Más allá del dolor

CAPITULO 8

El miedo se había vuelto una constante en la vida de Julia desde que Lucas volvió a aparecer. Los días pasaban como un torbellino de emociones, y aunque Daniel se mantenía a su lado con una paciencia y fortaleza admirables, Julia no podía sacudirse la sensación de que algo terrible estaba a punto de suceder.

Desde que habían presentado la denuncia, la policía había tomado la amenaza en serio, pero la situación no parecía avanzar con la rapidez que ambos deseaban. El sistema era lento, y mientras tanto, Lucas seguía en libertad, y eso era una sombra acechante que perturbaba cada pensamiento de Julia. Estaba segura de que él no se quedaría de brazos cruzados, pero no sabía hasta qué punto sería capaz de llegar.

Habían pasado varias noches desde la última aparición de Lucas en su apartamento. Daniel la había convencido de quedarse en su casa, al menos hasta que la orden de restricción estuviera en vigor y la policía pudiera actuar con más contundencia. Las cosas parecían haber entrado en una calma tensa, como si la tormenta estuviera esperando el momento exacto para desatarse.

Una mañana, Julia salió temprano a trabajar. Daniel la había acompañado al coche, como hacía siempre desde el incidente, asegurándose de que estuviera a salvo. Ella lo abrazó antes de subir al auto, y aunque una parte de ella se sentía culpable por la tensión que toda esta situación le estaba causando, la otra parte sabía que él estaba allí porque la amaba.

—Nos vemos más tarde —dijo Daniel, dándole un beso en la frente—. Avísame si pasa algo, ¿de acuerdo?

Julia asintió, sonriendo suavemente.

—Gracias por todo, Daniel. No sé qué haría sin ti.

—No tienes que hacer nada sola nunca más —respondió él, antes de verla partir.

Pero ese día no iba a ser como cualquier otro. Alrededor del mediodía, mientras estaba en su oficina, Julia recibió un mensaje de texto anónimo. No tenía nombre, pero el contenido la hizo sentir un escalofrío por todo el cuerpo.

«Nos vemos pronto.»

Sabía perfectamente quién lo había enviado. Lucas no había terminado con ella, a pesar de todo. Sintió cómo el pánico comenzaba a apoderarse de su cuerpo. De inmediato llamó a Daniel, con su voz temblando mientras intentaba explicarle lo que acababa de suceder.

—Julia, cálmate —dijo Daniel, con su voz firme pero tranquila al otro lado del teléfono—. Esto es una prueba más de que la policía debe tomarlo en serio. Ve ahora mismo a la comisaría y muéstrales el mensaje. Esto es acoso, y con la denuncia que ya hemos puesto, pueden actuar. Yo voy para allá, ¿de acuerdo?

Julia asintió, aunque él no podía verla. La simple idea de enfrentar a Lucas la aterrorizaba, pero sabía que Daniel tenía razón. No podía seguir viviendo con miedo, esperando que él cometiera un error. Tenían que actuar ahora.

El camino se hizo eterno, ni siquiera supo como llegó, pero lo hizo.

Cuando llegó a la comisaría, Julia se dirigió al mismo oficial que había tomado su denuncia días atrás. Le mostró el mensaje, y el oficial frunció el ceño mientras leía el texto en la pantalla de su móvil.

—Esto es suficiente para acelerar el proceso de la orden de restricción —dijo el oficial—. Pero además, podemos usarlo como prueba para presentar cargos de acoso más graves. ¿Sabe de dónde viene este mensaje?

—Es de Lucas. Sé que es de él —respondió Julia con seguridad—. Ya ha entrado en mi casa, ha dejado amenazas antes, y ahora esto. No puedo seguir esperando. Necesito que lo detengan antes de que haga algo peor. No me está dejando vivir, ¿lo entiende?

El oficial asintió y se levantó.

—Déjame hacer unas llamadas. Mantente aquí por ahora. Esto no puede seguir así.

Julia sintió una mezcla de alivio y nerviosismo. Estaban dando el siguiente paso, pero una parte de ella temía que Lucas estuviera ya demasiado cerca. ¿Y si él ya había planeado su próximo movimiento? ¿Y si no llegaban a tiempo?

Mientras esperaba, Daniel llegó a la comisaría y, al verla, fue directo hacia ella. Sin decir nada, la abrazó y la besó con ternura. En su abrazo encontró el refugio que necesitaba, su ancla en medio de la tormenta.

—Vas a estar bien —le susurró Daniel—. Esto ya va a terminar. Eres una mujer supervaliente, recuérdalo.

Justo cuando el oficial regresó para darles una actualización, la situación dio un giro inesperado.

—Tenemos una novedad —dijo con tono grave—. Acabamos de recibir una llamada desde el edificio donde vives. Alguien vio a un hombre rondando tu apartamento hace unos minutos. Las cámaras de seguridad lo captaron, y parece que coincide con la descripción de Lucas.

El corazón de Julia se aceleró. Lucas estaba allí, probablemente esperándola, tal vez planeando hacerle daño.

—Vamos a enviar una patrulla ahora mismo —dijo el oficial, se levantó tomando su radio para coordinar la operación—. Pero necesitamos que se mantengan aquí por su seguridad.

Daniel apretó la mano de Julia, intentando mantener la calma. Pero Julia no podía dejar de imaginar a Lucas en su apartamento, entre sus cosas, destrozando lo poco que le quedaba de paz. Sabía que había tomado todo esto como un juego, una forma de demostrarle que aún tenía poder sobre ella.

Los minutos que siguieron fueron una agonía. Julia se sentía atrapada entre el miedo y la esperanza de que todo esto terminara de una vez por todas. Finalmente, la radio del oficial emitió un crujido, y una voz comenzó a hablar rápidamente.

—Hemos encontrado al sospechoso. Intentó escapar cuando nos vio, pero lo tenemos rodeado en el estacionamiento del edificio. --Volvió a sentarse.

Julia sintió que todo su cuerpo se tensaba. Lucas había caído en su propia trampa. Su obsesión lo había llevado a cometer un error, y ahora la policía estaba a punto de detenerlo.

—Nos dirigimos al lugar para asegurar la zona. No se preocupen, vamos a manejarlo desde aquí —dijo el oficial, levantándose rápidamente mientras otros policías se preparaban para salir.



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En el texto hay: nuevo amor, sanar, hombre abusivo

Editado: 16.09.2024

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