Estoy cansada, cada vez me siento menos viva.
Dudo de lo que tengo o debo hacer, escuchó el bullicio de las personas en las calles.
Sigo en el auto en el trayecto de regreso.
Mi madre conduce lentamente como siempre y con música que habla de Carla Morrison.
Como le gusta esa canción, mientras yo, sigo pensando, en lo que me espera, una vida de oscuridad, vacía de luz, vacía de sueños, anhelos.
De pronto estaciona el auto. Apago el motor, escuchó como se quita el cinturón de seguridad.
—Ximena, daremos un paseo —me quita el cinturón, escucho como habré su puerta y sale, segundos después abre la mía, y me ayuda a salir.
—¿A donde iremos? — me parece escuchar la risa de niños, el rechinar de los columpios y otros juegos — ¿Es un parque?
—Si es un parque Ximena, te he traído aquí, para que te distraigas un rato, no me gusta ver que mi hija se ha convertido en una ermitaña.
Me toma de la mano y sigo sus pasos, caminamos por varios minutos, me siento en calma.
Nos sentamos en una banca, escuchó la alegría de los niños, escucho las risas de las parejas que vienen a pasear.
¿Algún día mí alegría volverá?
Estoy cansada de sentirme así.
Mi mente poco a poco me hace dudar de todo.
Levantó mi rostro como si mirada al cielo, ese cielo que no puedo volver a ver.
—Hija ¿Quieres helado?
—Si mamá.
Siento como mi mamá se levanta y el como el sonido de sus pasos se aleja. Me quedo sentada en la banca del parque. Inhalando y exhalando la tranquilidad de esté lugar.
Tengo la cabeza recostada en la orilla del respaldo y con los ojos cerrados, como si la luz pudiera hacerme daño, que ironía, me he quedado ciega por mi estupidez.
—Hola
Una voz me sobre salta, asustando me, haciendo que gire mi cabeza para ver quien es, pero adivinen que, sigo ciega.
—Mmm hola — digo dudosa y esperando a que mi mamá venga.
—Lugar de paz aunque sea un parque ¿Verdad?
—Si, es cierto ¿Hace cuanto visita el lugar?
—Vengo desde que me quede paralítico.