Avril Fray.
—Suéltala.
La voz que surge de la nada, lo hace con una facilidad que me deja helada por unos segundos. El tono, es parte de una mezcla entre ruda y aterciopelada, y sin tener la intención de girarme, soy capaz de sentir por completo el peso de una presencia masculina detrás de mí.
Un olor a un perfume que roza justo la línea que separa lo dulce y lo varonil, llega con una mezcla especial que debe ser su olor natural y me inunda las fosas nasales. El aroma se apropia de nuestro alrededor y es innegable que pertenece al intruso.
—¿Quién diablos eres tú? —pregunta el desconocido número uno.
Giro la cara para mirarlo, pero una oscuridad naciente le cubre el rostro en un manto de sombras, así que me resulta imposible ver lo que este transmite. Sin embargo, el tono es parte de una mezcla brusca y severa, y no necesito ver su cara para saber que el enojo es el sentimiento predominante.
Por otra parte, el desconocido número dos suelta una pequeña risa que me pone los pelos de punta.
—Soy el que va a romperte la cara como no dejes de molestarla.
Abro los ojos con sorpresa a la par que el aludido ríe de manera irónica, y las comisuras de sus labios se levantan con latente maldad.
¿Cómo demonios he acabado en esta situación?
Trago saliva cuando los brazos del chico detrás de mí se convierten en una enrredadera de piel y huesos a mi alrededor, y me aprisionan con tal fuerza que soy incapaz de moverme.
El corazón me late rápidamente en el pecho, pero es como si ambos eligiesen ignorar lo notablemente nerviosa que estoy.
—¿Que pasa, Tyler? ¿Es que ya no eres capaz de conseguir una chica por ti mismo?
Frunzo el ceño con confusión. Su tono mordaz no me pasa desapercibido, y mientras intento procesar sus palabras, el chico Tyler abre los ojos con tanta sorpresa que temo que se salgan de sus cuencas.
—¿Tú...?
¿Se conocen?
No puedo ver la expresión de su rostro, pero por la forma en que tiembla su pecho, debe estar riendo. Completamente indignada, doy una pequeña patadita en el suelo. A mi salvador le debe resultar destornillante esta situación, puesto a que se ha reído más veces que yo en el último mes.
—Eres un puto chiflado —asegura él.
Escrudiño a mi alrededor en busca de una figura conocida, concretamente, la de Kat, pero solo veo cuerpos sin rostros que ignoran por completo lo que está pasando.
—¿Qué cojones me has llamado? —El chiflado arruga el rostro, y su mirada encolerizada me provoca escalofríos.
—¿De verdad necesitas que lo repita de nuevo? —pregunta mi salvador con sorna, luego deja salir un suspiro que me causa cosquillas en la oreja—. Siempre supe que eras un idiota, ¿pero esto? ¿En serio? ¿Ahora te dedicas a forzar chicas?
Tyler mira al suelo, con los ojos inyectados de una rabia latente y las lánguidas manos ocultas en los bolsillos traseros de su pantalón jogger.
Cielo santo.
—Eres patético.
Estoy a punto de gritarle que cierre el pico, que lo único que está haciendo es empeorando la situación y enfureciendo más a Tyler, pero no me veo capaz de hacerlo por dos motivos. El primero, no creo ser capaz de formular una frase completa; el segundo, no quiero ahuyentar a la única persona que ha demostrado al menos un poco de interés por mi situación.
A pesar de no tener idea de cómo se ve su rostro si quiera.
—¡Para! —grita Tyler.
De pronto, luce un poco más consciente que antes, y al mismo tiempo, también un poco más ausente. Y furioso. Luce verdaderamente furioso. Su pecho sube y baja en un ritmo irregular, y las manos salen de sus bolsillos y se convierten en puños a sus costados.
—Para, Zayn. Para de una puta vez o te juro que...
La promeza de una amenaza no dicha no pasa inadvertida para ninguno de los tres, pero mi salvador, cuyo nombre al parecer es Zayn, no parece tan intimidado como yo.
—¿Ahora vienes con esas? —El tono burlón en su voz me provoca ganas de darle un puñetazo. Por lo visto no se puede quedar callado. —Debo admitir que me sorprendiste. No creí que tuvieras huevos para amenazarme.
Me sobresalto al ver a Tyler (el chiflado) tan agitado. Su mirada inquieta salta desde mi cuerpo tembloroso e inestable, hasta mis pequeñas manos envueltas en los brazos de Zayn (mi salvador). Sin embargo y contra todo pronóstico, sonríe ligeramente y serpentea con su lengua la forma de su labio superior.
—¿Sabes qué? —dice, ladeando la cabeza—. No me importa. Quédate a la pequeña zorra. De todas formas no está tan buena.
Zayn se queda completamente quieto. Sus brazos se tensan, su pecho adopta una tremenda rigidez y sus músculos se vuelven tan tirantes como las cuerdas de una guitarra.
Pestañeo varias veces, intentando digerir el insulto de Tyler y la tremenda calma del chico que desconozco. Para cuando vuelvo a abrir los ojos, el gélido aire me azota en los brazos, y Zayn ha inmovilizado a Tyler agarrandole por el cuello de la chaqueta.
Me los quedo mirando durante varios segundos, totalmente boquiabierta. Siento las piernas de gelatina, y temo que en cualquier momento caeré al suelo.
La espalda de Zayn no puede mostrarse más rígida, mientras que Tyler se dedica a observarlo con una ceja arqueada.
—¿Qué pasa, vas a golpearme? —se burla.
Odio no poder moverme. Odio estar completamente paralizada mientras un chico que no me conoce de absolutamente nada da la cara por mí. Y odio sobre todas las cosas no poder formular si quiera una palabra completa.
Noto como Zayn le sostiene la mirada, y por primera vez puedo ver como luce, al menos de espaldas. Tiene el cabello negro, y tal vez un poco rizado. Cómo sospechaba, me saca al menos una cabeza de altura, y aunque resulta totalmente irrelevante, la tela de la sudadera de rayas blancas y negras que le cubre los brazos, no es suficiente para ocultar lo mucho que se le han tensado los músculos, sobre todo cuando una de sus manos se convierte en un puño que se detiene solo a centímetros del rostro de Tyler.