Más allá de nosotros

Cuando Lia conoció a Noah.

Julio 05, 2015

Llegue a la piscina municipal del pueblo diez minutos antes de que mi turno empezara, visualicé a Ana en la otra punta de la piscina regañando a un par de niños que seguramente habían estado haciendo algunas de las cosas prohibidas. Ana no tenía paciencia con nada, tampoco tenia dinero, así que tuvo que aceptar que si quería salir sin que sus padres le dieran la mesada, tenía que trabajar para pagárselo. La ponía de mal humor, de muy mal humor.  Llegue a su lado y sonreí.

 

—Buenas, buenas — salude, ella me miró un par de minutos antes de resoplar, los niños salieron corriendo hasta el área de juegos y luego de un grito por parte de la morena a mi lado, los chicos dejaron de correr.

—Nada bueno hay aquí, Lía. —suspiró dramáticamente.

 

Volví a reír, haciéndola fruncir el entrecejo, haciéndome saber que no le hacía ninguna gracia, se giró en sus pies y emprendió camino hasta el puesto de socorrista que compartíamos.  Estando allí, empezó a recoger sus cosas a la vez que yo dejaba las mías, vi sus libros de texto y sonreí al saber que pronto ambas presentaríamos el examen de admisión a la facultad de medicina.

 

—¿La mañana estuvo tranquila? — pregunté viendo cómo se calzaba sus zapatillas. Ella subió la mirada y asintió.

 

— Hasta que llegaron ese par de idiotas insolentes a corretear por todas partes — apuntó con su cabeza a la pareja de niños que momentos antes estaba retando.  Hice una mueca.

 

—Son niños, Ana; es lo único que saben hacer — los defendí del monstruo que tenia como amiga, Ana musitó algo ininteligible para mis oídos y supuse que era algún tipo de insulto. Se puso de pie y luego de coger su libro de texto, me miró

 

— ¿Vamos al cine está noche? — sonrió plenamente.  — se estrena Gibson y muero por verla — añadió como si el hecho de que, porque ella muriera por ver la película, bastará para convencerme.

 

Y si, de hecho; así era.

 

—Vale, te escribo cuando salga — respondí sonriendo. Ella se fue guiñándome un ojo antes de alejarse a paso rápido.  Eche un vistazo rápido al área que durante las próximas ocho horas estaría bajo mi cuidado.  Un par de chicas tomando el sol, niños salpicando agua, un par de ancianas jugando a las cartas bajo una enorme sombrilla, un grupo de madres jugando con sus bebés y  algunos chicos del equipo de natación haciendo unos largos.  La tarde pintaba tranquila; así que acomodándome en la silla de socorrista, me dispuse a leer mi cuaderno de apuntes. El examen de admisión sería en dos semanas y había estado preparándome para el desde hace un año, desde que tengo memoria, mi único sueño es ser cirujana y estaba tan emocionada de pronto poder dar el primer paso para ello.

 

—¡Amelia! ¡Lia! — alguien grito mi nombre, haciendo que levantara la vista de inmediato. Vi a la señora Florencia haciéndome un ademán con la mano, le sonreí.

—Hola, señora Flor, ¿como se encuentra hoy? — pregunté a medida que me acercaba a donde estaba sentada, fui recibida con un abrazo enorme mismo que devolví de inmediato. 

 

—Estupendamente bomboncito — se río y luego se puso seria. Conocía a Florencia desde que era una niña, la mujer tenía más años que Dios y había vivido en el pueblo desde siempre. Así que todos la conocían y ella, conocía a todos. — ¿Ya conoces a los nuevos del 2908? — dijo echando un vistazo a su alrededor. ¿Nuevos?  ¿Se había mudado alguien al pueblo? Negué con la cabeza y la miré — Si, bomboncito. Desde hace unas semanas, escuché a Clara hablarlo con Marisa, la del supermercado. — agregó al ver mi negación.  Yo asentí lentamente con la cabeza, me causaba intrigar saber porque alguien se mudaría a un pueblo abandonado por Dios.

 

La conversación con Florencia fue interrumpida por el griterío de cuatro chicos que veían entrando al lugar, detrás de ellos venía una castaña con un bolso más grande que ella misma en uno de sus hombros.  Nunca había visto a estas personas en el pueblo  y los golpecitos de Florencia en mis costillas, confirmaron mis sospechas.  Las personas que se habían mudado, los chicos que, aún no dejaban de gritarse y reírse entre ellos, llegaron al borde de la piscina y antes de que pudiera darme cuenta para advertirles que estaba prohibido, se lanzaron al agua uno tras otro, haciendo que las personas que estaban tomando el sol a la orilla, quedaran completamente empapadas, las quejas por parte de ellas no se hicieron de esperar, al igual que las risas de los cuatro chicos dentro de la piscina.

 

Respiré hondo y explicándole a Florencia que tenía que ir con ellos para explicarles que no se podían tirar al agua, me acerqué a la orilla. Sople en silbato ganándome la atención de todos los presentes en el agua. Los señale y les hice señas para que se acercaran a mi.

 

— Eh, chicos — les llame —Saltar a la piscina  o correr cerca de ella esta prohibido ¿vale? —  les miré con los ojos entrecerrados por el sol, todos asistieron y sonreí. — Genial, que se diviertan. 

 

Me di la vuelta dispuesta a seguir hablando con la señora Flor. No había terminado de girar cuando sentí como millones de gotas de agua helada salpicaron en mi espalda, solté un chillido por la sorpresa y me gire de inmediato para encontrar a los mismos cuatro chicos riendo.

 

— ¿¡Qué carajo!? — chille en su dirección — Les dije que no podían hacerlo otra vez. Joder — Las palabras salieron más rápido de lo que pretendía. —¿Son idiotas o son idiotas? — volví a hablarles, imbéciles.
 

—Lo siento — dijo uno de ellos— No sabía que a una socorrista le molestaría un poco de agua.— continuo hablando con un deje de burla en su voz. 
 

— Oh, claro. — asentí — ¿Sabes que otra cosa me molesta? — agregue mirándole tan fijamente como el sol me lo permitiese, levanto la cabeza en espera de mi contestación. — Idiotas como tú. — Sonreí falsamente, sus acompañantes rieron y fue cuando me di cuenta que tres de ellos eran exactamente la copia uno del otro, una sombra de una barba recién afeitada, ojos claros y y las facciones marcadas, reí para mis adentros cuando vi que llevaban también el mismo rapado al cero. 
 



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En el texto hay: tristeza, miedo, amor

Editado: 16.09.2022

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