Las semanas siguientes fueron como un renacer para Julia. Aunque el miedo seguía apareciendo de vez en cuando, especialmente en momentos inesperados, con Daniel a su lado se dio cuenta de que no estaba sola en ese proceso. Él la apoyaba, la escuchaba y, sobre todo, la hacía sentir que podía ser ella misma, sin miedo a ser rechazada o juzgada. Algo que, con Lucas, nunca pasó.
Un día, mientras caminaban juntos por el parque, Julia se dio cuenta de que el invierno finalmente había dado paso a la primavera. Las flores comenzaban a brotar, y el aire fresco tenía un olor a renacimiento. Era como si el mundo a su alrededor reflejara lo que estaba ocurriendo dentro de ella. Se sentía como la estación que la acompañaba.
—Nunca pensé que podría sentirme así otra vez —confesó Julia mientras se detenían junto a un árbol en flor.
Daniel la miró, con su expresión tranquila y segura.
—¿Así cómo, Julia?
—Como si tuviera una nueva oportunidad. Como si todo lo malo hubiera quedado atrás y ahora solo me quedara por delante la posibilidad de algo mejor.
Daniel sonrió, inclinándose hacia ella para besarla suavemente en los labios, un gesto que a ella le encantaba.
—Tienes una nueva oportunidad, Julia. Pero no porque yo esté aquí. Tú misma te diste esa oportunidad al elegir seguir adelante, al decidir no quedarte a su lado ni estancada en el dolor.
Julia asintió, sabiendo que Daniel tenía razón. Había sido un camino difícil, lleno de incertidumbres y miedo, pero con cada día que pasaba sentía que estaba un paso más lejos de las sombras de su pasado.
Esa tarde, mientras el sol se ponía, Daniel la llevó a un pequeño restaurante en la ciudad. No era un lugar lujoso, pero era acogedor y cálido, con velas en las mesas y una música suave de fondo. Julia no podía evitar sentirse agradecida por todo lo que había cambiado en su vida. Para ella, ese ambiente cargado de romanticismo era lo que siempre había deseado.
—¿Sabes? —dijo Daniel mientras le servían vino, sonriendo.
—¿Qué cosa? —preguntó Julia con curiosidad.
—Hace mucho tiempo que no veo esa tristeza en tus ojos. Esa sombra que llevabas contigo cuando nos conocimos. Ahora… ahora veo algo diferente.
Julia se quedó en silencio por un momento, pensando en lo que él decía. Era verdad. Ya no sentía el mismo peso en su pecho, esa tristeza que la había acompañado por tanto tiempo. En su lugar, sentía algo mucho más ligero, más brillante.
—Supongo que… estoy aprendiendo a vivir de nuevo —admitió ella.
Daniel le tomó la mano sobre la mesa, sus ojos fijos en los de ella.
—Y yo estoy feliz de poder estar aquí para verlo.
Julia sonrió, sintiendo cómo el amor que sentía por él se asentaba más profundamente en su corazón. No era solo gratitud lo que sentía hacia Daniel, era algo más. Algo que crecía con cada día, con cada momento que compartían. Y esta vez, no tenía miedo de admitirlo.
—Julia, solo quería preguntarte —dijo Daniel—, ¿esto ya es en serio? ¿Es una relación real?
Julia tomó el valor que hacía tanto tiempo había desaparecido, se levantó de su silla, se acercó a Daniel y lo besó.
—Es lo más real que he tenido hasta ahora.
Desde esa noche, Julia intentaba dejar el miedo atrás, casi consiguiéndolo por completo cuando estaba junto a Daniel. Volvió a retomar las prácticas de secretaria en una clínica dental y todo parecía ir viento en popa, hasta que una cálida tarde de verano, después de una larga jornada de trabajo, decidió detenerse en una librería cercana. Últimamente, leer había vuelto a ser una pasión redescubierta, un escape saludable que le daba tranquilidad. Aún tenía un par de horas antes de su cita con Daniel, así que decidió perderse entre los estantes repletos de historias. Se sentía bien, en paz, como si finalmente estuviera en control de su vida.
Mientras hojeaba un libro de portada llamativa, una voz detrás de ella congeló su corazón.
—Julia.
Giró lentamente, sintiendo cómo su cuerpo se tensaba antes de siquiera ver de quién era esa voz que tanto temía volver a escuchar. Y allí estaba. Lucas, de pie frente a ella, con una expresión que le resultaba tan familiar como angustiante.
—¿Lucas? —murmuró, su voz apenas un susurro. Era como si el aire en la librería se hubiera vuelto denso, imposible de respirar. Todo el progreso que había hecho, todo lo que había sentido con Daniel, ahora se sentía frágil, como si pudiera desmoronarse en cualquier momento.