ser —dije al fin—. Digo, si de verdad murió sin que nadie supiera qué pasó… capaz se quedó atrapado.
Lucas se pasó la mano por la nuca, incómodo.
—O capaz no se fue nunca. Capaz está esperando a alguien.
—¿Aquien?
—no lo sé —contestó, sin mirarme.
Lucas soltó un suspiro largo y se giró hacia mí, medio sonriendo.
—¿Sabes qué? Me da igual elias. Creo que voy a nadar un rato.
—¿Qué? —fruncí el ceño—. ¿Estás hablando en serio?
—Sí. Hace calor, el lugar está tranquilo. ¿Por qué no?
—Porque… acabamos de hablar de un tipo muerto que se aparece en este bosque. ¿Te parece el mejor momento para nadar?
Lucas se encogió de hombros, restándole importacia.
De pronto, se levantó del tronco y empezó a caminar hacia la orilla.
Se quitó la camiseta y la lanzó a un lado, luego metió un pie en el agua y se giró hacia mí con media sonrisa.
—¿Te vas a quedar ahí sentado o qué? ¿Te animas?
Suspiré y me levanté.
—Al diablo —dije mientras me quitaba los zapatos—. Vamos a nadar.
Lucas soltó una risa corta y se metió al agua sin pensarlo dos veces. Yo lo seguí, sintiendo el agua helada subir por mis piernas.
Lucas estaba distraído, flotando boca arriba, con los ojos cerrados. Aproveché el momento y le lancé un buen chorro de agua directo a la cara.
—¡Ey! —gritó, incorporándose de golpe—. ¡Qué!
No pude evitar soltar una carcajada.
me miró un segundo, fingiendo indignación, y luego me devolvió la salpicada con el doble de fuerza.
—¡Esto es guerra!
Terminamos riéndonos como tontos, salpicándonos de un lado a otro, sin pensar en nada más. Por un momento, solo éramos dos amigos pasándola bien.
Pasamos la tarde jugando en el agua, empujándonos, salpicando, riéndonos como si nada más importara.
Pero de repente, Lucas se quedó quieto.
—¿Qué pasa? —pregunté.
—Algo me tocó el pie —dijo, con el ceño fruncido.
—Lucas, no estoy para bromas —le dije, mirándolo fijo.
No terminé de procesarlo cuando lo jaló. El agua lo tragó de golpe.
—Lucas! —grité, nadando hacia él.
Volvió a salir, tosiendo, desesperado.
—¡Sam! ¡Me están jalando, no puedo salir!
Le agarré el brazo y tiré. Sentí una fuerza extraña, como si algo lo sujetara desde el fondo. El agua estaba helada de repente, mucho más que antes.
Con un último esfuerzo, lo saqué. Nadamos hasta la orilla y salimos arrastrándonos por el barro, sin aire.
Nos quedamos ahí, respirando como si nos faltara vida.
Lucas miró su pierna: tenía marcas, como dedos. Finas. Frías.
—¿Qué… qué fue eso? —susurró.
Lo miré, todavía sin aliento, y le dije:
—no lo sé.
Nos miramos unos segundos y Luego miramos asia el lago
Pero desde el lago solo se escuchó un pequeño chapoteo.
Y no había viento.