Ally y Jung habían comenzado una relación que los absorbía por completo. Los días pasaban, pero para ellos, el tiempo parecía haberse detenido en un eterno amanecer. Todo a su alrededor se desvanecía cuando estaban juntos. Ally, que alguna vez fue una sombra en la vida de Jung, se convirtió rápidamente en algo mucho más: su compañera, su apoyo incondicional y su ancla emocional.
El vacío que Jung había sentido durante años, ese sentimiento de soledad que lo llevaba constantemente a la azotea de su apartamento con la idea de lanzarse al vacío, parecía haberse esfumado. Pero esa confesión, la que había soltado entre susurros una noche en esa misma azotea, había dejado una marca imborrable en el corazón de Ally.
"Esa noche, estaba decidido a terminar todo", dijo Jung mientras miraba hacia el horizonte desde la azotea. Su voz temblaba, pero había una firmeza inquietante en sus palabras. "Había perdido toda esperanza... me sentía tan solo. Pero justo antes de dar ese paso... una luz me cegó. Esa misma noche, supliqué no estar solo. Y al día siguiente... apareciste tú."
Para Ally, esa revelación fue devastadora. Sintió que su destino había sido marcado desde el momento en que apareció en la vida de Jung. Él la había pedido, y ella había llegado. Era su respuesta, su salvación. Pero esa carga emocional pesaba demasiado. Si ella era la razón por la que Jung seguía aquí, ¿qué significaba para su propia existencia? La idea de dejarlo solo de nuevo era intolerable, pero ¿cómo podría seguir ignorando los sentimientos que comenzaban a consumirla por completo?
Al principio, Ally se había acercado a Jung por compasión, con la idea de ser su apoyo en un mundo que parecía tan cruel y despiadado para él. Pero poco a poco, esos sentimientos de cuidado se transformaron en algo mucho más profundo, más urgente. Ya no se trataba de solo querer ayudarlo, ahora quería estar a su lado en cada momento. Lo amaba, y ese amor la consumía.
Cada vez que tomaba su mano, un deseo silencioso crecía en su interior. Ya no se conformaba con esos simples gestos de afecto. Quería más. Quería besarlo, abrazarlo, sentir su piel contra la suya. No solo como una amiga, no solo como su apoyo incondicional. Quería ser su todo: su novia, su amante, su refugio. Pero el miedo la detenía, un miedo que surgía de la incertidumbre. ¿Qué sentía Jung realmente por ella? ¿Acaso solo la veía como su salvación, una respuesta a su súplica de soledad? O, ¿la amaba tanto como ella lo amaba a él?
Los días se convertían en semanas y las semanas en meses. La vida de Jung comenzó a cambiar con la presencia de Ally. Ya no comía solo, ya no tomaba decisiones importantes sin consultarla. El apartamento que antes había estado tan vacío y lleno de silencios incómodos, ahora resonaba con risas, conversaciones, y el suave murmullo del amor. Ally no solo había llenado los espacios físicos en la vida de Jung, también había ocupado cada rincón de su corazón.
"No sé cómo pude vivir tanto tiempo sin ti," le dijo Jung una noche, mientras la abrazaba en la cama. Su respiración era suave, casi como un susurro contra su cuello. "Tú le has dado sentido a todo."
Y era verdad. Ally también había descubierto partes de sí misma que no conocía. Jung la hacía sentir viva, en una forma que nunca antes había experimentado. Sus caricias, sus besos, incluso la forma en que la miraba, le revelaban emociones que habían estado dormidas en su interior.
Pero a pesar de la aparente felicidad, había una sombra que seguía acechando su relación. La familia de Jung. Una familia estricta, tradicional y ambiciosa, que valoraba el poder y las conexiones por encima de todo. Desde el momento en que Jung les habló de Ally, había una tensión palpable. Para ellos, Ally no era más que una distracción, una extranjera que no tenía cabida en su mundo. Era como si sus vidas estuvieran regidas por reglas invisibles que Ally nunca podría comprender, y mucho menos cumplir.
Los comentarios sutiles de la madre de Jung, las miradas de desaprobación de su padre, todo comenzaba a desgastar a Ally. Aunque Jung intentaba protegerla de todo, había una parte de ella que se sentía cada vez más intrusa en su mundo. ¿Podría algún día ser aceptada por su familia? ¿O estaba condenada a siempre ser la que no encajaba?
El tiempo pasaba y, a pesar de las tensiones, Jung hizo lo impensable: le propuso matrimonio. En medio de una cena en la que sus padres observaban con frialdad, Jung se arrodilló ante Ally y le ofreció un anillo. "No me importa lo que piensen los demás," dijo Jung, mirando directamente a sus padres. "Ally es la única persona que ha traído luz a mi vida, y no la dejaré ir."
Ally, con el corazón latiendo desbocado, aceptó. Se convirtió en su prometida, pero aún sentía el peso de la desaprobación de la familia sobre sus hombros. Aún así, el amor de Jung la fortalecía. Estaba dispuesta a enfrentarse a cualquier obstáculo con tal de estar a su lado.
Pero entonces, justo cuando parecía que nada podría separarlos, algo inesperado sucedió. Un día, mientras Ally paseaba sola por la ciudad, una sensación extraña la invadió. Era como si algo estuviera tirando de ella, arrastrándola lejos de Jung, lejos de la vida que había construido junto a él.
Regresó al apartamento con una ansiedad que no podía explicar, y esa noche, mientras dormía junto a Jung, ocurrió. Un destello de luz la envolvió y, de repente, todo desapareció. Cuando abrió los ojos, ya no estaba en el apartamento de Jung. Estaba de vuelta en su propia realidad, en el mundo del que había venido.