Más allá de las fronteras

Capítulo 13: El Amanecer de una Nueva Realidad

Ally abrió los ojos lentamente, como si estuviera regresando de un largo viaje a través de paisajes oscuros y desconocidos. Lo primero que vio fue el brillo suave de un amanecer que apenas tocaba el horizonte, filtrándose a través de las persianas de una ventana al costado de su cama. Las nubes del cielo parecían suspenderse en el aire, como si el tiempo mismo hubiese decidido detenerse por un momento. La luz, aunque cálida, parecía irreal, como si fuera parte de otro sueño del que todavía no podía escapar.

Intentó mover sus labios, pero algo la detenía. Sintió una incomodidad en su boca; había algo que bloqueaba su capacidad de hablar. Un extraño aparato que parecía mantenerla conectada a la vida. Su mirada se movió lentamente por la habitación, hasta detenerse en una figura conocida, alguien que le brindaba una leve sensación de seguridad en medio de la confusión. Era su madre, dormida en un sofá junto a su cama, con una manta sobre los hombros y la cabeza inclinada en una posición incómoda.

"¿Dónde estoy?", pensó Ally, pero la pregunta solo resonó en su mente, sin encontrar salida. Su cuerpo se sentía pesado, como si llevara el peso de los años, aunque no sabía cuántos habían pasado desde que cerró los ojos por última vez.

Su madre, como si hubiera sentido el cambio en el aire, despertó con un sobresalto. Al ver los ojos de Ally abiertos, se llevó ambas manos a la boca, conteniendo un grito de incredulidad y alivio. Se levantó rápidamente, tropezando con la pequeña mesa al lado del sofá, y corrió hacia la cama.

—¡Ally! ¡Ally, estás despierta! —gritó con la voz entrecortada por la emoción, pero sus palabras parecían llegar a Ally como ecos distantes. El mundo a su alrededor estaba borroso, su mente no podía procesar todo lo que ocurría.

Pocos segundos después, una enfermera entró apresurada, seguida por un médico de rostro sereno pero preocupado. Ally intentó enfocar su mirada, pero su cabeza comenzaba a doler con fuerza. Sintió un pequeño pinchazo en su brazo mientras la enfermera le inyectaba algo en la vía.

El médico se acercó, observándola atentamente. —Ally, necesito que me escuches con atención. Respira profundamente. ¿Sabes dónde estás? —preguntó con suavidad.

Ella parpadeó, tratando de procesar la pregunta, pero su mente estaba llena de recuerdos confusos, fragmentos de sueños que se mezclaban con lo que parecía la realidad. Finalmente, después de varios segundos de silencio, asintió ligeramente.

—Muy bien —continuó el médico—. Necesito que me respondas algunas preguntas. ¿Recuerdas cuándo naciste?

Ally abrió la boca, pero su voz era apenas un murmullo. Tras un momento, respondió débilmente:

—E... en abril.

El médico sonrió ligeramente y asintió, tomando nota. —¿Recuerdas los nombres de tus padres?

—Mamá... papá... sí —su voz era quebradiza, como si cada palabra costara un esfuerzo inmenso.

—Bien, bien. ¿Sabes en qué año estamos?

Allí, la mente de Ally vaciló. El mundo se tambaleaba a su alrededor. ¿Qué año era? ¿Cuánto tiempo había pasado desde la última vez que había estado consciente? Un sudor frío empezó a recorrer su frente. Las palabras del médico comenzaban a sonar distantes, y su cabeza empezó a dar vueltas, hasta que finalmente, el dolor la abrumó.

—Dos mil... veintitrés... —murmuró, sin estar completamente segura.

El médico y la enfermera intercambiaron una mirada rápida, pero antes de que pudieran seguir preguntando, la mirada de Ally se perdió de nuevo en las sombras. Sus pensamientos, ahora más caóticos, estaban llenos de imágenes: de un chico, de un lugar lejano, y de una historia que ya no estaba segura de haber vivido.

Los días pasaron en un vago desenfoque de luces brillantes, palabras lejanas y el incesante sonido de las máquinas que mantenían su cuerpo bajo control. Ally se despertaba y dormía en ciclos irregulares, cada vez más consciente de su situación. Estaba en un hospital, eso estaba claro. Pero, ¿por qué? ¿Qué había pasado?

Finalmente, una mañana, cuando el sol empezaba a teñir de naranja los edificios lejanos, el médico volvió a aparecer. Esta vez su rostro mostraba una leve sonrisa de satisfacción.

—Ally, tengo buenas noticias. —Sus ojos brillaban con un alivio que a ella le parecía extraño, casi distante—. Has estado en coma durante seis meses. Tu recuperación ha sido increíblemente rápida, considerando la operación a la que te sometiste. La extracción del tumor cerebral fue un éxito, y parece que no ha afectado tu memoria ni tu capacidad de hablar. Sin embargo, necesitarás trabajar mucho en tu motricidad. Vamos a empezar con la fisioterapia hoy mismo.

El mundo de Ally se detuvo por un segundo. "Seis meses." Las palabras se arremolinaron en su mente, pero apenas podía sostenerse en esa idea. Seis meses. Coma. Tumor. Todo parecía una pesadilla, y aun así, no podía recordarlo. No como algo real.

Pero había algo más... Algo que no encajaba. Había vivido cosas durante ese coma. Sentía que había experimentado algo... diferente. Jung. Su nombre resonaba en su cabeza, como un eco imposible de detener. Pero al mismo tiempo, no podía ser cierto. ¿Cómo podía haber conocido a alguien mientras estaba inconsciente? Y más aún... ¿cómo podía haber vivido con él?

Las semanas que siguieron estuvieron llenas de sesiones de fisioterapia intensivas. Aprender a caminar de nuevo, algo que parecía tan sencillo, se convirtió en una tarea titánica. Sentía que sus piernas no le pertenecían, que cada paso era un esfuerzo monumental. Pero, con cada día que pasaba, la voluntad de Ally se fortalecía. Si algo había aprendido en ese tiempo oscuro, era que quería vivir de nuevo, quería ser más que una sombra de lo que alguna vez fue.



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En el texto hay: amor, magia, amor adolecente

Editado: 06.11.2024

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