Siguiente misión
Damián se acerca a la nevera y abre la puerta, tanto que, al llegar a su máxima apertura, rebota un par de veces. Encuentra en la nevera la caja de pizza, la toma y la lleva a la mesa. Dentro de ella hay seis rebanadas de pizza. Saca también una bebida. Yo estoy de pie inmóvil, tratando de no salir corriendo de ese lugar.
Él camina hacia la sala y me trae mi refresco.
—Creo que necesitas algo de azúcar —me dice mientras me lo ofrece.
—Gracias —logró susurrar.
—Toma una rebanada, yo comeré el resto, esta forma humana me permite darme algunos gustos —dice el mientras se muerde el labio.
—No, gracias. Estoy bien… —digo observando como devora la rebanada de pizza. Todo esto me causa una extraña sensación, entre asco y excitación, no sé cómo explicarlo.
—Está bien, no te rogaré… por cierto, estas listas para tu siguiente misión, mañana será el momento en el que destruyas a Mike, sé que deseas hacerlo… —al terminar de hablar se muerde su labio inferior, como si le excitara las imágenes que le evocaban la destrucción de mi exnovio.
—No estoy muy segura… —dejo de hablar, al ver la mirada oscura de Damián, sabía que había dicho algo que lo hizo enojar de verdad, sus ojos rojos se pusieron negros como la noche.
—Por ahora, me iré. Pero mañana regresaré y terminarás de hacer tu segunda misión —dice, mientras devora la última rebanada de pizza completa.
—Lo intentaré… —digo viendo mis mangas, aun sintiendo el sabor de los ojos de mi amiga en mi boca, aguantando las ganas de vomitar.
—No lo intentarás, lo harás —dice. Desapareciendo entre una nube de humo.
Voy corriendo al baño y saco todo lo que traía en mi estómago, me enjuago con agua y cepillo mis dientes y aun así no se me quita ese terrible sabor, aunque la venganza me dio mucha satisfacción por un momento.
No he podido dormir nada en toda la noche, por más que lo intento. No lo logre. El recuerdo de Regina tirada en la cama sin sus ojos y la quijada arrancada, no me deja de dar vueltas en la cabeza. No puedo creer que le hiciera eso a mi mejor amiga y todo por un estúpido hombre, pero las cosas ya están hechas. No puedo regresar el tiempo. Las lágrimas me salen sin pensarlo, me dejo llevar por el dolor y la ira hasta perder la conciencia.
De un momento a otro, estoy en un lugar oscuro, tan intensa es la oscuridad que no logro ver ni siquiera la palma de mi mano.
Quiero correr, pero no puedo hacerlo; algo sujeta mis pies, es como si estuvieran pegadas al suelo, muevo mis manos hacia todas las direcciones, y justo en ese momento me doy cuenta de que estoy encerrada en una caja o algo así, mi respiración se agita, no puedo controlarme, estoy a punto de gritar. Escucho un crujido, el aire se percibe espeso y con un olor pestilente, que me es familiar. Cierro los ojos tan fuertes que me arden. Siento unas uñas en mi abdomen, la presión que se ejerce en él va aumentando poco a poco. Las garras penetran mi piel, ese dolor me tortura, las garras y sus dedos entran aún más en mi vientre, no puedo abrir los ojos y aunque lo pudiera hacer, no habría ninguna diferencia, el lugar estaba tan oscuro que en lo único que podía confiar era en el resto de mis sentidos. El olor empeora, y la sangre de mi vientre brota incontenible.
Me incorporo en mi cama con un grito que lucha por salir de mi garganta, no puedo hablar, no sale mi voz, aunque muevo mi boca, no sale ni siquiera un ligero sonido. Mi vientre tiene una cortada algo profunda, y sé quién la hizo… estoy segura de que fue la maldita bruja mientras que yo dormía, sé que no solo me visito en mis sueños. Veo hacia el rincón de la sala y ahí está. Viéndome por las hendiduras que apenas quedan entre los hilos fibrosos y coagulados que cocieron sus ojos malditos. Su sonrisa en el cuello con colmillos afilados que saborea la sangre que brota de mi vientre. Me quedo petrificada. La maldita bruja corre en cuatro patas hasta donde estoy y con un salto, queda sobre mí, con su lengua viperina me lambe la cara y después se pasa haca mi vientre donde introduce su lengua despacio.
Me armo de valor y con mis piernas la empujo lejos de mí. Pero no puedo quitármela de encima, mi respiración se corta, quiero salir corriendo lo más pronto posible, pero no puedo, sus frías y filosas garras me sujetan los brazos, su lengua viperina la pasa por mi cuello y solo deseo gritar, pero la voz no me sale. Al parecer se ha convertido en mi peor pesadilla viviente, quiero pedir ayuda, pero sé que no debo, mi madre sería la única que puede venir a ayudarme y no creo que pueda hacer mucho, yo me metí en esto, ahora debo salir de aquí.
—¡Suéltala! Aún tiene asuntos pendientes que terminar —exclama Damián. Sin mover ni un solo dedo, solo viendo fijamente a la bruja maldita, con sus rojos e intensos ojos, y la hace aparecer a su lado con un chasquido de sus dedos.
—Supongo que gracias —murmuro.
El sol al fin comienza a salir, los pájaros cantan una dulce melodía, mientras que Damián y la bruja maldita se desaparecen dejando una paste horrible a putrefacción y una sensación de espesura en el aire, es lo único que quedan además de una sensación de alivio y desconcierto que me hace sudar frío.
—¡Buenos días, mi cielo! —dice mi mamá mientras baja las escaleras con cuidado.