.... Lo que no se dice… se besa...
El resto de la noche fue una combinación extraña entre tensión, miradas cruzadas y silencio incómodo. Min-ho no volvió a acercarse a mí, pero cada vez que volteaba, lo encontraba observándome desde lejos. No decía nada, pero su ceño fruncido hablaba por él.
—Te ve como si fueras el código nuclear y Ji-hoon fuera un hacker —murmuró Ji-ah, mientras tomábamos algo en la barra.
—No exageres.
—¿Exagerar? ¿Tú viste cómo casi te carga como saco de papas? Si no lo detienes, te lleva al auto.
—Fue una reacción exagerada —dije, aunque ni yo me lo creía del todo.
Camila se acercó, con los ojos brillando de emoción.
—¿Y si le gustas?
—No seas ridícula. Soy su guardaespaldas.
—Y él es un CEO guapísimo con problemas para expresar sus emociones. Suena como el comienzo de un K-drama —respondió, muy convencida.
Rodé los ojos y traté de no pensar más en eso. Pero claro… eso fue imposible.
Minutos después, mientras tomaba un poco de aire en el balcón, lo escuché detrás de mí.
—Necesitamos hablar.
Cerré los ojos un segundo antes de girarme.
—¿Sobre qué, jefe?
—Sobre lo de antes.
—¿Sobre arrastrarme fuera como si fuera una bolsa de compras?
Él suspiró, y por primera vez en mucho tiempo… se veía vulnerable.
—No fue mi intención. Solo… no me gustó.
—¿Que bailara?
Asintió.
—Ni que él te tocara.
Levanté una ceja, cruzándome de brazos.
—¿Y eso por qué?
Min-ho dio un paso más cerca.
—Porque no quiero que nadie más lo haga.
Mi corazón dio un vuelco. Pero no iba a caer tan fácil.
—¿Y quién se supone que puede?
Hubo un silencio. Su mirada bajó a mis labios, y luego volvió a mis ojos con una intensidad que me dejó sin aire.
—Yo.
No tuve tiempo de procesarlo.
En un segundo, su mano estaba en mi mejilla y sus labios sobre los míos.
Fue un beso firme, decidido, pero también cargado de todas las emociones que no habíamos dicho: frustración, deseo, confusión... y algo más profundo que me negaba a nombrar.
Cuando se separó, ambos respirábamos agitadamente.
—Esto es una locura —susurré.
—Lo sé —respondió él, aún demasiado cerca—. Pero no puedo seguir fingiendo que no me importas.
Mi cabeza gritaba que esto estaba mal. Que era poco profesional. Que era peligroso.
Pero mi corazón…
Mi corazón ya se había rendido hace tiempo.
—Maldición, Min-ho…
Y lo besé de vuelta.
Esta vez sin excusas, sin dudas.
Solo nosotros.
Y una noche que cambiaría todo.
.... La realidad interrumpe....
Su boca sabía a peligro.
Y yo… estaba probando el riesgo con los ojos cerrados.
No sé cuánto tiempo estuvimos así, perdidos el uno en el otro, como si el mundo no existiera, como si la promesa de una vida perfectamente controlada se hubiera roto en mil pedazos con un solo roce.
Pero entonces, escuché pasos. Tacones, para ser exacta.
Me alejé tan rápido que casi me caigo. Literalmente.
—¡Mierda! —susurré, llevándome la mano a los labios.
Min-ho también retrocedió un paso, como si de repente recordara quién era, quién éramos, y lo que acabábamos de hacer.
—¿Es Soo-ah? —pregunté en voz baja, asustada por lo estúpido que eso sonaba.
No necesitaba que respondiera.
La puerta se abrió antes de que él dijera algo.
—¡Min-ho! He estado buscándote —la voz chillona de Soo-ah rompió el momento como un disparo.
Instintivamente di un paso más hacia la sombra del balcón, colocándome justo fuera del alcance de su vista. Min-ho, en cambio, se giró hacia ella con la serenidad de alguien que no acababa de cometer un error monumental.
—Estaba tomando un poco de aire.
—¿Solo? —preguntó ella, alzando una ceja.
No podía verla desde donde estaba, pero imaginaba su expresión arrogante perfectamente. Esa mezcla de desconfianza y superioridad que siempre me daban ganas de… bueno, de golpear algo.
Min-ho dudó un segundo.
—Sí.
Me mordí el labio, conteniendo la respiración. Si ella daba un paso más, me vería. Si él decía una palabra equivocada, todo esto se iría al infierno.
—Los empresarios de Jeju quieren hablar contigo. Y tu ausencia está empezando a levantar comentarios. Vamos.
Min-ho asintió, pero antes de seguirla, se giró un poco hacia donde yo estaba. Solo lo suficiente para que nuestros ojos se encontraran por un segundo.
No dijo nada.
Pero su mirada fue suficiente.
Me dolió.
No porque me ignorara.
Sino porque lo entendía.
Él era el CEO. El prometido perfecto. El hombre de hielo.
Y yo era la sombra.
La guardaespaldas.
La chica que no debía haberlo besado.
Cuando se marchó, sentí que una parte de mí se iba con él.
O tal vez solo era el corazón.
Apreté los dientes y me forcé a salir del balcón cuando estuve segura de que estaban lejos. La noche seguía igual de fría… pero yo ya no lo estaba.
Ahora ardía por dentro.
Por rabia.
Por culpa.
Y por algo que no me atrevía a nombrar.
Me miré en el reflejo de una ventana.
Mis labios aún estaban hinchados.
Y por un segundo, solo por un segundo…
Deseé no haberlo detenido.
.... No soy la que se esconde....
Llegué a la universidad con el alma hecha un nudo y los pasos más pesados que de costumbre.
No sabía si lo de anoche había sido real o un maldito error.
Pero sí sabía que me iba a perseguir todo el día.
O quizás toda la vida.
Mis amigas ya estaban en la cafetería del campus. Las vi a lo lejos y levantaron la mano para saludarme, pero antes de que pudiera acercarme, una figura alta y perfectamente peinada se me cruzó en el camino.
Soo-ah.
Con sus tacones de diseñador y esa sonrisa de veneno cubierto en diamantes.
—Oh, qué coincidencia —dijo, con un tono que dejaba claro que no era ninguna coincidencia.
#347 en Joven Adulto
#5109 en Novela romántica
millonarios romance, comedia/humor, amor celos amor por contrato
Editado: 11.04.2025