Más allá del amor

Prólogo

Destino caprichoso

La noche en Bogotá siempre tenía dos caras. Por un lado, las luces de la ciudad, la música vibrante, la vida que no se detenía. Por el otro, las sombras que acechaban en cada esquina, esperando el momento perfecto para atacar.

Yo lo sabía bien.

Caminaba de regreso a casa después de una larga jornada en el gimnasio, donde pasaba la mayor parte de mis días entrenando. No tenía grandes lujos ni una vida perfecta, pero al menos era mía. Sin embargo, esa noche, todo cambió.

Los vi antes de que pudieran sorprenderme. Tres tipos en la calle oscura, con miradas hambrientas y sonrisas torcidas. Y su presa… un hombre de traje elegante, claramente extranjero, con el tipo de presencia que gritaba "dinero". Lo tenían rodeado, exigiendo su reloj, su billetera, probablemente más.

No tenía intención de meterme. Pero cuando vi el brillo de una navaja, mis pies se movieron solos. ¿Será el destino o pura casualidad? De encontrarme con este sujeto

—Creo que es mejor que lo dejen en paz —dije, acercándome sin miedo.

Los tipos se rieron. Uno de ellos, el más alto, me miró como si fuera un insecto molesto.

—¿Y tú quién eres? ¿Su guardaespaldas?

—Algo así —respondí, justo antes de que intentara agarrarme.

Pésima idea.

No les di oportunidad. Un golpe certero en la mandíbula, una patada al estómago del segundo, y el tercero huyó antes de probar su suerte. Todo duró menos de un minuto. Cuando los ladrones estuvieron en el suelo, me giré hacia el hombre que acababa de salvar.

Alto, con un porte impecable, mirada afilada y el cabello oscuro perfectamente arreglado. Era joven, pero tenía la presencia de alguien que estaba acostumbrado a tener el control. Me observó con una mezcla de asombro y… ¿curiosidad?

—Interesante —murmuró en un español con acento coreano.

—¿Estás bien? —pregunté, ignorando la forma en que sus ojos oscuros me analizaban.

—Estoy más que bien —respondió, ajustando su chaqueta sin apartar la mirada de mí—. Eres impresionante. ¿Cómo te llamas?

—Deisy Montenegro —dije, cruzándome de brazos.

—Deisy Montenegro… —repitió, como si estuviera probando mi nombre en su lengua—. ¿Trabajas como seguridad o simplemente disfrutas golpear delincuentes?

—Solo estaba en el lugar correcto en el momento adecuado.

Sonrió, y por alguna razón, sentí que acababa de meterme en algo más grande de lo que imaginaba.

—En ese caso, Deisy Montenegro —dijo, con una seguridad que me puso alerta—. ¿Qué dirías si te ofreciera un trabajo? Uno que podría cambiar tu vida.

Lo miré con escepticismo.

—¿Qué tipo de trabajo?

—Sé pelear —dijo, imitando mis palabras anteriores—. Pero necesito a alguien que sepa hacerlo mejor que yo. ¿Vendrías a Corea a protegerme?

Pensé que estaba bromeando. Pero cuando vi la seriedad en su rostro, supe que mi vida estaba a punto de tomar un rumbo inesperado.




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