Más allá de lo que ves.

Capitulo Tres

No sé cuánto tiempo ni en qué momento me dormí, me despierto sobresaltada al escuchar la voz del piloto pidiendo que nos abrochemos el cinturón porque ha llegado el momento de aterrizar, hago adormilada la labor de abrocharme el cinturón y recargo mi frente en la ventana.

―Estás en mi asiento. ―dice calmadamente una voz masculina a mi lado. 

―Tú estas en el mío así que ya estamos a mano. ―digo sin despegar la vista de la ventana. 

―Pues… pudiste haberme pedido que me moviera. 

―¿En qué momento? ¿Mientras babeabas o mientras roncabas como escape descompuesto? 

―¡Yo no ronco! ―dice con voz baja. 

―Claro que sí. Era imposible pensar con esos ruidos, hasta creí que te habías comido algún animal salvaje que todavía estaba vivo y gruñía por un poco de ayuda. 

―¿Dónde te cabe tanta insolencia? 

―Donde a ti te cabe tanto ruido. 

Me giro para encarar a mi vecino de asiento, él aguanta una sonrisa y niega con la cabeza. 

―¿Siempre eres así de amable con todos los extraños? 

―Normalmente no. Pero tú empezaste así que no es mi culpa. Nos quedamos en silencio por un momento y luego vuelve a hablar. 

―¿Tienes nombre? ―cuestiona. 

―Sí, como todo ser humano. ―respondo obvia. 

―También eres graciosa. ―señala―. ¿Me lo dirás? 

―Dharani. 

―Y dime Dharani, ¿qué hace una chica tan linda con un cabello tan horrible? 

Mis ojos se abren tanto que nuevamente siento que se saldrán de su lugar. 

―Mala decisión de estilista. ―me limito a decir. 

―Dejando de lado tu mala decisión de estilista, no te ves tan mal. Sonrío sin mirarlo. 

El avión aterriza y de a uno vamos saliendo del avión. Ya no vuelvo a cruzar palabra con el extraño y una vez que bajamos del avión lo pierdo de vista por completo. Ni su nombre me dijo. A la hora de recoger mi equipaje, me encuentro con la chica arcoiris. Toma su maleta y se despide de mi con la mano, tomo mi maleta también y camino a la salida, pido un taxi y le doy la dirección de un hotel que previamente busqué antes de abordar el avión. Mientras nos dirigimos al hotel miro por la ventana del taxi, la ciudad es bonita, hay mucho para ver. Me propongo venir a ciertos lugares que acabo de observar y me relajo un poco antes de llegar. Al estacionarse frente al hotel, le pago el viaje y entro por las grandes puertas de cristal, las pintas que traigo son dignas de dar vergüenza. 

Me acerco a la recepción, el hombre detrás de la barra de marmol me mira por encima de sus gafas transparentes y hace una mueca. 

―El empleo se pide del otro lado, por la puerta trasera, señorita. 

Mi sorpresa es bastante pero no lo culpo. 

―No vengo por el empleo, señor. Vengo por una habitación. ―digo con voz tranquila. 

―¿Una habitación? ¡Ja! Como si pudieras pagarla. 

Esta vez siento una ira surgir de mi interior, aprieto la agarradera de la maleta y suspiro tratando de relajarme. 

―Puedo pagarla, sino fuera así no me molestaría en entrar. Él me observa de nuevo y niega con la cabeza. 

―Y supongo que tienen con usted una identificación y su tarjeta de crédito. 

―Identificación sí, pagaré en efectivo. Sus ojos se abre como platos al escucharme. 

―¿Con balcón o sin balcón? 

―Con cama de preferencia. El balcón me da igual. Escribe rápidamente en el ordenador y me tiende una llave dorada con una tarjeta pequeña. 

―Su habitación es la 1210, cualquier cosa que necesite no dude en llamar. 

―Gracias. La tomo y dejo el efectivo en la barra, él lo toma y me sigue con la mirada. Justo ahora sé que debo verme fatal.

💠

Una vez instalada en la habitación, me tiro en la cama junto a mi maleta que aún no he desempacado, miro el techo y veo el bonito grabado en el. Siento nostalgia, a mi madre le hubiese gustado este lugar, la ciudad, siempre quiso conocerla. Mis ojos se van empañando con unas lagrimas rebeldes que mueren por salir y de un momento a otro estoy llorando, el clima como ya debería estar acostumbrada, cambia drásticamente, las nubes grises cubren el hermoso color celeste del cielo y las gotas de lluvia empiezan a caer. Me permito llorar tanto como el cielo, hasta que siento que ya no puedo y entonces vuelvo a caer en la oscuridad de un sueño profundo. 

 

Abro los ojos y siento mi cuerpo adolorido. Casi ha anochecido ya, miro el reloj y marca las seis veinte, me levanto decidida y camino hasta el baño, es un espacio divino que sin duda disfrutaré. Lleno la tina y me meto una vez que me quité la ropa, disfruto del agua tibia y por primera vez en todo el día no me siento triste, con miedo o enojo, puedo respirar sin que pase algo malo.

 Cierro los ojos sintiendo calma, incluso siento que sonrío al recordar al extraño del avión, abro los ojos al escuchar un aleteo, mi sorpresa es infinita al ver lo que a simple vista son mariposas, pero no cualquier tipo de mariposas, estas tienen alas color tornasol y un brillo por todo el borde, sin importar como estoy, me levanto de la tina y camino hasta ellas, las observo más de cerca. Levanto mi mano con cuidado para tocarlas pero al contacto con mi dedo explota como burbuja de jabón dejando una reguero de brillos, me llevo una mano al pecho porque me siento culpable de haber reventado una mariposa de esas, pero mi preocupación desaparece al ver que de esos mismos brillos aparecen dos un poco más pequeñas. ―Esto es increíble. ―susurro mientras vuelan a mi alrededor. 

Más y más mariposas aparecen en el baño, revolotean y va dejando color por donde pasan, me siento como una niña viendo lo más maravilloso del mundo, aunque si soy honesta, esto definitivamente lo es. Me voy dando vuelta siguiendo a una con la mirada y entonces mis ojos dejan de verla y se enfocan en el espejo y mi cuerpo desnudo, torpemente doy un paso hacía atrás y entonces resbalo y caigo por completo al suelo, las mariposas se han ido dejando solo el brillo en su lugar. 




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