Más allá de las fronteras

Capítulo 14: El destino Uniéndonos

Había pasado un año y medio desde que Ally despertó de su coma. El tiempo transcurría como un río que nunca se detenía, avanzando implacablemente sin dar tregua a la memoria. A simple vista, su vida parecía haber tomado un rumbo claro y estable. Finalmente se había graduado, y lo que comenzó como unas prácticas profesionales había dado paso a un puesto fijo en la empresa. Los días se sucedían entre tareas de oficina, conversaciones triviales con compañeros y las inevitables presiones laborales que moldeaban su nueva rutina. Sin embargo, en lo profundo de su ser, la sensación de vacío persistía, como una herida que el tiempo no había conseguido cicatrizar.

En el plano profesional, todo marchaba bien. Había ascendido en su puesto, y su esfuerzo era reconocido. Sin embargo, en lo personal, las sombras de su pasado reciente aún la envolvían, especialmente en lo que respectaba a Jung. A pesar de las múltiples sesiones con su psicóloga y las palabras tranquilizadoras de sus padres, la duda seguía acechando en cada rincón de su mente. ¿Había sido todo un sueño, una alucinación provocada por el tumor? ¿O acaso Jung era real? Esas preguntas, como un eco incesante, la habían acompañado en su proceso de recuperación. Había noches en las que Ally despertaba sobresaltada, con el nombre de Jung en sus labios, pero la realidad siempre la devolvía a su solitaria cama, en su pequeña habitación.

Una fría mañana de otoño, se levantó como cualquier otro día. El sonido del viento susurraba a través de las rendijas de la ventana, anunciando el cambio de estación. A Ally siempre le había gustado el otoño, pero esa mañana algo en el aire parecía distinto, casi eléctrico. Sacudió esos pensamientos mientras se preparaba para otro día en la oficina. La rutina la mantenía enfocada, y aunque la sombra de Jung seguía presente, había aprendido a ignorarla, o al menos a relegarla a los rincones más oscuros de su mente.

Se dirigió a la cocina, preparándose un café mientras encendía el televisor por inercia. Las noticias matutinas, generalmente monótonas y predecibles, eran el telón de fondo habitual de sus mañanas. Pero entonces, algo atrapó su atención.

La imagen en la pantalla la golpeó como una bofetada. Allí estaba él. Jung, sentado frente a un periodista, con una sonrisa tranquila y esa mirada que ella conocía tan bien. El café en su mano tembló, y su corazón se detuvo por un segundo. No podía ser él. No podía. Pero allí estaba, tan real como el día en que lo había visto en sus sueños, hablando con serenidad, como si nada en el mundo fuera más importante que las palabras que salían de su boca.

"Jung...", susurró Ally, sin darse cuenta de que su voz apenas era un eco en la habitación vacía.

En la pantalla, el periodista hablaba de una gran donación que Jung estaba haciendo en nombre de su prometida. ¿Prometida? Ally sintió un nudo formarse en su estómago. Cada palabra que salía de la boca del reportero era como un puñal en su pecho. La fundación para personas de la tercera edad, el hogar digno, la atención médica... todo en nombre de su futura esposa. Pero lo que la dejó completamente paralizada fue cuando el periodista mencionó que la prometida de Jung era colombiana.

La taza de café cayó de sus manos, estrellándose contra el suelo en mil pedazos, pero Ally no pudo apartar la vista de la pantalla. ¿Colombiana? ¿Podía ser ella? ¿Había alguna posibilidad de que lo que había vivido en sus sueños fuera real? Su mente se llenó de preguntas. ¿Acaso antes de la operación había visto alguna foto de Jung y su prometida y su cerebro había creado esa fantasía? No sabía qué pensar. Nada tenía sentido.

Por un momento, el mundo pareció detenerse. El bullicio de la calle, el sonido del televisor, incluso el tic-tac del reloj desaparecieron. Solo existía esa imagen de Jung, sonriendo en la pantalla, hablando de una mujer que, en su mente, podría ser ella. Pero, ¿y si no lo era? ¿Y si todo había sido una coincidencia absurda, un truco cruel de su mente?

Las dudas la abrumaron. Sentía que le faltaba el aire. ¿Qué debía hacer? Ni siquiera estaban en la misma ciudad. No sabía dónde estaba Jung, cuánto tiempo estaría allí, ni cómo acercarse a él sin parecer una completa loca. Además, tenía responsabilidades. Tenía que ir a trabajar. No podía simplemente abandonar todo y lanzarse en busca de respuestas que ni siquiera estaba segura de querer.

Se llevó las manos a la cabeza, intentando calmar el torrente de pensamientos. ¿Qué le diría a sus padres? Desde que había despertado del coma, habían sido cautelosos con ella, protegiéndola de cualquier cosa que pudiera alterarla. Hablarles de Jung otra vez sería volver a abrir esa herida que tanto esfuerzo les había costado cerrar. Pero el solo pensamiento de no hacer nada la carcomía por dentro.

No podía quedarse quieta.

Miró el reloj. Tenía apenas una hora antes de que empezara su jornada en la oficina. Cada minuto que pasaba era un recordatorio de que la vida seguía su curso, pero Ally sentía que el tiempo se le escapaba. Respiró profundamente, intentando pensar con claridad. Su trabajo. Su vida. Su realidad. ¿Cómo iba a enfrentarlo todo?

Finalmente, tomó una decisión. Quizás no era la más sensata, pero era la única que podía tomar. Tenía que encontrar a Jung. Tenía que saber la verdad, sin importar las consecuencias.

Rápidamente, envió un mensaje a su jefa, inventando una excusa sobre una emergencia familiar que la obligaba a ausentarse del trabajo por el día. Mientras escribía, sus manos temblaban y su corazón latía con fuerza en su pecho. Sabía que estaba actuando impulsivamente, pero la idea de que Jung pudiera estar tan cerca, de que todo lo que había vivido no fuera solo un sueño, la impulsaba a seguir adelante.



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En el texto hay: amor, magia, amor adolecente

Editado: 06.02.2025

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