Avril Fray.
—¿Crees que Dimitri dimitió porque mi padre es un dolor en el culo?
Pongo los ojos en blanco a pesar de que Zayn no puede verme. Cuando me volteo para mirarlo, está de espaldas. Sus músculos se tensan cuando levanta los brazos y sostiene entre sus manos dos ramas entrecruzadas de un árbol.
—¿Sabes, Zayn? Tu padre y tú no son el centro del universo —mascullo.
Me dirijo dando pisotones incómodos hacia el lugar donde la manguera de agua descansa en el suelo. La tomo entre mis dedos y la coloco en forma de espiral alrededor mi brazo.
—En el mundo, hay personas reales con problemas reales. No todo tiene que ver contigo —continúo, aclarándome la garganta—. O con tu padre.
Escucho el sonido de las tijeras podadoras, y a continuación, el ruido que provoca una rama al estrellarse contra el suelo.
—¿Sabes, Avril? Estoy comenzando a pensar que no te agrado del todo.
Su voz deja traslucir un deje divertido. Suelto un suspiro y me encamino hasta una fila de arbustos para regarlos.
—¿Eso crees? —inquiero sarcástica, echándole una ojeada—. ¿Podrías abrir el grifo, por favor?
Me observa atentamente antes de dirigirse hasta el grifo. Deja las tijeras a un lado, y sus pasos lucen tan firmes y seguros en esas horribles botas que resulta un tanto irritante, porque mientras yo avanzo a trompicones, él parece tenerlo completamente dominado.
—Listo —anuncia, y automáticamente el agua comienza a salir por la boquilla de la manguera.
Me doy la vuelta para dirigir el chorro hasta el primer arbusto. Bueno, más bien es un rosal; el primero de muchos. Las rosas rojas, del color exacto de la sangre, o de la pasión, florecen con los pétalos acorazonados apuntando directamente al cielo.
—¿Eso es todo? —Pregunta Zayn con dramatismo—. ¿No hay un «Gracias, Zayn» o un «Muy amable de tu parte, Zayn»?
Ruedo los ojos, pero evito mirarlo mientras continuo esparciendo agua por el rosal.
—Es lo mínimo que podías hacer —repongo, en un tono un tanto brusco—. Después de todo, estamos en esta situación por tu culpa.
Lo observo por el rabillo del ojo cuando abre la boca para hablar. Su rostro es lienzo de una expresión de desconcierto, pero enseguida sus comisuras se levantan en una sonrisa.
—¿Y por qué exactamente es mi culpa?
¿Y encima tiene el descaro de preguntar?
—¿Por qué más va a ser? —respondo irritada. Si algo sabe Zayn a la perfección, es hacerme enojar—. Pues porque tú...ya sabes...
Zayn ladea la cabeza, sonriendo.
—No, me parece que no sé
Bufo, aunque estoy segura de que él nota lo inquieta que estoy.
—Ya sabes. Que tú...
Me rasco la cabeza exhalando lentamente, mis palabras perdiéndose bajo el sonido del agua golpeando la tierra.
Admitir la culpabilidad de Zayn en el hecho de que el rector Hardy nos castigase a ambos por "conducta inapropiada", es exactamente lo mismo que reconocer lo cerca que Zayn había estado de mí. Que había sentido su aliento en mi rostro, su perfume prácticamente invadiéndome por completo.
Significa admitir que me había llamado hermosa.
Por supuesto, no es algo que tenga pensando hacer. Al menos, ya sabes, no en voz alta.
Me limito a mirarlo, intentando disimular el sonrojo que me tiñe las mejillas. Tiene varios arañazos en la mano, y uno de los tirantes del horripilante overol verde que el rector nos había proporcionado a ambos le cae descuidado en un costado y le roza el antebrazo.
—¿Me dirás por qué es mi culpa, o tengo que seguir esperando? —pregunta, agachándose para tomar nuevamente las tijeras.
Yo me quedo callada, y al parecer él interpreta mi silencio como una victoria, porque sonríe con superioridad antes de dirigirse nuevamente al árbol que estaba podando.
Viéndolo, pienso que el rector Hardy es realmente creativo con sus castigos, y al mismo tiempo, también un poco oportunista. Mira que aprovecharse de nosotros para hacer el trabajo de Dimitri... Y lo que aún no me queda claro por más que lo pienso, es por qué si estaba tan enojado por el asunto del pasillo del otro día, no lo demostró en ese momento. ¿Por qué ahora, y no entonces?
¿Tal vez tenga que ver con el hecho de que Zayn sea su hijo? Quizá no quería propinarle un regaño en público, pero aún así...
—No es por desanimarte, pero lo estás haciendo mal.
La voz de Zayn interrumpe mis pensamientos, así que volteo la cabeza para mirarlo.
—¿Disculpa?
Niega con la cabeza, y en menos de un pestañeo, atraviesa los metros que nos separan y se coloca a mi lado. Me observa seriamente, con sus ojos azules dando la sensación de poder leer hasta mis pensamientos más oscuros.
—Lo estás haciendo mal —repite, con un deje de acusación en su voz.
Estira los dedos con intención de asirlos a la manguera, pero en cuanto doy un paso atrás, me mira con el ceño fruncido.
—¿Qué haces? —pregunto.
Él gruñe. Su nuez sube y baja, y me está mirando como si hubiese acabado de asesinar a cachorritos inocentes con nada más que un bisturí y una bolsa de basura.
—El agua siempre va directamente sobre la tierra, ¿entiendes? Sobre la raíz —Su voz suena firme. Decidida.
—¿Qué?
Se coloca detrás de mí, tomándome por sorpresa cuando su mano se envuelve alrededor de la mía. Esta vez no se siente cálida como aquella vez en la playa. Ahora se siente un poco más fría y húmeda, manchada de tierra y de pequeñas piedritas que encontraron la manera de incrustarse en sus palmas, sin embargo, aún consigue conservar un poco de calor.
—Las hojas mojadas se pueden convertir en hojas enfermas —explica, conduciendo el chorro de agua directamente hasta las raíces—. Si están húmedas durante la noche, pueden generar moho, y durante el día, si la luz del Sol incide directamente sobre el agua que está en las hojas, pueden quemarse, y entonces le saldrían manchas.
Cuando termina de hablar lo miro boquiabierta, con la confusión desencajandome por completo. ¿Cómo es que sabe eso? No tengo la menor idea, pero lo que sí me queda claro es que Zayn es una caja de sorpresas, así que para cuando abro la boca, lo único que sale de ella es: