No sé como llegué a este lugar ni por qué mis padres me han obligado a estar aquí. Estoy contra mi voluntad. Lo único bueno es que una de mis mejores amigas está aquí conmigo. En serio, no entiendo por qué diablos me metieron a un internado de señoritas, y para terminar de empeorar las cosas, en uno de los peores. Un lugar donde las paredes se están pudriendo y el olor a humedad y moho, me escuece la nariz. Mis ojos me pican y por lo general se ven rojos; la alergia va a terminar por matarme.
Apenas tenemos dos días aquí y ya estoy pensando en una forma de escapar de este maldito lugar. La mayoría del tiempo la pasamos en los dormitorios. Las camas están casi pegadas por e. poco espacio que tenemos. Algunas son de madera y tiene hoyos en las bases, todo en este lugar cruje como si deseara devorarte por la noche, mientras que las de hierro ya están corroídas por el agua, aire y el tiempo. La ansiedad vibra dentro de mí. Queriendo salir a flote y gritar hasta que mi garganta duele y ya no pueda más. Estoy harta de soportar los maltratos que mis padres me hacen, pero este lugar no es mi salvación, necesito salir.
La luna nueva está en lo más alto del cielo, apenas puedo verla. Las nubes ocultan su poco brillo y las estrellas no se ven. Debería intentar dormir; la noche anterior no logré hacerlo. Las lágrimas brotan por mis ojos, que ya me duelen de tanto llorar. Una presión en el pecho me invade y solo quiero desaparecer del mundo o que el maldito agujero que existe en esta cama, mohosa y dura, me llevé al inframundo.
Trago saliva. Sé que hay algo aquí, a mi lado. No puedo verlo, pero puedo sentir el frío que provoca en el ambiente, puedo sentir su peso irracional en la cama, el colchón se marca bajo su peso. Lo sé, esto no tiene lógica alguna, pero es lo que me está pasando. Respiro hondo, solo quiero salir corriendo de aquí, pero el miedo me paraliza. Estoy a punto de colapsar, mi garganta me duele y arde por el deseo de gritar. Cierro mis ojos, para no ver al lado, donde ya sé que está esa entidad invisible. Siento su frío agarre en mi muñeca. Los temblores internos en mi cuerpo, me están volviendo loca. Bajo de la sabana, hay algo, estoy segura, y esa presencia quiere hacerme creer en su existencia o hacer que mi locura empeore. Siento como se levanta de la cama, se forma un bulto al lado de mí, que me congela la respiración y no me deja moverme. Esto solo dura un par de segundos, suficientes para salir corriendo de la cama. Me tropiezo con el buró que está al lado de esta, pero no importa, el dolor no es nada a comparación de este maldito sufrimiento que es tener una presencia acosándome, que ni siquiera puedes ver. Los gritos de las chicas se escuchan en todo el dormitorio.
―¡Vieron eso! ―gritó la chica que está sentada en la cama, justo en frente de la mía, mientras que yo termino arrinconada en la esquina de la cama de esa chica, ni siquiera puedo recordar el nombre de mis compañeras.
Ni siquiera puedo controlar mi respiración, y menos voltear a ver lo que está pasando a mi alrededor. Lo único que puedo hacer es cerrar mis ojos, apretándolos tanto que me arde intentar volver a abrirlos. Los gritos se escuchan de nuevo, sujeto mi cabeza entre mis manos, apretando tanto mis oídos que duele, necesito salir de aquí o me volveré loca.
Una niña pequeña grita tan fuerte que podría perforar mis oídos, puedo sentir su miedo, y sé que es lo que tengo que hacer algo para ayudarla. Necesito hacer algo y tengo que hacerlo ya. Las piernas me tiemblan y mi garganta se cierra casi por completo. Suspiro… y en esa escapada de aire, dejo ir algo de miedo. Doy un paso y casi me caigo al suelo. Sin pensarlo, corro hacia donde está la niña de cabello rojizo. La luz parpadea, pero alcanzo a ver algo que casi me paraliza del terror que me provoca.
De repente, varios bultos negros están parados al lado de la cama de la pequeña niña, mientras que todas las chicas están amontonadas al lado de la cama, donde yo me había refugiado hace un momento. Las sombras espesas rodean la cama de la pequeña, veo hacia arriba y hay otra más volando sobre nosotras, se ve como si fuera una sábana negra y vieja que se está desintegrando en cenizas, mientras que desaparecen en la nada.
Las luces se apagan y se escucha un grito gutural que perfora mi alma hasta lo más profundo, una ligera luz alumbra la cara de la pequeña, ya no se ve como antes, ahora está desfigurada, los ojos se ven opacos y el cabello sucio, lleno de tierra, hojas y telarañas, su boca está abierta de una forma antinatural y sus dientes son colmillos de serpiente, su cuerpo está en una posición muy dolorosa e imposible de lograr con todos tus huesos en una sola pieza, arrastrándose hacia donde estoy.
Siento que me voy a ahogar, no puedo respirar, me está dando un ataque de pánico y nadie me ayuda. No tengo ni idea de lo que qué puedo hacer para ayudar a la pobre niña. Solo quería salvarla y ahora estoy en medio del dormitorio, petrificada del miedo con diez sombras dándome la espalda, que estoy segura de que en cualquier momento me van a ver y terminaré siendo parte de ese extraño ritual.
Trato de retroceder, pero no puedo. La oscuridad y esas sombras que ahora tienen pequeñas venas al rojo vivo como el magma volcánico. Se acercan a mí, creando una atmosfera oscura que me hace perder mis sentidos poco a poco. Veo hacia el lugar donde están las chicas, y ya no están, es como si la tierra se las hubiera devorado. Ahora, solo puedo ver a Romina, mi mejor amiga, que por alguna razón no había visto en todo el día. Ella está pegada a la pared con los brazos abiertos. No puedo creer lo que estoy viendo. Algo la hace girar y queda con la cabeza hacia abajo. De pronto, la luz regresa y todo está como antes. Caigo sentada en el suelo y no puedo creer lo que acaba de pasar. Romina se me queda viendo, mientras sujeta un libro entre sus manos.