Me encuentro sentada en el piso mirando con fijeza la maleta. Siento como si todo el universo se haya planteado la idea de conspirar en mi contra, miro el nombre de un extraño en la que debería ser mi maleta. Por fortuna hay un número de teléfono, no todo está perdido, ¿o si? Luego esa sensación de que algo malo está por pasar me invade, siento escalofríos por toda la espalda y parte de mis manchas arde, giro mi cabeza en cámara lenta, o por lo menos así se siente, analizando el entorno, pero no hay nada raro, un ruido proveniente del baño me alerta y me levanto como resorte.
Camino con cautela y en el proceso tomo una bola de metal que decora la mesa. Mi frente está perlada de sudor, mi respiración es ridícula, entro al baño y mis ojos no pueden estar más abiertos. El mismo hombre que vi en casa se encuentra en la tina en la que estaba hace unos momentos, desnudo con un cigarro en los labios.
—Hola, bruja. —dice mientras exhala el humo.
—¿Qué... Qué haces aquí?
—Estaba buscándote, —se encoge de hombros—, me costó mucho encontrarte, aún no puedo percibir tu aroma.
—No sé a qué te refieres y... Quiero que salgas de aquí, ahora.
Él me mira impasible y sonríe, no sé por qué lo hace pero juro que me asusta.
—Normalmente no me gusta seguir órdenes de nadie, pero haré una excepción contigo brujita.
De pronto sin que pueda evitarlo, se levanta de la tina y queda expuesto ante mis ojos, las gotas de agua caen por todo su cuerpo desnudo y yo no puedo apartar la mirada de él.
—¿Te gusta lo que ves, bruja?
Despierto del encanto que me provoca esa imagen y lo único coherente que se me ocurre hacer es lanzarle la bola que tengo en la mano, esta pega justo en su frente y para mi sorpresa, él cae desmayado en la tina.
—¡Ay por el cielo!
Camino hasta donde esta la tina y puedo verlo inconsciente, mi instinto de supervivencia me dice que lo deje ahí, posiblemente muerto, pero mi buen corazón no me lo permite.
Lo saco como puedo por que pesa demasiado, no quiero tocarlo por el simple hecho de que está desnudo, pero no tengo remedio, una vez que esta fuera de la tina le pongo la alfombra sobre su cuerpo desnudo y lo miro.
—¿Estás muerto? —le pregunto y me siento estúpida.
Golpeo su mejilla despacio y no reacciona, me acerco a su nariz y él no está respirando.
—Ay no, maté al hombre que quiere matarme.
Palmeo su mejilla más fuerte y nada. Sin más tiempo que perder empiezo con la maniobra de rcp pero no funciona, sin remedio acerco mi boca a la suya y cuando mis labios tocan los suyos, una fuerte corriente eléctrica me recorre todo el cuerpo, asustada retrocedo y sus ojos rojizos se vuelven fugazmente verdosos. Me mira entre molesto y desconcertado.
—¿Qué hiciste? —cuestiona y puedo percibir un deje de preocupación en su voz.
—Salvarte la vida. —digo obvia.
—Tú me... ¿Me besaste?
—¡No! Era parte de la maniobra.
Él se levanta con furia sin importarle que esta desnudo, llamas azules se apoderan de su cuerpo y su ropa volvió.
—Ya me cansé de tus juegos, bruja. Ya es hora de que mueras.
De su mano brota una luz roja bastante horrible, no sé qué hacer, ni siquiera sé si puedo defenderme de alguna manera, siento que esto es mi fin ya no hay duda, Daem, como recuerdo que se llamaba, lanza la bola en mi contra y entonces todo pasa tan rápido que apenas si siento un leve cosquilleo. Abro los ojos y lo primero que ven son los suyos, atónitos, mirándome.
Hay flores al rededor de mi, muchas flores a mis pies.
—¿Yo hice eso?
Él niega con la cabeza.
—Fui yo. —dice apenas de manera audible.
—¿Pretendidas matarme con flores?
—¡Claro que no, ilusa!
Daem suelta de nuevo una bola de su mano y brotan flores nuevamente, lo hace de nuevo y flores y más flores aparecen. Mira sus manos con horror, luego me mira a mi.
—¡Voy a matarte!
Da dos zancadas grandes y me toma por los hombros, me hace chocar con la pared y apenas puedo respirar.
—¿Qué me hiciste? ¿Qué diablos me hiciste?
—¡Nada! —grito.
Él se da cuenta de que pudo tocarme, la primera vez que nos vimos él no pudo ni acercarse. Pone sus manos en mi cuello y yo muerta de miedo no hago nada, siento que me falta el aire y entonces mis manos se levantan hasta tocar su cara y entonces un destello lo arroja a varios metros dentro de la habitación.
Tomo el aire que necesito y lo escucho venir, cuando me mira hincada en el suelo tratando de respirar con normalidad, se acerca y sin pensarlo lo apunto con mi dedo y él se detiene, como paralizado.
Sus ojos están tan abiertos que casi juro que se saldrán de su lugar. Su piel blanca ahora es aún más, pero un color blanco fantasma, no sé si me entiendas, no es un color sano.
—Basta. —susurra. Yo apenas puedo escucharlo. Siento mi cuerpo con energía, mi corazón late frenético y me siento poderosa, no hay más miedo.
Pronto me doy cuenta de que él en verdad está sufriendo, bajo mi mano despacio y cae como roca en la alfombra.
Corro hacia él, contrario a lo que se supone que debería hacer y trato de despertarlo.
—¡Despierta, despierta con un demonio!
Sus ojos entrecerrados me miran y contrario a lo que creí que haría con su mano temblorosa toma mi cara y susurra un "di mi nombre" yo, obviamente confundida solo lo miro mientras su mano aún sigue en mi mejilla.
—Di mi... nombre. —me vuelve a pedir con voz más firme.
Pone su otra mano en mi mejilla libre y está vez con voz decidida me grita.
—¡Dharani, di mi nombre!
—¡Daem! —grito lo más fuerte que puedo, por que para este momento ya no sé que más hacer.
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Editado: 18.01.2020