Más allá de tus ojos

Capítulo 7: Sensación etérea

Llegamos a la cocina y mamá ya tiene los platos llenos con una enorme porción de lasaña acomodados sobre la mesa. Ambos tomamos asiento uno al lado del otro, nos siguen mi hermana y ella para, luego de desear un buen provecho, empezar a comer envueltos en un silencio que me resulta agradable.

Desde que Ian llegó he estado nervioso, mi mente no deja de reproducir los momentos que compartimos ayer y, simplemente, no puedo desprenderme de todo lo que me evoca. De hecho, el pensar que pude besarlo hace unos instantes lo convierte en un sentimiento imposible de mermar.

Cuando me mira con ese brillo en los ojos se me antoja fundirme en él, acariciar su suave piel, decirle lo mucho que me encanta y enviar a la mierda al resto siempre y cuando pueda seguir disfrutando de su resplandeciente sonrisa. Esa que podría iluminar el lugar más oscuro en el planeta. Esa que podría hacer feliz a la persona más triste.

Llevo un trozo de lasaña a mí boca y me deleito con el sabor del cremoso queso observando de soslayo a mi hermana, quien no deja de incomodar a Ian con su insistente escrudiño. Me causa gracia su pequeño enamoramiento hacia él, es incluso más platónico de lo que debería por la situación. Y, al mismo tiempo, la comprendo, posee tantos lindos detalles en la piel que es imposible no quedarse embelesado al verlo.

Mamá está sentada justo frente a mí: hace breves instantes se hallaba enfrascada en la comida en su plato, pero ahora, su atención se ha posado en mis acciones y tiene una expresión en el rostro que me ayuda saber lo emocionada que se siente por mí; aprueba al catire con los abrazos más que abiertos.

Anoche, en cuanto llegó del cine, se sentó en la orilla de mi cama, me pidió que me acercara y, al instante, quedé enredado en un abrazo que duró bastante, aunque no tanto como la específica conversación sobre las precauciones a tomar. Entonces entendí que su intervención no se debía de lo que pueda suceder al no usar condón, sino a mis sentimientos; no quiere que mi corazón vuelva a terminar roto. Sin embargo, sé que en ocasiones es necesario correr ese tipo de riesgos para encontrar la felicidad porque, de no ser así, ¿qué sentido tendría?, ¿cuál sería la enseñanza?

De cualquier modo, estoy seguro de que las mariposas en mi interior no son sinónimo de algo malo. Cada sueño que tengo referente a él carece de cualquier toxicidad previa en mi vida, y mientras me mantenga firme en cuanto a lo que quiero y defiendo en una relación, distará mucho de llegar a parecérsele.

Me enderezo en la silla, poniendo mi mano libro sobre la rodilla de Ian, y me dispongo a terminar de engullir. La mirada reprobatoria que me ofrece instantes después se me antoja tan tierna, que termino regalándole una sonrisa que no pasa inadvertido para las presentes; no lo hago con intenciones morbosas, simplemente intento calmarlo.

―Entonces, Ian, ¿a qué se dedican tus padres?

Frunzo el ceño dirigiendo mi vista hacia el plato, y pincho otro pedazo de pasticho con el tenedor. Soy consciente de que debe provenir de una familia bastante acaudalada, pero hasta ahora ―y pese a que quiero conocerlo mejor―, no se me había cruzado por la mente preguntárselo.

―Son economistas ―dice―. Mi familia tiene varias empresas exportadoras de automotriz en el país, aunque en realidad no estoy muy involucrado en qué hacen y qué no, la última vez que supe se trataba de autos costosos y exóticos para exhibiciones y coleccionistas... Creo que incluso se han involucrado bastante con las carreras.

―Interesante... ―Termino de masticar el último pedazo que había en mi plato, y tomo leves sorbos de mi refresco observándolo―. ¿Qué te gustaría hacer cuando termines la escuela, si no es eso?

―No lo he pensado mucho, en realidad. Aún no encuentro algo que considere que de verdad esté hecho para ejercer.

―No te preocupes ―acota ella rápidamente―. Pronto lo sabrás.

Terminamos de almorzar en breve y ambos nos ocupamos de arreglar la cocina ignorando los regaños de parte de mamá que no dejan de aclarar que no es necesario. Ian le cambia el tema estratégicamente comentando que las gerberas del jardín se ven preciosas, alaga los tonos alegres de éstas y le recomienda que siembre crisantemos, orquídeas y otra variedad de flores que no tenía idea que existían. Ella se da por vencida tiempo después, y le agradece por la ayuda.

El agua tibia es bien recibida por mi piel al lavar los cubiertos restantes, los cubro con jabón líquido y quito la espuma con mis dedos cuando parecen estar limpios. Ian recibe lo que le voy pasando y lo va acomodando en la secadora con tanto cuidado, que el corazón se me derrite; no debe estar acostumbrado a hacer este tipo de cosas, pero aún así se esmera por que resulten bien.

Hasta ahora sé que sus padres no le prestan atención, que no tiene planes para el futuro y que no le importa mucho el estudio, lo que no me deja mucha evidencia sobre quién es, solo que aquello le ha causado el daño suficiente para volverlo frío y cerrado. Imagino lo difícil que debe ser enfrentarse al desanimo de la situación, y me provoca bastante tristeza que haya tenido que hacerlo solo durante tanto tiempo.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.