Más allá del dolor

CAPITULO 4

Con la llegada de la primavera, la nieve comenzó a derretirse y el aire se llenó de olores frescos. Julia y Daniel habían pasado cada vez más tiempo juntos, no solo en la cafetería, sino también en largos paseos, tardes de cine y conversaciones que parecían no tener fin.

Cada día que pasaba, la conexión entre ellos se hacía más fuerte, más real. Y aunque a veces el fantasma de su pasado con Lucas aparecía, Daniel siempre encontraba la manera de recordarle que estaba bien volver a sentir, que estaba bien confiar otra vez.

Una tarde, tras una cena improvisada en el apartamento de Daniel, Julia se encontró sentada junto a él en el sofá. La charla fluía, como siempre, pero esa vez había algo diferente en el aire: una tensión sutil, pero imposible de ignorar.

Daniel la miró, con una expresión que ella había visto antes, pero que nunca había querido interpretar. Esta vez, no pudo evitar preguntarse si él también lo sentía.

—Julia —dijo él, en voz baja—, hay algo que quiero decirte desde hace un tiempo.

El corazón de Julia empezó a latir más rápido. Una parte de ella quería retroceder, pero otra parte, más fuerte, quería saber.

—Dime —susurró, apenas capaz de controlar el temblor en su voz.

Daniel tomó su mano, como lo había hecho antes en el parque, pero esta vez la sujetó con firmeza.

—Desde que te conocí, sentí algo especial. No quise apresurarme, pero cuanto más tiempo paso contigo, más claro tengo que no quiero que esto se quede solo así.

Julia lo miró sin saber qué responder. Su corazón latía con fuerza, pero no era miedo lo que sentía, sino una esperanza que no había sentido en mucho tiempo.

—No sé qué nos espera —continuó Daniel—, pero quiero descubrirlo contigo. ¿Tú qué piensas?

Julia lo miró a los ojos y lo supo. Había algo real entre ellos, algo que había crecido con el tiempo. Y por primera vez en mucho tiempo, se permitió sentirlo.

—Yo también quiero ver qué viene después —respondió, sorprendida por la firmeza en su voz—. Quiero estar aquí, contigo.

Con esas palabras, todo cambió. Daniel sonrió, y antes de que Julia pudiera reaccionar, él se inclinó y la besó. Un beso suave, lleno de promesas.

Los días que siguieron fueron una mezcla de emoción y dudas para Julia. Sabía lo que sentía por Daniel, pero el miedo a que todo se desmoronara aún la perseguía. A veces, el pasado era un lugar más cómodo, incluso si dolía. Ahora, con Daniel, todo se sentía tan nuevo, tan lleno de posibilidades, que a veces le asustaba.

Una tarde, mientras se preparaba para encontrarse con él en la cafetería, Julia se miró en el espejo. Notó una ligera sonrisa en sus labios, el brillo en sus ojos que no había visto en mucho tiempo. Pero, junto a esa imagen, apareció una sombra, una voz interna que la llenaba de dudas.

"¿Y si esto también termina mal? ¿Y si me lastima como Lucas?"

Sacudió la cabeza, intentando despejar esos pensamientos. Daniel no era Lucas. Lo sabía. Pero el miedo seguía ahí.

Cuando llegó a la cafetería, Daniel ya la esperaba, con una sonrisa que siempre conseguía calmarla. Se saludaron con un beso, algo que aún sentía nuevo, pero que le resultaba natural. Sin embargo, Julia sabía que debía hablarle de lo que sentía, aunque temiera estropear el momento.

—¿Todo bien? —preguntó Daniel, notando algo en su expresión.

Julia suspiró, buscando las palabras.

—Quiero hablar contigo —comenzó, sintiendo cómo un nudo se formaba en su garganta—. A veces tengo miedo. Sé que lo que tenemos es especial, pero… el miedo sigue ahí. Miedo a que todo se derrumbe de nuevo, a que me lastimen otra vez.

Daniel frunció el ceño, no con frustración, sino con comprensión.

—Julia, entiendo que tengas miedo. Y sé que no puedo borrar lo que has vivido. Pero quiero que sepas que estoy aquí, y no hay prisa. Lo importante es que te sientas segura, que sepas que no voy a hacerte daño.

Las palabras de Daniel, tan sinceras, hicieron que algo en Julia se relajara. Pero aún sentía esa pequeña resistencia dentro de ella, esa parte que aún no podía soltar todo el dolor del pasado.

—Es difícil confiar de nuevo —admitió—. Después de Lucas, pensé que no podría abrirme a nadie más. Y ahora, contigo, me da miedo que esto sea demasiado bueno para ser cierto.

Daniel tomó sus manos, con un gesto cálido y reconfortante.

—No tienes que tomar decisiones ahora. No hay presión. Lo único que quiero es que sepas que estoy aquí, y que no voy a ninguna parte. Podemos ir tan despacio como necesites.

Julia lo miró, y en sus ojos encontró la calma que tanto había buscado. No necesitaba tener todas las respuestas en ese momento. No tenía que forzar nada. Por primera vez en mucho tiempo, alguien estaba dispuesto a caminar a su lado, sin prisa.

—Gracias, Daniel —susurró—. Gracias por entender.

—Siempre —respondió él, besándola suavemente en la frente—. Esto lo construimos juntos, paso a paso.

Esa noche, mientras caminaba de regreso a casa, Julia sintió que algo dentro de ella empezaba a cambiar. No era solo que el miedo desaparecía poco a poco, sino que una nueva fuerza comenzaba a crecer. Por primera vez, se permitió creer que era posible abrirse a algo nuevo, algo que podía florecer si se lo permitía.



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En el texto hay: nuevo amor, sanar, hombre abusivo

Editado: 16.09.2024

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