Avril Fray.
«El aleteo de las alas de una mariposa se puede sentir al otro lado del mundo» El efecto mariposa, nos indica que todas las cosas están conectadas, y que las cosas más pequeñas pueden provocar grandes impactos. Pasé toda mi infancia escuchando a mi padre hablar sobre dicho fenómeno, pero nunca entendí realmente la magnitud de sus palabras hasta que fui consciente del impacto que una mirada, un instante, o un segundo, un pequeño y a penas perceptible segundo, pueden tener en la vida de las personas, a tal punto de tener el poder de marcar el antes y el después que nos pasamos media vida buscando sin estar realmente preparados para ello.
Todo a mi alrededor grita que no pertenezco aquí. Las luces blancas y azuladas que salen disparadas en todas direcciones y lucen como rayos que parecen atravesar el cielo, el retumbar de la música, que no solo se siente en mis oídos, sino que vibra por todo mi cuerpo, y las personas.
Cuando Kat dijo algo sobre una fiesta, su nuevo novio, y sobre como sería increíble que conociera a su mejor amiga, me imaginaba algo distinto a esto, sin embargo, nunca he visto tantas personas amontonadas en un solo lugar, o al menos, no de mi edad.
Todos se mueven en perfecta sintonía con el ritmo que marca la música, y conforman una red humana de cuerpos que bailan pegados, casi sin aire entre ellos.
En una esquina del lugar están apilados unos barriles de cerveza, y las botellas vacías de vodka y whiskey están desperdigadas por todo el suelo. También hay una barbaridad de coches aparcados rodeándonos, y un montón de parejas que utilizan el capote para recostarse y poder meterse mano más a gusto.
A mi lado pasan dos chicas, una rubia y una morena, contoneando las caderas y con una botella de lo que parece ser vodka en la mano. Ambas le dan una fugaz ojeada a mi atuendo, formado únicamente por una camiseta blanca y unos jeans oscuros, para luego inflarse las mejillas cuando se llevan a los labios el líquido de la botella.
La situación es tan nueva e inesperadamente inquietante, que por dos minutos olvido que Will está al otro lado del teléfono.
—Esto es una jodida locura.
Su voz consigue un tono más alto del habitual para que pueda oírle a pesar la música, sin embargo sus aires acusatorios no me pasan desapercibidos.
—¿Que dirá tu padre si se entera? Dios, no quiero ni imaginarlo. Te castigará hasta que cumplas veinticinco, Avril. ¡Veinticinco!
Niego varias veces con la cabeza, a pesar de que él no puede verme.
—Si es eso lo que te preocupa, tranquilo. Mi padre nunca se va a enterar —aseguro, con solo una leve punzada de culpabilidad.
—¡No es solo eso lo que me preocupa! —chilla Will; el estrépito que procede, sin embargo, me hace sospechar que el teléfono ha caído al suelo.
—¿Will?
—Se me ha resbalado el celular de las manos —explica, mientras escucho como el colchón se hunde bajo su movimiento intranquilo—. De todas formas, tu padre no es mi única preocupación. Aunque estoy seguro de que no me dejara verte nunca más por ayudarte con esto. Y...
Su voz se apaga lentamente, como si estuviese meditando o reflexionando, y lo único que soy vagamente capaz de escuchar es el sonido agitado de su respiración antes de decir:
—Dios. Soy una persona terrible.
Pongo los ojos en blanco.
—Para ya.
—Shh. No me interrumpas —me regaña.
—No tendría que interrumpirte si no corriera el riesgo de quedarme dormida.
Will toma aire, un sonido a penas audible, diminuto entre tanto alboroto, pero no dice nada.
—Cada vez tienes discursos más aburridos ¿sabías?
—Para tu información, estoy intentando evitar que cometas la mayor puta locura de tu vida. Y no, no es un discurso. Es el inicio de un ataque de pánico y una vida llena de arrepentimiento y miseria como te pase algo ¡idiota!
Su voz a través del teléfono se siente más grave, por eso cuando gruñe siento como si de alguna forma su enojo se hubiese acentuado.
—Por si no lo has notado, Will, ya estoy aquí. ¿Es que la música y los moteros excéntricos de la foto no te han dicho nada?
—Sí, que tienes una ligera inconsciencia sobre lo que significa «respetar la privacidad». A todas estas ¿dónde esta tu amiga? Catrina..., eh...,Katharin...
—Katherine —corrijo, entretenida en juguetear con un hilillo suelto de la sencilla camiseta—. Y no lo sé. Aún no la he visto.
Otra pausa. Esta vez Will ni siquiera respira.
—¡¿Qué!? —Su voz se vuelve más aguda, como el canto de un pajarillo, o un violín desafinado—. Más te vale estar bromeando. Dios, Avril. ¿Estás allí sola? Definitivamente perdiste la cabeza. Joder..., ya verás como se entere tu padre.
—¿Quieres calmarte? —requiero en medio de un suspiro—. Todo va a estar bien. Regresaré pronto, y papá nunca se enterará de este...—Me aclaro la garganta—, pequeño incidente.
Sus labios liberan un sonido de lo más parecido a un bufido, entremezclado con una risa que me parece de todo, menos verdadera.
—¿Pequeño incidente? —Will suena disgustado, casi ofendido—. Avril, «pequeño incidente» es derramar la gaseosa sobre el ordenador, echar una botella en el contenedor de "Residuos orgánicos" por accidente. Esto, esto es una puta locura.
—Lo sé bien, Will. Ya perdí la cuenta de todas las veces que lo has dicho. Es más, estoy a punto de...
El celular vuelve a vibrar en mis manos.
Kat.
Deslizo la llamada sin pensarlo un solo segundo, y el nombre de Kat sustituye al de Will en la pantalla.
—¿Dónde estas? —pregunta agitada, la música retumba con mayor intensidad de su lado del teléfono.
—Ya estoy aquí —aviso.
—¿Aquí dónde, Avril? Este lugar es inmenso.
Miro a mi alrededor.
—No lo sé exactamente. Hay un montón de árboles, también un local en ruinas.
—¿Local en ruinas? Hum...donde he escuchado de... ¡Ah! Se exactamente donde estas. Bien.No te muevas de ahí. Iré a buscarte enseguida.