CAPÍTULO 3
NOCHES DE TORMENTAS
La noche había llegado, la lluvia empeoraba y Helen debía volver a su departamento a pesar de la terrible tormenta.
Podía oírse cómo las gotas azotaban los ventanales del MGW, los truenos ensordecedores, el silbido del embravecido viento que ingresaba por los orificios, y las agitaba. Posteriormente relámpagos iluminaban a su antojo la ciudad mientras como venas se abrían en el cielo los rayos, buscando desorbitados las antenas de los altísimos rascacielos.
Dudaba conseguir transporte pero tenía que intentarlo porque era tarde y a pesar de no tener clases al otro día, tenía que estudiar a primera hora para los exámenes que se aproximaban.
— No Helen, no puedes irte con el tiempo así, mira los rayos y el viento. ¿No quieres quedarte esta noche? Podemos arreglárnosla para dormir en la misma habitación, las camas son inmensas — le suplicó Amelia preocupada
— Es que tengo que volver, no es nada, pronto va a pasar y no es la primera vez que me muevo con lluvia — había parte verídica en lo que dijo Helen, pero en realidad sí sería la primera vez que se movía con tamaña tormenta.
Hasta parecía que el cielo se iba a partir en mil pedacitos. Las calles estaban inundadas, los vehículos pasaban a toda prisa con sus insoportables bocinas que no paraban de sonar como si los dedos se les hubieran quedado incrustados en el botón.
Ya no quedaba gente caminando, su última esperanza era que hubiera taxis disponibles porque tampoco llegaba a la parada del bus.
— Lo siento Helen pero en ninguna de las empresas hay vehículos disponibles, hemos probado con todas y la mayoría dejó de trabajar — dijo Christian acercándose como todo un profesional pero con cara preocupada — Ofrecería los móviles del hotel pero tampoco están disponibles ni pueden salir del lugar en donde quedaron, están colapsados. Tal vez pueda pedirle a William que te acerque — agregó lo último señalando a una puerta de vidrio abierta donde podía verse a la perfección en persona muy concentrado en su trabajo.
— Oh. No, te agradezco mucho Christian, de verdad pero no quiero molestar a nadie, ya has hecho suficiente. ¿No sería molestia quedarme con Amelia en su habitación? Es que no sé cómo son las normas de este hotel y supongo que sin pagar no podría quedarme pero…
— No es necesario explicar nada, Hel — Sí, ahora no solo conocía a las personas más importantes del MGW, sino que también se había hecho tan cercana como para que la tuteasen — puedes quedarte, no hay ningún problema. Además no vamos a obligarte a pagar por una cama que ni siquiera es tuya, sino compartida.
— Oh muchas gracias, de verdad
— No es problema — respondió el castaño con una inmaculada sonrisa que hizo quedar a todas encantadas, hasta que les dirigió la mirada y tuvieron que disimular — Ahora señoritas, si me disculpan tengo a mi jefe controlándome y mucho trabajo por hacer.
Con una leve reverencia y las manos superpuestas delante del diafragma se retiró.
A Helen se le hacía prácticamente imposible contener la risa cuando veía a todas las mujeres de todas las edades admirarlo al pasar, todo el tiempo y sin disimulos.
Claramente eran conscientes de lo que tenían en frente. Parecía un seductor nato pero indiferente a sus encantos, su tez entre blanca y trigueña, su estatura alta, que a pesar de no ser como la de William, le quedaba muy bien; su delgado cuerpo pero hombros marcados, ojos grandes de un café intenso con esa mirada penetrante pero muy dulce a la vez, su sonrisa encantadora, tierna; y sus rasgos marcados pero armoniosos. Todo ello sin olvidar la barba muy corta que parecía una sombra y su cabello lacio, también corto y perfectamente peinado.
— Vaya hombre — suspiró Diana
— ¿De qué paraíso habrán salido? — dijo Amelia incrédula
— Señor santo — acotó Sofía
— ¿Será parte del currículo ser perfecto? — preguntó Adriana pensativa — Por ahí pueden aceptarme — bromeó sarcásticamente
— Mama mía, que calor hace — se quejó Karen abanicándose con la mano
— Bueno, ¿pijama party? Preguntó Amelia con una sonrisa en su rostro, cambiando de tema y Sofía festejó la idea.
***
— ¿Mamá? — contestó Helen el teléfono aún dormida. No podía creer lo que estaba escuchando, sus padres llegaban a la mañana del día siguiente a Nueva York y no se habían tomado la mínima molestia de avisar.
No era que no le agradaba la sorpresa, sino que con sus amigas allí su departamento era un total desastre, y ni hablar de su vida con exámenes durante toda la semana siguiente. A tal punto que apenas iba a poder verlas unas muy pocas horas al día por la cursada y el estudio.
Claro que no lo dijo y disimuló lo más que pudo su molestia, remplazándola por tonos y caras felices a pesar que no pudiera verla a través del teléfono. En ese momento agradecía que no fuera uno de los videos llamados que a su madre tanto le gustaba hacer.