Más allá de tus ojos

CAPÍTULO 7: Verdades

CAPÍTULO 7

VERDADES 

 

— ¿Se te cortó la inspiración? — preguntó William con suma atención luego de sentarse en el mismo sillón pero a cierta distancia.

Helen lo miró y se percató de que ya no tenía el saco; en su lugar vestía una camisa blanca con los primeros botones desprendidos y los puños apenas arremangados, dándole una apariencia más informal.

— ¿Por qué estás tan obsesionado con mi seguridad? — lanzó ella. Él suspiró y miró al suelo antes de responder.

— Ya te lo dije. Hay mucho peligro suelto.

— ¿Y por qué a mí? Digo, si hay mucho peligro suelto le puede pasar a cualquiera. Me tratas como si fuera el blanco de todo esto.

— ¿Por qué te cuido o por qué hay peligro?

— Ambos

— Lo responderé así: hay cosas de este mundo que al parecer todavía desconoces. Hay personas que te buscan, no por un motivo positivo, en absoluto. Lo más probable es que quieran hacerte daño; pero todavía no estoy seguro de la razón. Solo sé que debes ser más especial de lo que todos nosotros creemos.

— ¿Todos nosotros? — Sin dudas “especial” era un calificativo que solo le darían sus padres, y muchas veces sin connotación positiva. En sus autoanálisis esa palabra no figuraba.

— Si. Principalmente Christian y Clare.

— ¿Y qué es lo que saben que yo no? ¿Por qué soy… especial? — Inclusive le costaba considerarlo.

— Muchas cosas que vas a ir descubriendo con el tiempo, eso incluye ambas preguntas.

— Seguís siendo confuso.

— Te dije que te diría solo lo necesario.

— ¿Por qué?

— Porque así tiene que ser por ahora. Tienes que confiar en mí

Por más increíble que pareciera ya lo hacía, tal vez desde la primera vez que sus ojos se cruzaron. Era consciente que no podía temerle ni aunque quisiera. Por más que lo analizara y buscara por horas, no encontraría nada maligno en él. Lo creía prácticamente imposible. Aun así quiso demostrarse a sí misma que no era ninguna estúpida, confianzuda ni masoquista por creer ciegamente en alguien que no conocía por completo:

— ¿Por qué habría de hacerlo?

— Salve tu vida más veces de las que te imaginas. ¿Por qué querría dañarte justamente ahora? No tendría lógica y mi esfuerzo habría sido en vano.

Poco convencida continuó:

— ¿Todo esto tiene que ver contigo?

— Técnicamente, sí.

— ¿Eres una especie de agente secreto, traficante de cosas peligrosas o negocios turbios?

William rió ante esa idea. Siquiera ella lo creía.

— No, no tengo malas intenciones ni estoy metido en ninguna de las cosas que mencionaste.

— ¿Entonces quién eres?

— William Eamonn McGowan.

— De Irlanda.

— Así es.

— Abogado, dueño del hotel MGW y profesor de derecho en mi Universidad.

— Exacto. Pero no soy totalmente el dueño. El verdadero dueño es mi padre.

— Pensé que el nombre eran tus iniciales.

— No, las de mi padre. McGowan, Warren Aidan.

— Pero no vive aquí.

— La mayoría de mis familiares viven en Irlanda y algunos pocos acá.

— Entonces él no se hace cargo del hotel.

— No, se podría decir que es solo un dueño “superficial”. Quien está a cargo de todo y quién lo ideó fui yo.

— ¿Te avergüenzo?

Ahora el confundido era él.

— ¿Qué?

— Muchas veces me ignoraste, por eso no comprendía por qué tus cambios de ideas… pasabas de olvidar que existía a querer arreglar mi vida.

— El ignorarte era necesario para protegerte, pero después caí en la cuenta de que era en vano. Las cosas seguían sucediendo, no había vuelta atrás. Me sentía responsable de todo y aún lo creo así. Es complicado, no pretendo que lo entiendas todo ahora.

— Pero quiero hacerlo. Escucho.

William suspiró.

— Te busque durante mucho tiempo… bueno no específicamente a ti, no sabía que eras a quien buscaba. El momento en el que lo supe me arrepentí, hubiera preferido no encontrarte y que vivieras a salvo; pero sucede que apareciste cuando no te buscaba, simplemente así como así, sin ser llamada. Llegaste ese primer día al hotel y no creí que fueras tú, creí que eras alguien… normal… Pero no lo eras, lo supe con el tiempo. Cuanto más te veía, más seguro estaba. Luego quise olvidarlo y que siguieras con tu vida tranquila y segura, pero también se hizo imposible, como si el destino estuviese empecinado en que así fuera. Así que si no podía protegerte alejándote, tendría que hacerlo vigilándote y asegurándome yo mismo que todo siguiera en curso. Hacerlo de cerca.




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