Más allá de tus ojos

CAPÍTULO 5: Un guardián sin espada

CAPÍTULO 5

UN GUARDIÁN SIN ESPADA

 

— Maldita sea, ¡Helen! Despierta — escuchaba una voz a lo lejos pero no quería ir, se sentía flotando en las nubes — Sabía que no tenía que dejarla sola, lo sabía — continuó diciendo la voz que cada vez se escuchaba más clara. Era la un hombre muy preocupado, sonaba ronca y suplicante.

— La observé y no hay nada extraño en ella, es decir es especial pero no por ese motivo… pensé que le iban a hacer daño ni perseguir — decía otra voz varonil, más tranquila

— Ya llegué ¿Está bien? Hay que sacarla de aquí — era una mujer que hablaba como si se tratara de una película de detectives.

— No, tiene que despertar y después la llevamos. Necesita sol — dijo la voz autoritaria

— William tiene razón, pero si nos quedamos aquí pueden volver — respondió la segunda voz de hombre.

Un momento, reparó Helen, ¿William?

Seguro estaba soñando, tenía que despertar, demasiado era encontrárselo en todos lados para que encima estuviera también en sus sueños. Aunque a decir verdad… era lindo soñar con él; repuso su subconsciente.

— Vamos Helen… — suplicó la voz rasposa mientras una mano acariciaba su cabello apartándolo de la frente — está despertando

— ¿Helen me escuchas? — preguntó la voz femenina a la vez que intentaba abrir los párpados de plomo. La niebla desaparecía lentamente y algo blanco aparecía en su lugar, que iba tomando forma y se convertía en un par de ojos de cristal que la observaban atentamente y cabello muy rubio brillante.

Que hermosos labios, pensó, parecía… ¿William?. Era cierto, no había estado soñando ¿Qué hacía él ahí?

— Por dios santo Helen, por fin— dijo él o el William imaginario, no estaba segura.

— ¿Qué pasó?— logró decir con mucho esfuerzo pero todo el panorama se iba aclarando. Él acariciaba su mejilla y comenzó a levantarla lentamente, para acurrucarla contra su pecho.

Nunca se había sentido tan segura y feliz, tenía que estar soñando.

A la vez que él nunca había sentido tanto temor. Fue desesperante.

— ¿No recuerdas nada? — preguntó la mujer. La miró, era Clare.

— Hm… no. — respondió Helen, apenas le salía la voz. Lo observó a William y su corazón se estrujó al descubrir su mirada. Nunca antes lo habían hecho de esa forma; tan dulce, intensa y algo más que no podía descifrar.

— Bueno, hay tiempo para que recuerdes cuando estés mejor. Vámonos de este maldito lugar — escuchó a Christian decir y se agachó para ayudarla a levantarse o tomarla en brazos, no estaba segura.

— Yo lo hago — indicó el caballero blanco y la tomó en brazos como si fuera una suave y delicada pluma.

— Hm… creo que puedo caminar — susurró ella apoyando una mano en su hombro como si intentara detenerlo, a pesar que no fuera su deseo.

Admiró su varonil barba de dos o quizás tres días que enganchó su cabello y ella lo sacó suavemente, sin apenas tocarlo.

— Estás muy débil Helen, caerías en el primer paso. Lo haré yo, no es molestia — Ella asintió, era verdad; apenas había logrado levantar el brazo. Los tres cruzaron lo que quedaba del parque y la avenida, hasta llegar a dos impecables autos. Un Camry rojo último modelo y un Mercedes gris.

Enseguida adivinó que el gris sería de William.

— Oh no, esta vez manejo yo — dijo Christian negándose rotundamente, Clare puso los ojos en blanco y le tiró las llaves. Él las atrapó en el aire y sonrió. Al ver que a Helen le produjo simpatía le guiñó un ojo antes de entrar al auto.

William abrió la puerta del auto y la acomodó a Helen en el asiento del acompañante, posteriormente subió en la butaca del conductor.

Se sentía aturdida así que no pronunció palabra hasta llegar a destino.

— Vas a buscar tus cosas y voy a llevarte a mi casa.

— ¿Qué? ¿Por qué? — preguntó desencajada pero él no respondió, suspiró y bajó del auto. Abrió la puerta de Helen.

— Puedo caminar, William

— Está bien, pero déjame ayudarte — cedió resignado y ella aceptó de igual forma.

Los cuatro ingresaron al departamento, después de subir las escaleras con la joven en brazos. Claramente, contra su voluntad.

— No me voy a ir a ningún lado, William — dijo Helen ceñuda

— Lo sé — articuló él y todos lo miraron sorprendidos — lo pensé y tampoco es seguro que vengas conmigo. Voy a contratar seguridad.

— ¿Qué? Pero ¿para qué? ¿de qué se supone que me tengo que cuidar? Soy prácticamente una NN, de suerte si en la facultad recuerdan mi nombre




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