CAPÍTULO 10
NUEVO PELIGRO
La noche llegó precipitadamente, y Helen lo agradecía. No estaba segura de haber logrado soportar otro extenso día, de esos momentos en los que los segundos se transforman en interminables horas.
Luego de despedir a su familia con profundos y disimulados llantos de su madre y rostro caído de su padre; se encaminó al MGW, donde había acordado salir a bailar con sus amigas a modo de despedida.
Normalmente detestaba esos tristes momentos como castigos del tiempo, pero esta vez solo quería terminar de descubrir todo lo que le quedaba por delante y organizar su vida e ideas. Necesitaba terminar de conocerse a sí misma, con urgencia.
— ¡Buenas noches a la nueva integrante del equipo! — Christian se abalanzó hacia ella y la rodeó con los brazos, estrujándola. Ella se mantuvo estática y desconcertada — Will nos puso al día — aclaró con una enorme y blanca sonrisa.
— ¿Ustedes también…? — murmuró confundida
— Por supuesto — William salía de su oficina y le dedicó una mirada escrutadora al castaño y luego a Helen. Un escalofrío le recorrió el cuerpo.
Cuando Christian se separó, ella reparó en que éste no tenía puesto ningún traje. Unos jeans oscuros, camisa azul, chaqueta de cuero y zapatos acordonados ocupaban su lugar. El cabello estaba más desprolijo, y tuvo que admitir que aquello le sentaba a la perfección, parecía un galán de Hollywood.
Cuando sus amigas salían del ascensor, con sus despampanantes modelitos recién adquiridos en las mejores tiendas de Nueva York, arregladas como nunca antes las había visto; se observó a sí misma. Llevaba puesto su vestido rojo apagado con mangas largas y suelto, con escote redondo que no dejaba al descubierto nada más que el cuello, pantis finas y el abrigo del mismo largo del vestido, a juego con las botas que le llegaban hasta las rodillas, con poco taco.
Se sintió de lo más informal. Ninguna curva resaltaba como en el caso de aquellas chicas, tanto que seguramente para ingresar le pedirían su identificación para asegurarse de ser mayor de edad. Suspiró resignada. Normalmente vestía de forma muy femenina y prolija, con un estilo que algunas veces se asemejaba al vintage, lo cual la hacía parecer mucho menor a su edad, pero en ese momento pensó que casi podría ir al jardín de infantes. Agradecía haber tenido tiempo para arreglarse el cabello y maquillarse.
— ¡Hely! — se acercó Amelia rápidamente a abrazarla y ella se lo devolvió con gusto y una sonrisa.
— Wow, todas están muy hermosas — opinó Helen con la mayor sinceridad.
— Obvio, querida; más divas que nunca — Se acercó Adriana respondiendo un mensaje en el móvil.
— La última noche debe ser despampanante en todos los sentidos — afirmó Diana entusiasmada.
— Voy a extrañar Nueva York — expresó Sofía luego de abrazarla a modo de saludo — y a ti, claro.
Helen rió, era consciente que al volver a sus vidas perdería parte del contacto con ellas, cada una seguiría con lo suyo, teniendo poco tiempo hasta para escribir un mensaje; a tal punto de que el tiempo pasaría volando sin notar por meses la falta de diálogo. Pero estaba acostumbrada, así solían ser las despedidas y lo posterior a ellas.
— Yo también Sofi, mucho.
— Podemos dividirnos, algunas vayan con Christian y otras conmigo — organizó Clare saliendo del mostrador de recepción, dejando a la vista un palazo color beige, y un top oscuro ceñido, a juego con el tapado. Los zapatos junto con la vestimenta la estilizaban, como si fuera una modelo.
De repente se preguntó si William iría también y quién quedaría a cargo del hotel, deseó que así fuera pero al buscarlo con la mirada, lo encontró organizando papeles y dando órdenes a Sharon; que estaba tan deslumbrante como siempre.
Punzadas de celos la atacaron sin previo aviso dejándola desconcertada, pasarían la noche solos y juntos. Seguro él se fijaría en Sharon, no había ningún motivo para no hacerlo. Cuando los huéspedes pasaban quedaban boquiabiertos mirándola sin ningún disimulo, claro ¿quién no desearía una treintañera despampanante?
Los ojos de William se encontraron con los suyos, desvió la mirada avergonzada; sus mejillas rojas la delataban.
¿Qué importaba? Se recordó, parecía una niña en comparación a esa mujer.
— ¿Viene conmigo madame? — le preguntó Christian con su porte de príncipe, tomándola de la cintura.
— Claro — le sonrió ella.
Un flamante BMW negro los esperaba al atravesar la salida, confirmó ser de Christian cuando éste desde lejos lo destrabó, emitiendo el auto un sonido acompañado del titilar de las luces.
— Vaya, ¿así es trabajar en un hotel de Nueva York? — lanzó Diana impresionada.
Detrás del mismo estaba el Camry rojo de Clare.