Más allá de tus ojos

CAPÍTULO 12: Primera lección

CAPÍTULO 12

PRIMERA LECCIÓN

 

 

Le había costado conciliar el sueño. Cuando se acostó todo le daba vueltas y se balanceaba como si estuviera en un pequeño barco en el medio del tormentoso océano.

Abrió los ojos, el sol entraba por unas pequeñas rendijas entre las claras cortinas que olvidó cerrar bien. El celular sonó, alguien la llamaba. Atendió sin mirar quién era, la luz le quemaba los ojos y la encandilaba.

— ¿Hely? — pudo reconocer la voz al instante, era Amelia.

— Ame, ¿cómo estás?

— ¿Cómo estás tú? Nos preocupamos cuando no regresaste anoche.

— Lo sé, lo siento. No me sentía muy bien, no pude recorrer todo para encontrarlas.

— Clare nos dijo que Christian te llevó a tu casa — La duda se encendió en Helen, ¿dónde había estado entonces? Decidió seguirle la corriente.

— Ah, sí. Fue muy amable. ¿No volvió más al club?

— Sí, en realidad no tardó mucho desde que te fuiste.

— Es que ni siquiera llegué al baño. Creo que no volveré a tomar alcohol por un largo tiempo.

— Me imagino, amiga. Bueno, solo quería saber cómo estabas; nosotras comenzamos a preparar las valijas pero salimos a pasear un rato a la tarde ¿Vienes?

— Por supuesto.

— De acuerdo, nos vemos entonces.

Se despidieron y finalizó la llamada. Si Amelia estaba despierta debía ser cerca del mediodía, perdió otra clase. Suspiró y observó su entorno. La habitación era espaciosa, el suelo alfombrado color perla, el respaldo de la cama de dos plazas contemporáneo de símil cuero negro con costuras formando cuadrados, la sábanas blancas relucientes, almohadas mullidas, un cobertor color borgoña adornaba los pies; muebles de estilo minimalista a juego consistían en un tocador con su silla tapizada, otras dos junto a la enorme ventana en ambos extremos de una mesa alta y pequeña redonda. Las paredes eran del mismo color de la alfombra, a excepción de la de detrás de la cama, que tenía un empapelado de líneas curvas y desordenadas en tonos grises, borgoña y violeta oscuro. Un televisor led ocupaba la pared enfrentada.

Se vistió rápidamente. Notó que su vestimenta era muy arreglada para el día, así que cerró el abrigo entero y se ató el cabello en una cola. El maquillaje estaba corrido y detestó no tener sus accesorios con ella, pero agradeció haber llevado algo para retocarse en su cartera, eso debía alcanzar.

Salió del ascensor y echó un vistazo a su costado, instintivamente. Caminó hacia su izquierda, un zumbido llegaba a sus oídos cuánto más se acercaba a la puerta lateral, una inexplicable intriga la invadió, estaba enfrentada dudando si continuar o seguir sus sentidos.

— Helen.

Se giró al oír su nombre. Clare estaba varios pasos detrás suyo, erguida, con las manos juntas delante de su cintura, reprimiéndola con la mirada como si estuviera frente a una pequeña niña que se comió el postre antes del almuerzo. Helen decidió que la mejor idea era permanecer callada.

— ¿Me acompañas? — Habló su amiga luego de unos silenciosos segundos. Asintió y comenzó a caminar a su lado. Sentía el tono amable y disimulado de una maestra llevando a una pequeña traviesa a dirección.

Cuando llegaron al despacho, Christian se levantaba ordenando documentación. Le sorprendió encontrarlo en el puesto de William. Puso su mirada en ella y le dedicó una amable sonrisa, para luego saludarla con un cortés y corto abrazo, como si en lugar de ello fuera un apretón de hombros. ¿Cómo personas tan jóvenes podían ser así de recatadas?

— ¿Algún otro inconveniente durante la noche o todo en orden? — La investigó.

— Hum… Todo en orden — Afirmó ella. Decidió omitir las constantes pesadillas. Él dudó.

— Pareces un poco cansada — observó analizándole el rostro, ella se encogió incómoda.

— Sólo lo normal.

— Ponte esto, William estará aquí en un momento — Clare le tendía dos bolsas, una más pequeña. Ahora parecía toda una ejecutiva.

— Señorita Clare, el señor McGowan dice que debe esperarlo lista — Apareció hablando Sharon en la espalda de Helen, ésta se giró apenas, sobresaltada por la repentina presencia. La rubia tenía el cabello levantado en un apretado rodete, ahora parecía una bailarina Barbie ejecutiva.

— Bien, gracias Sharon — Con un gesto de asentimiento dio a entender que se retirara.

— ¿A dónde vas? — preguntó Helen curiosa

— Yo no, tú irás. Así que rápido. Puedes usar el vestidor o el baño privado, como gustes— Le señaló Clare y la joven la obedeció dubitativa.

Una vez dentro del baño, abrió la más grande de las bolsas, donde encontró un conjunto deportivo. Continuó con la más pequeña que no lo era tanto, había una caja que contenía zapatillas, también deportivas. ¿Para qué tendría que vestirse así? ¿Acaso se veía fuera de forma? Analizó su cuerpo pero acabó por vestirse, resignada.




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