Pero, ¿qué rayos?
Cierro los ojos y estoy de vuelta en mi casa. Damián me observa desde la puerta de mi habitación, sus ojos no me dejan de observar. Escudriñan hasta lo más profundo de mi alma. Damián se acerca a mí, yo sigo indefensa, recostada en la cama con el sabor de los ojos de Regina en mi lengua.
—Para ser tu primer asesinato, lo has hecho de maravilla… Veo que aún puedes saborear los ojos de tu vieja y destrozada, amiga —dice Damián, aun acercándose a mí.
—Creo que me gusto —digo mientras veo mis manos que están manchadas con la sangre de Regina. Todo esto es parte del CSI.
—¿Y?
—Se me han ocurrido algunas ideas más, que mu hubiera gustado hacerle a Regina, pero creo que podré hacerlo con Mike —digo, mordiendo mi labio inferior, me da miedo lo que estoy diciendo, creo que nunca volveré a ser la misma de siempre.
Damián se acerca aún más a mí y me sujeta de mi muñeca. Un triángulo invertido, con una equis en el centro y en la orilla un cuadrado; se dibuja en mi muñeca con un ardor tan intenso que hace que se me salgan las lágrimas del dolor, me pongo en posición fetal y Damián se acerca a aún más a mí. Con sus labios rojo sangre, que dejan ver sus colmillos filosos y una sonrisa perversa besa mi frente.
—¡Eres mía, solo mía! —me susurra en el oído. Un escalofrío recorre todo mi cuerpo, quiero gritar. Sé que él se da cuenta de las sensaciones que causa en mi cuerpo y mente. Realmente estoy confundida, no sé si esto que estoy sintiendo está bien o solo debería salir corriendo de aquí. No puedo hacerlo. Estoy paralizada, pero no es de miedo, es algo más. Algo que me atrae a él.
—Hija… ¿Estás bien? —dice mi mamá al entrar en mi habitación con un té en la mano. La oscuridad se desvanece por completo, al igual que la orquesta y la peste a podredumbre a mi alrededor. Veo mis manos y no tengo ni una sola mancha de sangre.
—Sí, mamá —mentí.
—Sé que todo lo que te ha pasado en estos últimos días ha sido algo muy complicado para ti, pero quiero que siempre tengas en mente que yo te apoyo en todas las decisiones correctas que tomes —dice mi mamá, mientras me acaricia mi cabello y yo solo puedo pensar que si ella se diera cuenta de lo que acabo de hacer, estaría completamente decepcionada de mí.
—Creo que… por ahora, me iré a dormir… lo siento, mamá. Creo que me siento muy cansada, quiero dormir y desaparecer un poco este sentimiento…
—Sé lo que sientes, hija… pero créeme, este sentimiento no va a durar para siempre —dice ella mientras pone su mano en mi rodilla, deseando reconfortarme un poco.
—Mamá no estoy de humor, solo quiero dormir —le digo mientras me acurruco en mi cama. Ella me cubre con las cobijas y se acomoda a mi lado, al parecer no tiene planes de dejarme dormir sola.
Les juro que no me di cuenta en qué momento me quedé dormida. Solo me dejé llevar por el rey de los sueños.
Todo está oscuro, el bosque espeso y la oscuridad no me deja ver más allá, quizás solo logro ver a un metro a mi redonda. Algo me oprime el pecho, volteo a ver al cielo, veo las estrellas que me hacen sentir vértigo. Es mejor que esta sensación que me está matando, no veo nada, solo los follajes oscurecidos de los árboles. Camino hacia el frente, es casi imposible ver, lo único que puedo notar son las siluetas del bosque. Los sonidos inundan mis sentidos, el viento corre y hace un ruido que me eriza la piel. Quiero salir corriendo, pero no puedo. Algo me detiene.
Unas sogas salen de uno de los árboles y me atan las extremidades, llevándome hacia él. Quedo atada de mis piernas y con mis manos juntas y atadas hacia el cielo. Justo en el momento en el que quiero gritar. Un escarabajo gigante entra en mi boca, siento sus patas en mi lengua, mi estómago se arquea, pero el escarabajo se hace más y más grande, hasta llenar por completo mi boca, no puedo respirar bien, me estoy asfixiando. Las lágrimas salen de mis ojos rojizos. Ya no puedo más con esta terrible sensación, la respiración se me corta por unos segundos y al abrir los ojos estoy en mi habitación, mi mamá está dormida al lado.
Ella está tan profundamente dormida que aunque yo me incorpore muy deprisa en la cama, no se dio cuenta. Aun así, con cuidado salgo de ella, traigo la boca reseca y necesito beber algo de agua o lo que sea que encuentre. Bajo las escaleras, mientras que lo hago un escalofrío, recorre mi cuerpo; al recordar cómo la bestia bajaba las escaleras y cómo yo me había posesionado de su cuerpo. Me quedo paralizada unos instantes en un peldaño. Sacudo mi cabeza y sigo caminando hacia la cocina.
Abro la puerta del refrigerador y saco un refresco sabor cola, camino hacia la sala y me siento en el sofá para beber, pero no logro concentrarme, mi mente está muy dispersa, abro el refresco en automático. Le doy un sorbo y me quedo viendo a la ventana. La luna llena se torna roja y la luz entra disuelta entre la negrura profunda que invade cada rincón del lugar. Un escalofrío me recorre todo el cuerpo, desde mi cabeza, hasta los pies. Es imposible no sacudirme ante tal reacción de mi cuerpo.
Sé que alguien está detrás de mí, me volteo despacio para que lo que sea que esté ahí, tenga la oportunidad de esconderse, no quiero saber quién o qué cosa está detrás de mí. Pensar que la bruja maldita puede estar cerca de mí me está matando. Cierro los ojos y veo su asquerosa apariencia. Los vuelvo a abrir y veo ese par de ojos rojos, profundos como el infierno.